En Los bosques tienen sus propias puertas, Yushimito presenta un conjunto heterogéneo de cuentos. Algunos se ajustan al universo conocido, como "75, Calle Prince Edward", que se adentra en el género del suspense. Utilizando un estilo y una narración de corte tradicional, el autor revela sus dotes para el misterio desde una tranquila narración externa cuya pirueta final deja al lector desconcertado. En "Rizoma", sin embargo, se cuenta una historia inquietante sobre la invasión de los cinocéfalos que satiriza el desmedido gusto actual por la gastronomía de vanguardia. Y en "Los climas extraños" asistimos al desconcierto de un inquiendespertarse, descubre cambios en su anatomía facial. Primero es la nariz; luego una hirsuta barba que, a pesar de ser claramente visible en la imagen del espejo, es inexistente al tacto. El recuerdo de Kafka es evidente, y también lo es el alarde pseudounamuniano por el que el personaje concluye: "¡Era padre de mí mismo!".
En los relatos se frecuenta la intertextualidad. Aparecen referencias, a veces implícitas, a Pinocho, a El diablo sobre ruedas, de Spielberg, a la La invasión de los ultracuerpos o a Thelma y Louise, lo que unido a la ironía, al humor, al suspense, a la experimentación con el lenguaje y a la fascinación de algunas tramas, mantendrá viva la atención del lector.