A Fidel Castro lo han matado muchas veces los rumores, los periodistas y los escritores. El último en hacerlo ha sido J.J. Armas Marcelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) en Réquiem habanero por Fidel (Alfaguara), su tercera novela sobre Cuba. Pero "el Caballo sagrado" es inmortal: "Tantas veces lo han matado en el mundo para después verlo aquí, en la televisión, con una salud de hierro desmintiendo su muerte, muerto de la risa, que es de lo único que se muere el Comandante", dice Walter Cepeda, el protagonista de la novela, un coronel retirado de la Seguridad del Estado -un seguroso, como los llaman despectivamente-. Aunque Raúl Castro gobierna el país desde 2008 -desde 2006 de forma interina-, Armas Marcelo asegura que Fidel aún no ha soltado la rienda del todo, y por eso todo sigue en su sitio, ya que la lealtad al régimen no es tanto por ideología como por culto a su persona. "Cuando Fidel muera de verdad -vaticina el autor- el castrismo se desmoronará, dando paso a una democracia liberal a la cubana. Creo que hay un pacto entre Cuba y Estados Unidos para que así ocurra".



En la novela -aquí puede leer el primer capítulo-, el mundo de Walter se tambalea cuando su hija, que huyó de la isla para establecerse como bailarina profesional en Barcelona, le comunica por teléfono la noticia de la muerte de Fidel. Ella siempre se burló de la lealtad de su padre al régimen castrista, al igual que su ex mujer, y ahora él mismo se plantea, mientras hace memoria de sus años de servicio, si ha valido la pena tanto sufrimiento por el "santuario en ruinas" que es Cuba desde hace mucho tiempo. Ideología y sentido común libran una batalla a muerte en la mente del viejo.



"La Revolución acabó en julio del 89, cuando ejecutaron a Ochoa y De La Guardia. Saturno devoró a sus hijos", afirma el escritor. Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia, dos héroes de la revolución, fueron fusilados por Fidel acusados de narcotráfico, recuerda Armas Marcelo, para ocultar que "todo el ejército se pagaba con dinero del narcotráfico y porque tenía encima a la DEA".



Este y otros "secretos de Estado a voces" inundan el libro, brotando a borbotones de la memoria del coronel retirado episodios y personajes reales, como la famosa pelea entre Fidel, Raúl y el Che en un bungaló de la playa cuando discutían si Cuba debía seguir el rumbo de Rusia o de China. Uno de los rumores más extendidos en la isla dice que los guardaespaldas de los tres acabaron a tiros, y que el Che recibió varios balazos. Tras el episodio, cuentan que tuvo que pasar seis meses recuperándose de sus heridas. Otros dijeron que estuvo hospitalizado por paludismo o dengue, pero para Armas Marcelo, la prueba más fiable de que la balacera fue real es que la gente tiene pánico a hablar de aquello.



El escritor canario es un gran amante y conocedor de Cuba. Su relación con la isla, que comenzó siendo muy niño, se hizo cada vez más fuerte. En 1985 la visitó por primera vez, trabajando para TVE. "Entre 1992 y 2000 fui a Cuba 26 veces. Es cierto que me hospedaba en el mejor hotel, el Cohíba, pero me conocía La Habana como un habanero más", asegura el autor, desmintiendo "eso que decían de que escribía desde el hotel". La estrategia del régimen cubano con Armas Marcelo, asegura, consistió en dejarle entrar en la isla para que se fuera convenciendo poco a poco, pero no lo consiguieron. "A mí el totalitarismo del castrismo siempre me olió a jesuita. Yo estudié en un colegio de la orden, igual que los hermanos Castro y sé cómo son. Siempre lo decía, riéndome: 'Estos son unos jesuitas con botas'".



Intelectuales muertos de tristeza

Con este libro, Armas Marcelo cierra una trilogía de la que también forman parte Así en La Habana como en el cielo (1998) y El Niño de Luto y el cocinero del Papa (2001). Desde 2000 no ha vuelto a pisar Cuba porque se lo prometió al primer intelectual disidente del castrismo, Guillermo Cabrera Infante, a quien dedica el libro y con quien trabó buena amistad. Además de él, también aparecen en el libro otros ilustres disidentes, como los poetas José Lezama Lima, Virgilio Piñera, "que murieron de tristeza, como recogió Cabrera Infante en Mea Cuba", y Heberto Padilla. Este último fue encarcelado y obligado a firmar una dura Autocrítica renunciando a toda su obra en 1971. Después de eso, consiguió exiliarse en Nueva York, aunque nunca se recuperó de la humillación. En la novela, entrelazándose realidad y ficción, es interrogado por el propio protagonista. "El caso Padilla hizo que los intelectuales que en todo el mundo aún simpatizaban con el régimen de Fidel Castro, se quitaran la venda de los ojos, empezando por Vargas Llosa. Otros no lo hicieron hasta lo de Ochoa, como García Márquez".



Cuando lo de Padilla, Armas Marcelo se quitó también para siempre la camiseta del Che, "que en realidad era un asesino, un loco y un homófobo absoluto", asegura el escritor. En el libro, Armas Marcelo cuenta cómo el Che tiró al suelo y pateó los libros de "ese maricón de Piñero", furioso al ver que seguían en las estanterías de la embajada cubana en Argel, "un episodio que sabe todo el mundo, lo ha contado Juan Goytisolo y mucha gente, pero nadie dentro de una novela".



Armas Marcelo ha estudiado a fondo la literatura cubana, "tanto la del exterior como la del interior". De los de dentro destaca a Leonardo Padura, "un novelista excepcional". Pero vivir y publicar en Cuba no significa necesariamente ser adicto al régimen, aclara. "Normalmente, los que se dejan someter por la política son muy malos escritores, en Cuba y fuera de Cuba. La literatura para ellos es un medio, no un fin. Los mejores escritores cubanos han escrito sus mejores obras en su época de rebeldía".



El autor de Réquiem habanero por Fidel ha tirado de memoria y archivos personales para construir esta novela. Cuando escribía su anterior libro, La noche que Bolívar traicionó a Miranda (2012), cayó de súbito en la cuenta de que el Comandante estaba a punto de morir y aún no había terminado su trilogía sobre Cuba. Así que aparcó el libro que tenía entre manos, se puso a escribir este de forma torrencial y en diez meses lo acabó. Lo que prepara ahora es el primer tomo de sus memorias, pero calcula que tardará unos tres años en publicarlo. "Primero tengo que entrar en la Academia, el año que viene seguramente...", ríe el escritor.