Javier Gomá. Foto: Alberto DiLolli.
Dice Javier Gomá (Bilbao, 1965) que todos los hombres y mujeres somos filósofos porque tenemos una interpretación del mundo y, en su primera acepción, la filosofía es eso. Otra cosa es el "producto especial", es decir, los libros, que generan los filósofos "vocacionales" -adjetivo que prefiere antes que "profesionales"- con un grado mayor de "conciencia, articulación y refinamiento conceptual" que el profano. El director de la Fundación Juan March acaba de publicar uno de esos productos especiales, que recoge 22 microensayos y otros 4 de tamaño medio bajo el título Razón: portería, editado por Galaxia Gutenberg.Gomá establece una metáfora, que desarrolla en el prólogo y en uno de los ensayos, entre el portero de una finca y los filósofos. Al portero se le confían las llaves de una vivienda en venta para que la enseñe a los compradores potenciales y, como se anuncia en los carteles, "da razón" de sus dimensiones, características y precio. De igual modo, la filosofía vendría a ser el portero que da razón de las dimensiones, características y precio del "vivir". "He aquí que los filósofos y los porteros se hermanan por sorpresa en igual cometido clarificador. Con la diferencia de que hoy los filósofos, perplejos, parecen que han extraviado la llave maestra que abre la puesta de la vida".
Para el autor, que desde muy temprano se desvinculó de la escolástica posmoderna dominante, la filosofía no está cumpliendo actualmente su misión histórica. "Es como si la gente que va por la calle no encontrara el cartel ‘Se vive, se ama, se desea, se sufre, se envejece, se muere. Razón: portería'. Y si no encuentra el cartel nadie acude al portero a pedirle razones". La filosofía, según su tesis, ha desertado de la "ciencia del ideal", es decir, de su misión de proponer un ideal a la sociedad de su tiempo. Además, "la universidad se ha apropiado de ella dando a entender que la filosofía no es algo universal sino la profesión de unos pocos".
La filosofía, continúa Gomá, vive un periodo de transición: "Muchos conceptos fueron concebidos en una época distinta a la nuestra y ahora deben ser sometidos a una dieta de adelgazamiento, a una reapropiación a la altura del siglo XXI". La mayoría de estos conceptos nacieron al calor de una cosmovisión antigua en el que todo tenía un sentido superior al hombre, pero el yo moderno se encuentra desamparado: "El proyecto colectivo de la democracia es el momento más exitoso de la historia universal, pero es compatible con un sentimiento de absurdo y sinsentido e incluso angustia y desesperación individual. De manera que la tonalidad de nuestro tiempo es un acorde de dos notas: el éxito como proyecto colectivo y la desilusión individual".
Las fuentes de esta desilusión son varias, explica el pensador, Premio Nacional de Ensayo en 2004. La primera de ellas es que, al convertirnos en individuos con el advenimiento de la cultura moderna, el yo siente que su dignidad es infinita y su destino, la muerte, indigno. En segundo lugar, ahora que el individuo es la fuente de todo, busca sentido a las cosas y no lo encuentra, lo que también puede producir desazón. Por último, ahora el umbral de su dignidad se ha elevado enormemente, por lo que las causas que le hacen sentirse indigno son también mucho mayores. Esto es consecuencia de nuestra propia riqueza y nuestra propia autoestima, aunque ambas sean positivas, argumenta.
Filosofía mundana
"Yo soy un autor que lee el libro de la vida y de la naturaleza, todo lo demás es auxiliar para mí. Todos los libros que existen en el mundo son mayordomos que me sirven un gin-tonic de la vida", afirma este partidario de la filosofía mundana. Según él, la filosofía debe pasar lo que llama "el test del café": "Si no eres capaz de transmitirle a un amigo mientras tomáis un café la lectura que has hecho de la realidad, la emoción que te ha producido y hacerlo con conceptos claros, diáfanos, atractivos y sugestivos, no eres un filósofo".Gomá, que se ha esforzado siempre en cumplir esa permisa, tuvo a los 15 años la intuición de lo que sería el tema vertebrador de toda su obra: la idea de ejemplaridad. Desde entonces ha oído cientos de veces aquello de que ya todo está dicho o escrito. "Lejos de eso, yo he tenido siempre una sensación de frescura extraordinaria, de ser un pionero, un explorador de nuevos mundos".
Esa idea de ejemplaridad que esgrime Gomá es un concepto que los desmanes de la casta política han situado en el primer plano de la actualidad en los últimos años. Muchas de sus faltas son punibles desde el punto de vista legal; otras no, pero igualmente reprobables aunque pertenezcan al ámbito de su vida privada, sostiene el filósofo. De hecho, como dejó claro en Ingenuidad aprendida, está "contra la vida privada" y asegura que, "moralmente, no existe", porque "no existen comportamientos sin perjuicios de terceros". De modo que lo que llamamos "vida privada" es un derecho legal irrenunciable, pero "lo que es cierto en lo jurídico es falso en lo moral".
La contundencia de esta afirmación no le impide, en el artículo El relativismo es bello, defender esta postura filosófica tan mancillada históricamente: "La sacralización de las ideas es el instrumento de los tiranos para obtener obediencia. Frente a eso, es bueno introducir un cierto relativismo, porque todas las ideas de la esfera pública son relativas y discutibles, por ser humanas e históricas. El ciudadano moderno tiene que tener el arte de respetar esto y a la vez aspirar, dentro de su corazón, a verdades últimas y absolutas que le den sentido a su existencia. En esta dualidad se basa la democracia".
Competentes pero incultos
En uno de los microensayos recogidos en Razón: portería, "La gran piñata", Gomá arremete contra nuestro errático sistema educativo y especialmente contra el plan universitario "a la boloñesa" que pretende formar profesionales en lugar de ciudadanos, "tan competentes como incultos". Y en la etapa escolar, considera que las asignaturas están sobrevaloradas. "Lo más importante de la escuela es la convivencia y el amor al conocimiento, no su acumulación", asegura.Como director de una de las instituciones culturales más prestigiosas de España, Gomá considera que la relación entre filosofía y artes es estrechísima: "El artista, el músico, el poeta, leen el mismo libro de la vida que yo. La única diferencia es que ellos recrean la emoción que les produce, y el filósofo la define".
Hay escritores que son seguidores de otros autores y hay escritores fieles a ideas. Gomá es de los segundos y se define como "una copia sin modelo": "He ido por el jardín de la filosofía escogiendo frutos y flores según me convenía, ya fueran de Sócrates, Platón, San Agustín, Descartes o Pascal", es decir, seleccionando aquellos que le resultan útiles en su búsqueda del ideal de ejemplaridad, que tiene múltiples derivaciones: el ejemplo, el modelo, el deseo, la imitación, la experiencia vital, la finitud, la igualdad y, en su último libro, Necesario pero imposible, la esperanza. Este concepto lo aplica Gomá a una renovación de la inmortalidad del alma humana, un tema tradicionalmente filosófico que ha estado desterrado de la disciplina desde Kant, explica. Con este concepto se cierra la tetralogía que llama Teorema de la experiencia y la esperanza, que editará Taurus de forma conjunta en octubre.