Eduardo Punset. Foto: Alberto Cuéllar

Comienza la decimoctava edición del ciclo de conferencias Cienca y sociedad de la Fundación Banco Santander que acoge CentroCentro Cibeles. Eduardo Punset coordina ¿Seremos inmortales? cada jueves, hasta el próximo 3 de abril, contando con la presencia de destacados científicos e investigadores internacionales que tratarán materias como el envejecimiento, el origen de la enfermedad, la longevidad y los avances de la medicina y la ciencia. La conferencia de este jueves corre a cargo del propio Punset y le seguirán personalidades como James Vaupel (13 de marzo), director fundador del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica; Rafael Yuste (20 de marzo), neurobiológico e investigador del proyecto BRAIN; María Blasco (27 de marzo), bioquímica y bióloga molecular y González-Candelas (3 de abril), catedrático de genética en la Universidad de Valencia.



Pregunta.- ¿Cuál es el hilo conductor de este programa de conferencias que organiza en la Fundación Banco Santander?

Respuesta.- Como el título del ciclo sugiere (¿Seremos inmortales?), el leitmotiv es la longevidad. Hace años que la Fundación nos brinda la oportunidad de coordinar las charlas de este ciclo y desde el principio siempre hemos buscado temas científicos de frontera. Ahora resulta que muchos descubrimientos puestos en común en estas conferencias han contribuido a que los humanos vivamos más y mejor. Este año nos pareció oportuno abordar este tema desde varias perspectivas.



Hablaremos del aumento de la esperanza de vida desde su vertiente demográfica y sociológica, y cómo esto está repercutiendo en las prestaciones sociales y sanitarias de la mayoría de países. Revelaremos las bases moleculares de nuestro envejecimiento y conoceremos algunas enfermedades emergentes propias de la edad. Indagaremos en el estudio del cerebro, de sus circuitos, de sus conexiones y de las simulaciones que hoy se están haciendo con supercomputación y que en pocos años podrían arrojar cientos de respuestas de temas como la conciencia y la mente. Y también daremos un punto de vista evolutivo y ecológico. Perseguimos la inmortalidad pero no se conoce ninguna especie inmortal. La muerte forma parte de la vida y tiene sus razones. Y de no existir, ¿cuáles serían sus consecuencias evolutivas, ecológicas o éticas? De todos estos temas hablaremos en el ciclo de este año.



P.- El título de su conferencia es ¿Seremos inmortales?. ¿Qué posibilidades hay en la teoría y cuán difícil sería su aplicación a la práctica?

R.- Sinceramente, no sabría decirle con precisión qué posibilidades tenemos de ser inmortales en un futuro. Pero sí que puedo darle algunas pistas de que, por lo menos, hemos hecho mucho en este sentido.



El dato clave me lo dio James Vaupel, uno de los mejores demógrafos y matemáticos a quien tendremos la oportunidad de escuchar en el ciclo. "Eduardo -me dijo-, la esperanza de vida en los países que están en mejor situación ha ido aumentando seis horas cada día". Esto es una tasa de dos años y medio cada década, desde mediados del siglo XIX. Las mejoras higiénicas y sanitarias están detrás de este avance, pero también la prosperidad, que a su vez determina nuestros hábitos.



También hemos conseguido frenar en gran número las muertes violentas. Esto me lo dejó claro el psicólogo Steven Pinker hace unos años en Los Ángeles. Aunque no lo creamos, las muertes por conflictos bélicos, por abusos, por ideologías, son hoy mucho inferiores. Pinker me demostró que, sin lugar a dudas, cualquier tiempo pasado fue peor y no mejor.



Creo que tenemos motivos para creer que avanzamos hacia vidas más largas. ¿Seremos inmortales? Quizá algún día, si no te arrolla un autobús, pero en cualquier caso, lo importante es que la vida que debemos disfrutar está antes de la muerte y esto no se puede olvidar.



P.- ¿Qué cambios en este sentido veremos en los próximos 50 años?

R.- El conocimiento de nuestra biología más íntima, del genoma y del epigenoma, ya es una realidad. Este está permitiendo que la medicina tienda hacia tratamientos más personalizados, más basados en la genética del individuo, con dianas terapéuticas mejor delimitadas y con técnicas cada vez menos agresivas e invasivas. Avanzamos lentamente pero creo que dentro de 50 años, tratar un tumor no será mucho más traumático de lo que hoy representa tratar una caries.



Pero más importante aun, es que la medicina se basará sobre todo en tratar la salud y no la enfermedad. Hoy curamos, reparamos el daño, pero en 50 años nos anticiparemos a ello gracias a políticas de prevención verdaderamente efectivas. Esto tiene que suceder, porque de lo contrario no habremos avanzado nada en esos 50 años y permaneceremos anclados en el colapso actual de los servicios sociales y sanitarios.



P.- Se hablará en estas conferencias de las causas del envejecimiento y de las enfermedades. Supongo que investigar en lo segundo es más prioritario, ¿o no?

R.- Sin duda, pero fíjese: hace un siglo la gente moría de una apendicitis, de una gripe, de una neumonía... Esto hoy lo tenemos bastante superado y alcanzamos edades mayores, pero entonces salen a relucir otras enfermedades a partir de los 60 años, como el cáncer o la diabetes. Ahora las estamos investigando y se avanzará más en los próximos años. Pero una de las cosas que estamos viendo es que, además de su componente genético, estas enfermedades están muy influidas por lo que hemos hecho a lo largo de la vida: de nuestros excesos, del deporte practicado, del estrés sufrido... Con esto vuelvo al tema de la prevención: lo que estamos viendo es que muchas de estas enfermedades se podrían evitar solo con reducir esos factores que hoy sabemos tienen efectos a largo plazo.



P.- ¿Es posible que en un futuro ninguna enfermedad nos afecte?

R.- Lo veo difícil. Siempre hay algo, aunque sea una fractura, un resfriado o un parásito. Lo importante es cuán preparados estamos para encajar biológica y emocionalmente cualquier enfermedad y superarla con éxito.



P.- ¿Ve una solución a la diáspora científica que sufre nuestro país?

R.- No es correcto hablar de diáspora científica con los niveles actuales de emigración. Se necesita mucho más que eso para incidir en los niveles mundiales de conocimiento. Hay fuentes de conocimiento científico que sólo se pueden generar combinando el conocimiento propio con el del resto del mundo. Así se hizo en el pasado, desde rutas como la de la seda o la del incienso, y eso nos ha permitido avanzar socialmente. ¿Por qué no lo seguimos haciendo hoy?



P.- Ayer supimos que el padre de la secuenciación del genoma, Craig Venter, ha creado una empresa para "hacer negocio" con el tema. ¿Cómo valora esta noticia?

R.- Imagino que Venter, con su empresa, quiere convertirse en el Ikea o el Microsoft de los genomas. A priori no me parece una mala noticia si cumple con sus compromisos de ceder datos a la comunidad científica y conservar la privacidad de la gente que se preste a la secuenciación. Pero sus "clientes" deben encontrar quién sepa interpretar los resultados. De lo contrario, será como comprarse un diccionario de ruso sin tener idea de la gramática. Además, el genoma no lo es todo: la epigenética también es importante y eso es algo que todavía entraña mucho por descubrir.