Martin Amis. Foto: Antonio Moreno

Traducción de Jesús Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2014. 360 páginas. 19,90 euros

Los escritores ingleses, Ian McEwan, Salman Rushdie y Martín Amis, disfrutan de una cómoda fama gracias a sus novelas de alcance global, donde retratan con habilidad la vida de la clase media alta occidental. Reciben con cada entrega el aplauso crítico y el de un lectorado internacional. Amis (Gran Bretaña, 1949), siempre impredecible, se desvía de la norma con esta obra, y vuelve a sus orígenes, cuando publicó Campos de Londres (1989), redactando en su domicilio americano, en Brooklyn, una paródica narración sobre su Inglaterra natal. Los protagonistas no pertenecen a la clase media alta, ni a la ciudadanía común, sino a lo que solía llamarse la hez social. Apropiadamente, el Londres de Charles Dickens le sirve de modelo para diseñar el trasfondo.



Los adeptos al chauvinismo anglosajón se apresuraron a criticar este texto robusto, intelectualmente responsable, negando la evidencia ampliamente representada: que las políticas neoconservadoras de los años ochenta del siglo pasado casi consiguieron destruir el sistema inmunológico de las sociedades democráticas, defendidas de la codicia y del ansia de poder por una buena educación pública, las ayudas económicas para los desfavorecidos y la eficiencia de la sanidad pública. Esas políticas que provocaron el desmantelamiento moral de la sociedad inglesa aparecen ya en las primeras páginas, cuando sabemos que al protagonista lo clasificaron a los tres años como un niño de conducta antisocial, según un acta firmada por el gobierno de Tony Blair. Fácil es imaginarse la trayectoria del personaje en manos de las instituciones públicas desprovistas de medios.



La riqueza verbal del texto revela asimismo que incluso los más elementales valores desaparecen del habla, de la conciencia, de personajes, que como varios en la obra, exhiben conductas irresponsables hacia la colectividad. Ni siquiera asoman bajo la forma del lugar común. Sus vocabularios y sintaxis, la red gramatical que propicia una eficaz expresión, muestran grandes rotos y resultan inapropiados para comunicar emociones normales. Y esa incapacidad de hablar como es debido les impide la insercción en la sociedad.



Quizás Amis observa mejor desde la distancia las miserias del antiguo imperio. El escenario inicial, un apartamento social en Diston, un barrio inventado de Londres, en el piso treinta y tres de una torre, donde el ascensor llega hasta la planta veintiuno, compartido por un tio y el hijo de su hermana, Cilla, quien murió cuando el chaval tenía doce años. Lionel, el tío, es un sicópata de apenas veinte años. Se dedica al robo de joyas y de ordenadores y a la intimidación física para cobrar deudas, con la ayuda de dos feroces pitbulls, cuya dieta incluye el alcohol y el Tabasco, destinados a enardecer sus instintos. Su incapacidad para expresarse en un inglés aceptable viene unida a perversiones diversas, como la afición a la pornografía. Su sobrino de 15 años, Desmond Pepperdine, de padre semi desconocido aunque el oscuro de su piel indica el origen afrocaribeño, es un chico amable, inteligente y romántico. Va a la escuela, donde se enseña poco, pues los profesores tienen bastante con sobrevivir ellos mismos.



Un buen día, la suerte visita a Lionel Asbo, le toca en la lotería la cantidad extravagante de 140 millones de libras. De nuevo, Amis sabe enhebrar en su argumento uno de los aspectos más cuestionables fomentados por el neoconservadurismo, el hecho de que los buenos abogados, asistidos por una importante y cara retórica legal, saben torear a los tribunales. Cuando cometes un delito y no tienes dinero te toca el abogado de oficio y pagas la deuda con la justicia. Pero si lo tienes, la barrera ética se levanta lo suficiente para que puedas quedar libre. Por ello, Lionel que se hallaba entonces en la cárcel, por enésima vez condenado por hurtos y agresiones físicas múltiples, sale de la prisión y prosigue con una vida de dispendios.



Durante las estancias a la sombra del tío, Desmond, Des, tiene que habérselas por su cuenta y cuidar de los pitbulls, pues Lionel ya no provee la habitual comida basura, pero alimento al fin de cuentas, y tras sacar el carné de conducir conseguirá un trabajo como taxista. La relación tío sobrino produce un fuerte estrés al muchacho, no tanto por el carácter imprevisible del tío, sino porque durante una visita a la abuela, teniendo quince años, ésta se le insinuó y acabaron teniendo una relación sexual. La abuela tenía treinta y nueve años, y fue madre por primera vez a los doce años, bautizando a sus primeros cuatro hijos con los nombres de los Beatles, John, Paul, George, Ringo. Al poco tiempo, la abuela seducirá a un amigo del instituto de Des, que cuando Lionel se entere del asunto lo hará desaparecer. Estas relaciones de la abuela presentan uno de las múltiples distorsiones de las relaciones humanas tratadas, en este caso dos violaciones en toda regla, pues ambos muchachos son menores de edad. Al poco, el cerebro de la abuela sucumbirá a los cuarenta años a la enfermedad con nombre alemán, en palabras de Lionel, el Alzheimer.



Por fortuna, Des conoce a Dawn, que enseguida se convertirá en su chica, el amor de su vida, con quien se casará y tendrá una hija. Y estos personajes son los únicos que Martin Amis trata con cariño, los verdaderos héroes, frente al antihéroe Lionel Asbo, los que permanecen fieles en su cariño a este monstruo violento que es su tío. Des quiere a Lionel, igual que Dawn a su padre, un excontrolador de los parkímetros de la barriada de Diston sin empleo, cuyo carácter rezuma bilis y resentimiento social, porque son familia, y este lazo de sangre les une por encima de cualquier deformación de carácter, o daño recibido por la sociedad o la mala fortuna.



El propio autor ha explicado que también quería explorar otro aspecto de la sociedad inglesa contemporánea, la forma de convertir sin razón aparente a personas corrientes en celebridades. Así ocurre con Lionel Asbo, a quien la prensa sensacionalista eleva, gracias a su dinero y al noviazgo con una modelo, Threnody, a la condición de famoso. La sociedad inglesa, según Amis, ha perdido su norte, sustituyendo los valores que determinaban el mérito personal, la honradez o el trabajo, por el renombre otorgado por la riqueza.



Martin Amis rehusa en sus obras a hacer concesiones a la audiencia. Lionel Asbo resulta en todo momento un ser despreciable, sin remisión. No obstante, el lector espera, desea, en varios momentos, en diversas escenas, que ceda por un momento, que Lionel no se meta con Des, que tenga un gesto amable con él, pero no ocurre así. El protagonista, como la sociedad en la que vive, permanece impasible al mal que causa. Este es el único reproche, no sé si justo, que le podemos hacer al libro, que cuando al lector le llega el agua a los labios te resulta difícil respirar, y la ficción se hace opresiva. No obstante, el humor con que Amis narra la historia permite que en todo momento, entre sonrisa y risa, podamos retomar aire y continuar leyendo la obra con enorme agrado.