Ignacio García-Valiño.

Ignacio García-Valiño murió en Marbella el pasado sábado a causa del cáncer cerebral que padecía. Tenía 46 años y no le dio tiempo a disfrutar, o al menos no del todo, de la recepción de su última novela, El ruido del mundo, publicada por Plaza & Janés hace apenas un mes. En este libro retomaba García-Valiño algunos de sus intereses habituales -el mal, la psicología, la educación-, y había ahí, como en casi todas sus novelas, mucha porción de sí mismo: la protagonista, esta vez, era una psicóloga que trataba de explicarse -y explicarnos- el mal, y sus orígenes, poniendo en observación a un paciente con un pecado terrible.



"Con la psicología -nos dijo en su última entrevista- adquiero experiencias de las que se enriquece mi literatura, pero, a la vez, la literatura me ayuda a abordar conflictos desde varios puntos de vista, a verlos desde enfoques creativos". Confiaba, así pues, en el poder de los libros, para él fuente de educación y riqueza: "Mi formación se la debo, más que a las clases, a una biblioteca muy buena que había en mi universidad", nos contó. Según declaró alguna vez, veía la literatura como un campo abierto, libre, repleto de posibilidades, un campo al que recurrir para educarse y, también, un lugar propicio para alcanzar la felicidad.



A los libros acudió a por respuestas. Le interesaba la problemática de los niños difíciles (por distintas causas) y el acoso escolar, que él sufrió de pequeño y que, según dejó dicho, le provocó traumas, estragos psicológicos que arrastró durante toda su madurez. Cuentos como El Cárabo, de su primer libro, abordan de frente este pasado difícil que volvía a él con la recurrencia de una obsesión. También en Querido Caín, recientemente adaptada al cine, emprende la búsqueda del origen del mal en la figura de un niño, y en El ruido del mundo, esta última novela, el hijo de la protagonista es una especie de dictadorzuelo casero que tiene a su madre atemorizada con una serpiente doméstica.



Escritor versátil y elegante, García-Valiño era además guionista y psicólogo y trabajaba en el mundo de la educación. Empezó a escribir siendo muy joven y pronto destacó como un excelente narrador. En 1993 ganó el premio Isabel de Portugal por su libro de cuentos La caja de música, que publicó con tan solo 25 años. Tras esos primeros relatos, escribió las novelas La irresistible nariz de Verónica (1995. Premio José María de Pereda), Urías y el rey David (1997), La caricia del escorpión (1998. Finalista del Premio Nadal), Una cosa es el silencio (1999), Las dos muertes de Sócrates (2003) y El corazón de la materia (2008). Con Querido Caín ganó el Premio Ciudad de Torrevieja en el año 2006. Antes de su última novela, había publicado un ensayo sobre adolescentes conflictivos, que tituló Educar a la pantera (2009).