Cuando el pasado Jueves Santo Gabriel García Márquez fallecía en Ciudad de México, tantas veces epicentro de terremotos, las ondas sísmicas de la noticia se propagaban a toda velocidad por el planeta desatando la primera conmoción literaria verdaderamente global de nuestro tiempo. Los telediarios del mundo abrían con la noticia de su muerte (¡un escritor trastocando escaletas televisivas africanas, rusas, anglosajonas, asiáticas, y no digamos en el mundo de habla española!) Nacía en ese instante una velocísima mitología que desde la prensa, los escritores, los políticos y las redes sociales incorporaba a la inmensa figura literaria de García Márquez toda clase de elogios, no siempre ponderados, que llegaban hasta la exaltación patriótica. Los presidentes de Colombia y México, patria natal y adoptiva respectivamente del escritor se disputaban al hijo predilecto, “el más grande colombiano de todos los tiempos” (Santos); “aquel que “enriqueció nuestra vida nacional al hacer de México su hogar” (Peña Nieto). Por cierto que las palabras de Santos fueron muy contestadas.
De Japón a Sudáfrica, de Alemania a EE.UU., la prensa ha despedido al escritor durante varios días. The New York Times llegaba a los quioscos con una foto de García Márquez en primera plana y un artículo de su crítica estrella, Michiko Kakutani, donde ensalzaba al “mago del realismo mágico”de “infinita inventiva” y “omnímoda visión artística”, y lo comparaba con Faulkner y Joyce. Unos días después exclamaba Salman Rushdie en el mismo diario: “Ningún escritor en el mundo ha tenido un impacto similar en el último medio siglo”. En Alemania la noticia abría los informativos y el crítico Andreas Platthaus apostillaba en el Frankfurter Allgemeine: “En resumen, una obra literaria cuya calidad y repercusión muy pocas igualaron en el siglo XX”. En China, donde las ediciones piratas de García Márquez causan furor desde hace décadas en los mercadillos y la publicación oficial de Cien años de soledad vendió un millón de ejemplares en 2013 en apenas unos meses, el fallecimiento copaba todas las portadas de la prensa y motivaba una declaración oficial del Gobierno que calificaba su obra de “tesoro de la humanidad”.
Sus compañeros de profesión, aquí y allá, le siguen rindiendo honores. Elena Poniatowska, premio Cervantes 2013 declaraba en Madrid que “lo que ha hecho Gabriel García Márquez por América Latina es único porque echó a volar e hizo despegar el continente”. Para Isabel Allende, se marchaba “el más importante de los escritores latinoamericanos de todos los tiempos, el gran exponente del realismo mágico, el pilar del boom de nuestra literatura, la voz que le contó al mundo quiénes somos. Todos somos de Macondo”. Y Jorge Volpi lo señalaba como “el más grande narrador en lengua española del siglo XX”.
¿Un escritor tan grande como Cervantes? Nos parece exagerado. Porque sí, estos días a García Márquez se le ha comparado con Cervantes (el novelista puertorriqueño Luis López Nieves lo veía incluso “superior” e imaginaba al autor del Quijote recibiendo al colombiano en el Salón de la Inmortalidad Literaria), y se ha asegurado que es el mejor narrador en castellano del siglo XX. ¿El mejor? Tal vez, aunque ahí está Galdós, que vivió los primeros veinte años de la centuria. ¿El escritor más universal, el de mayor repercusión del pasado siglo? ¿Más que Kafka, Faulkner, Proust o Joyce? Ha sido, en todo caso, el más popular, el más leído. El redoble final consistió en investir a García Márquez como profeta de una nueva religión: “el gabismo”. Y no por cualquiera. Lo dijo su agente, la legendaria Carmen Balcells, a la que le concedemos cualquier desmesura. A qué negarlo: en esta conmoción global ha florecido el ditirambo, por mucho que nos siga emocionando hasta el fin El amor en los tiempos del cólera.
La escenificación del primer duelo literario global ha sido un acontecimiento inédito que demuestra el poder de la literatura y nos indica también que, seguramente, no son los momentos de pasión los más adecuados para ponderar un legado. Los estudiosos, y especialmente las futuras generaciones de lectores, darán su veredicto. De momento, El Cultural publica hoy la valoración sosegada de Ignacio Echevarría sobre la obra de García Márquez, el autor de ese boom dentro del boom.