Garcilaso
No sabemos muy bien por qué -¿o sí lo sabemos?- los estudios en torno a nuestros clásicos literarios siguen siendo una asignatura pendiente para el lector común, no especializado, cuando fuentes valiosas para su conocimiento no nos faltan. Estoy pensando, por citar sólo dos ejemplos, a la Biblioteca Castro o a la nueva colección promocionada por la RAE, además de las diversas colecciones de bolsillo que siguen manteniendo la llama de uno de nuestros más ricos hontanares culturales. ¿Aridez de las ediciones, a las que cada vez es más reacia una juventud entregada a la imagen? ¿Muestra todavía insuficiente de ese tesoro, aunque, de vez en cuando, noticias como la del hallazgo de un inédito - el reciente de una comedia de Lope de Vega- nos sacan de esa distancia o reserva? ¿O acaso no será que seguimos ignorando cuanto en nuestros grandes clásicos y en sus obras hubo de vida? En este sentido, los estudios biográficos -esa visión ideal de vida, obra y tiempo del autor- aún no son lo suficientemente frecuentes o fundamentados para familiarizarnos con nuestros clásicos.En ocasiones, esa ausencia alude a etapas o a temas concretos en torno a ellos. Estoy pensando en nuestra tan copiosa y desconocida literatura mística. Solemos insistir en lo valioso usual -Teresa de Ávila, Fray Luis de León, Juan de la Cruz- pero ignoramos el volumen de autores y obras místicas que aún no se han puesto de relieve, que quizá exigirían el cauce de una generosa y exhaustiva colección, aunque la Biblioteca de la BAC ya ha rescatado no pocas obras. Aludiendo a nuestros místicos, recuerdo la jugosa anécdota que revela una conversación entre Henry Bergson y nuestro García Morente. Se lamentaba éste, ante el pensador francés, de que en España no poseyéramos una verdadera filosofía, cuando Bergson le respondió contundente: "Ustedes los españoles tienen en sus místicos a sus mejores y más valiosos filósofos".
Es necesario hacer estas precisiones para abordar una valiosa biografía como la que comentamos: Garcilaso, príncipe de los poetas. Es cierto que en nuestra memoria lectora hay valiosos autores puestos de relieve -Cervantes o el Francisco de Quevedo, de Pablo Jauralde, (Castalia, 1998)-, pero también nos llegan en aluvión los nombres de tantos grandes clásicos en los que vida, obra y tiempo, no han sido fijados aún en biografías fundamentadas. El bosque del análisis crítico nunca nos permite ver los árboles de las vidas, sin las cuales las obras no nos entregan un mensaje de totalidad.
Difícil es también lograr -en esta biografía de Garcilaso sí se logra- la amenidad con fundamento, la erudición jugosa, manifestando los detalles más minuciosos de una investigación profunda. Garcilaso, con encontrarse entre los grandes, no se nos había presentado con el relieve de los estudios biográficos sanjuanistas o teresianos; o ya no digamos con el de un contemporáneo como Lorca. En el título de la biografía se nos subraya esa irisada expresión ("príncipe de poetas") que no debemos ignorar. Vida, historia, obra, se van enlazando en este copioso libro en torno al género primordial de la poesía y de los poetas, pero siempre se nos ofrece como extremadamente informativa la visión global del gran lírico.
El trabajo de investigación de la autora ha sido enorme y de ahí que salgan a la luz numerosos datos inéditos y los hilos de esa trama que proporcionan una imagen lo más fiel posible del personaje a través de veinticinco apretados capítulos: los detallados árboles genealógicos y los antecedentes familiares, la infancia, adolescencia y juventud del toledano muerto en Niza, los amores del poeta (Isabel, Guiomar, Elena, Magdalena, Beatriz) en la confluencia con los acontecimientos bélicos, los años de Italia, los secretos desvelados de sus dos grandes Églogas, las últimas batallas, la muerte y las jugosas informaciones tras esta muerte, como ese "epílogo amoroso" ("recapitulación de la vida amorosa de Garcilaso", nos dice la autora) en torno a "la prima monja, la toledana infiel y la cuñada portuguesa". Las fuentes informativas siempre son numerosas, de ahí la riqueza de los hallazgos, los tópicos que se deshacen y esa base del relato marcadamente biográfica que proporciona amenidad a la lectura por encima de los innumerables datos. No somos especialistas en este tema sino sólo fervorosos lectores del poeta. Dejaremos por ello a especialistas y a simples lectores que se aproximen a este autor de vida breve y de muerte malhadada. Agradecemos esta visión total de uno de nuestros líricos más sensibles y eminentes. Un buen paso para ese rescate, siempre inagotable, de nuestros clásicos.