Charles C. Mann

Con 1493. Una nueva historia del mundo después de Colón estamos frente a una historia global de la primera globalización, excelentemente narrada por el estadounidense Charles Mann (1955) y también muy bien traducida por Stella Mastrangelo. De este modo, la fluida prosa del autor hace fácilmente comprensible un proceso que implicó a todo el globo y a todas las sociedades que lo habitaban desde fines del siglo XV. Queriéndolo o sin querer, el proceso que comenzó a contactar a pueblos hasta entonces aislados de sus vecinos, por no hablar de otros situados a miles de kilómetros de distancia, se hizo imparable.



Para contar tan apasionante y, al mismo tiempo, tan diversa historia Mann selecciona cuidadosamente los hechos. De otro modo su relato, que tiene como escenario a todo el planeta y transcurre a lo largo de más de tres siglos, comenzando en 1493, pero con incursiones hasta nuestros días, sería cansinamente extenso y farragoso. Si bien toda elección supone renuncias, en este caso exclusiones, el resultado final no se ve comprometido, dado el valor sintético y expositivo de sus 500 páginas, más 50 de notas.



En su búsqueda de extensas y completas fuentes y bibliografía Mann recorrió prácticamente todo el espacio que pretende abarcar, desde el continente americano hasta China, incluyendo la vieja Europa y Filipinas. Su trabajo también se beneficia del aporte de investigaciones de naturaleza diversa, como la historia, la geografía, la antropología y la demografía, o la paleobotánica, las ciencias de la alimentación, la ecología y otras muchas y diversas disciplinas científicas.



Como su título indica, esta historia comienza en 1493, tras la llegada de Colón a lo que hoy se conoce como continente americano. Lamentablemente la edición en español no recoge toda la riqueza del original: 1493. Uncovering the New World Columbus Created. Más allá del estéril debate emergido con ocasión del V Centenario, en 1992, en torno a si Colón descubrió América o si fue un encuentro entre dos mundos o sólo una brutal conquista occidental, Charles Mann nos transmite otro mensaje. "Al fundar La Isabela, Colón inició la ocupación europea permanente en América, y al hacerlo inauguró la era de la globalización: el vasto y turbulento intercambio de bienes y servicios que hoy cubre todo el mundo habitable".



Para Mann, Colón creó un Nuevo Mundo que no sólo incluía a lo que luego sería América, sino un mundo producto de la expansión y la vinculación de todos los mundos previamente existentes, aunque muchos de ellos vivieran sin noticias de los demás. Mann señala que la globalización lleva cinco siglos enriqueciendo al mundo. Su mensaje, claramente optimista sostiene que más allá de las convulsiones provocadas por este largo proceso, "y en los sufrimientos y los cataclismos políticos causados por esa convulsión", la globalización ha influido de manera determinante en el complejo proceso del progreso humano. Para bien y para mal, en beneficio de unos y detrimento de otros, desde que Colón desembarcó en una pequeña isla caribeña ya nada sería igual en prácticamente ningún rincón del planeta. Ahora bien, los beneficiados y los perjudicados por este inmenso proceso no siempre fueron los mismos ni se ubicaron en los mismos territorios, ni marcharon en la misma dirección.



Es verdad que el descubrimiento de América permitió la expansión de los imperios europeos, pero sus efectos no se detuvieron allí. Una consecuencia directa de la expansión europea en América fue la emergencia de la llamada economía atlántica, pero al mismo tiempo, dado la enorme sed de plata del imperio chino, el Pacífico dejó de ser la fosa que separaba a Asia de América para convertirse en un vehículo de unión cada vez más importante. La plata potosina, que drenaba a Oriente gracias al "Galeón de Manila" forjó una relación con huellas indelebles.Una de las constantes a la hora de relatar esta primera globalización pasa por centrar el análisis de las consecuencias del proceso en las relaciones humanas, en la forma, cierta e innegable, en que muchos pueblos sometieron a otros y los explotaron. La esclavitud de millones de africanos es quizás uno de los episodios más sangrantes, pero no el único.



Sin embargo, son bastante menos conocidos, y éste es uno de los objetivos centrales del libro de Mann, los intercambios en todas direcciones de especies vegetales y animales, incluyendo enfermedades, y las formas en que estos afectaron, para mal, y en numerosas ocasiones para bien, a otras sociedades. Quizá uno de los casos más conocidos sea el de la patata (papa) en Irlanda. Uno de los motivos que permite explicar la supremacía demográfica china es la expansión del maíz, la papa y el boniato en su dieta alimenticia durante la época de los Qing. El rastreo de los circuitos de muchas especies, como el tomate, la caña de azúcar o el café es uno de los propósitos de Mann en su obra. Lo mismo se puede decir de la introducción de ganado bovino, ovino y equino en América. ¿Cuántas costumbres y tradiciones americanas, a lo largo y ancho del continente, están unidas a la incorporación del caballo? ¿Cómo se trasladó a diversas y remotas tribus indígenas un ritual milenario y mediterráneo como el culto al toro?



Como señala Mann: "Después de 1492 los ecosistemas del mundo chocaron y se mezclaron a medida que los barcos europeos transportaban miles de especies hacia nuevos hogares al otro lado de algún océano. El intercambio colombino es la razón de que haya tomates en Italia, naranjas en los Estados Unidos, chocolate en Suiza y chiles en Tailandia. Se podría afirmar que para los ecologistas el intercambio colombino es el acontecimiento más importante desde la muerte de los dinosaurios".



Pero al mismo tiempo, como también apunta el autor, estos intercambios "colombinos" tienen sus aspectos negativos. Uno de los que provocó peores consecuencias no deseadas, aunque no fue el único, tuvo su origen en el comercio del guano. Se cree que los barcos cargados de los detritos de aves marinas desde las costas peruanas y chilenas llevaron a Europa un polizón microscópico, el Phytophora infestans, responsable directo de la enfermedad conocida como tizón tardío o mildiu de la papa, que arrasó cultivos enteros y provocó la muerte de 2.000.000 de europeos, la mitad en Irlanda.



Uno de los objetivos centrales del libro es demostrar que la proeza colombina tuvo efectos irreversibles sobre el mundo y la vida humana y animal, a tal punto que algunos biólogos hablan del Homogenoceno. Se trata, según Mann, de un proceso de homogeneización de los espacios mundiales, ya que a partir de los intercambios colombinos "lugares que otrora eran ecológicamente distintos se han vuelto más parecidos. El mundo se ha vuelto uno, exactamente como el viejo almirante esperaba".



Después de 1491 Mann ha escrito 1493, una obra que acaba con muchos mitos sobre el mundo surgido a partir del primer viaje de Colón y de los inconvenientes, o virtudes, del mestizaje. Los intentos recientes de reconstruir un mundo indígena no contaminado mediante un relato idílico choca una y otra vez con la realidad provocada por los intercambios colombinos. Por tanto, se trata de un libro que bien vale la pena leer.