Frank Schirrmacher

Traducción de Sergio Pawloswsky. Ariel, 2014. 318 páginas, 24'90 euros. Ebook: 15 euros

La tesis central de este volumen sostiene que ha surgido un nuevo modelo de sociedad cuyo postulado es que el "ser humano es egoísta". Pese a que muchos creen que el rango de libertades está aumentado, lo cierto es que la sociedad está cada vez más teledirigida. En el capitalismo de la información, la nueva economía aliada con las nuevas tecnologías es responsable de la pérdida de soberanía de los individuos y de los Estados. La actual crisis del euro no es tanto un fallo técnico como la consecuencia buscada de un sistema en el que el ser humano se convierte en la suma de los algoritmos con los que las computadoras siguen el rastro de su vida. La Unión Europea sufre el embate de la visión neoclásica y neoliberal norteamericana en sus mercados, en la sociedad e incluso en sus ordenamientos constitucionales.



Nacido en Alemania, Frank Schirrmacher sucedió al todopoderoso Marcel Reich-Ranicki en la dirección del Feuilleton del Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ). Corría el año 1989, tenía 30 años recién cumplidos y el nombramiento causó cierto revuelo. Muchos intelectuales alemanes pensaron que un suplemento tan influyente dedicado al arte y a la literatura debía estar en manos de alguien más senior. Con los años, Schirrmacher ha incorporado nuevas secciones -la dedicada a ciencia es muy sólida- y ha ido subiendo en el FAZ hasta llegar en la actualidad al puesto de coeditor del periódico.



De sus siete libros publicados, El complot de Matusalén (Taurus, 2004) ha sido el traducido a más idiomas, si descontamos Ego, que acaba de salir y que tiene todas las trazas de convertirse en otro best seller del autor. Ambos ensayos disponen de una gran base documental, su textura es ágil y la problemática que abordan es de plena actualidad.



Schirrmacher inicia su prólogo con este hachazo: "Los economistas se han hecho cargo de la gestión del alma del hombre moderno". Todo habría empezado en los años de la Guerra Fría. Para conocer las intenciones del enemigo lo mejor era suponer que cada persona actúa en provecho propio, desea engañar al prójimo y tiene miedo. Dichos supuestos encajaban muy bien con la teoría de la rational choice (elección racional) y con la teoría de juegos. La primera tiene sus orígenes en el utilitarismo de Bentham, y los economistas neoclásicos la hicieron operativa a base de hipótesis simplificadas, razonamientos deductivos y la construcción de modelos formales de gran sofisticación matemática. La teoría de juegos se basa en jugadores que interactúan entre sí a los que se les supone una capacidad racional al estilo del jugador de póker.



A estos supuestos sobre la naturaleza humana se fue añadiendo el desarrollo de las nuevas tecnologías. En 1973, Vinton Cerf y Robert Kahn se aislaban en un hotel de Palo Alto, en California, para crear un sistema que conectase redes de ordenadores de un grupo de físicos, ingenieros y personal militar de élite. Entre todos sentaban las bases de Internet y a finales de la década de los noventa la digitalización de los mercados financieros era un hecho y sustituían en parte a la racionalidad individual.



Concluye Schirrmacher su lúcido ensayo revelándose contra las tres grandes maquinarias que dominan el mundo: el ejército, el mercado y el ordenador. Al mismo tiempo pide que Alemania, "el país que fue la cuna del idealismo" sea capaz, con un nuevo realismo económico, de contrapesar el destructor egoísmo de la nueva economía.