Ernesto Calabuig Foto: María Castro
Siendo ya traductor y crítico conocido, Ernesto Calabuig (Madrid, 1966) pasó a la escritura narrativa. Darse a conocer superada la juventud proporciona a su visión del mundo una solidez que se refleja en una obra homogénea que responde a inquietudes unitarias. El tiempo es el gran tema de sus relatos iniciales, Un mortal sin pirueta. Su siguiente libro, Expuestos cuenta la escritura de una novela a partir de una indagación en la memoria. Los 13 relatos reunidos en Caminos anfibios inciden en su mayor parte en idénticos intereses: el pasado, el recuerdo y la literatura. Este bucle de motivos se trenza con otras llamativas insistencias del autor: el mundo germánico y abundantes referencias culturales. Viene así a ser el nuevo libro de Calabuig como la síntesis de una indagación reflexiva sobre la experiencia de la vida observada a través del contraste entre el ayer y el hoy y de los efectos que todo tiempo pasado causa en otro posterior.Que el mundo narrativo de Calabuig sea sólidamente unitario no quiere decir que resulte plano. Varios rasgos le proporcionan suficiente variedad. Eso ocurre con los diversos tonos de los relatos, reflejados en sus oportunas medidas. Hay visiones sintéticas cercanas a la poética del microrrelato que se liquidan en un par de folios escasos. Otras son analíticas y dan pie casi a una novela corta. Esta andadura calmosa (que se presta al juego del realismo y del sueño) le va muy bien al instinto narrativo del autor y enlaza con otra nota básica de cómo entiende la narración. Calabuig pertenece a los narradores que creen que un relato ha de contar una historia (aunque también le gusten la alusión y la elipsis) y sus cuentos añaden el aliciente de sólidas anécdotas, en las que cuida el análisis psicológico de los conflictos que actúan como revulsivo de los protagonistas.
Pero el centro del libro, y de la poética del autor, está en mostrar personajes cultos (escritores, artistas, un editor y hasta un crítico) de efervescente actividad reflexiva. Suelen tener como referencia vital la propia literatura y a menudo se contrasta lo que ocurre con el recuerdo preciso de un cuento o novela. En ese magma exclusivista afloran historias iniciáticas o de maduración, y casi siempre se recalca el contraste entre las etapas de la vida. No es casual que muchos personajes anden por la edad del autor. Así éste añade la veracidad de un sustrato autobiográfico a una visión a la vez filosófica y emocional del paso del tiempo. Calabuig reivindica la necesidad de la memoria y suscribe con un sentido positivo el azoriniano "vivir es ver volver".