Francisco Umbral

Antonio Lucas dirige en El Escorial un curso en el que, junto a Manuel Vilas, Manuel Jabois, Marta Sanz, Raúl del Pozo y Juan Soto Ivars, analizará el legado del autor de La leyenda del César Visionario

"Fue el último de una generación de escritores que conocieron una forma de vivir el periodismo que ya no está". Antonio Lucas tiene claro por qué hay que reivindicar a Umbral. Con él, dice, acabó una estirpe de periodistas, o de escritores en periódicos que, al paso de muy distintas crisis, ha ido mermando hasta quedar en nada: "Lo que ahora tenemos delante gasta otros estímulos, otras intensidades, otras carencias y otros vértigos, pero lo que vivieron tantos de los que escribieron los periódicos de hace 40 años (desde Ruano a Umbral, de Azorín a Vicent, de Cándido a Raúl del Pozo, de Carandell a Rigalt, de Vázquez Montalbán a Maruja Torres, de Martí Gómez a Martín Prieto) han cerrado (o están asistiendo al cierre) de una era de la prensa escrita. Eso es ser el último de la fiesta". Y por eso titula así ("El último de la fiesta") el ciclo que dirige sobre el autor de Las ninfas en El Escorial los próximos 21 y 22 de julio. "No es un título que disponga a la nostalgia -añade Lucas-, sino que certifica el punto y final de una actitud dentro del oficio".



Así que aquello terminó. Azorín murió. Ruano murió. Umbral murió. No hay nostalgia, pero sí un intento de sobrevivir de algún modo a la resaca. Metabolizar esa herencia, y en el caso de Umbral, aprender y no caer, destruido, en el intento. "Sabemos que Umbral es estilo, prosa, hallazgos y demás, pero a mí eso me interesa como espectador, nunca como imitador o posible influencia, entre otras cosas porque tratar de acercarse estilísticamente a Umbral, que era muy suyo, es un fracaso seguro", dice Manuel Jabois, que intenvendrá el primer día. Sostiene el gallego -y en esto coinciden casi todos- que, de Umbral, lo valioso fue la mirada: "Su trabajo sobrevive porque miraba muy bien, de forma muy original, y ofrecía una actualidad que fuese la que fuese siempre llevaba un sello muy personal, unos perfiles muy exactos, muy literarios, muy divertidos, de noticias o personajes que no resistirían en manos de cualquier otro un breve del periódico".



La mesa redonda del lunes se titula "Umbral versus Saturno, o cómo devorar al padre". Intervendrán Lucas, Manuel Vilas, Jabois y Juan Soto Ivars, y hablarán sobre la necesidad (o no) de superar al maestro. "Es cierto que cuando hubo alguien tan invasivo de estilo, lo normal es alejarse un poco, salir de esa jurisdicción para no contaminarse de más", opina Lucas. El periodista y poeta, ganador del Loewe por Los desengaños, cree necesario atender, primero, en las columnas del Cervantes, a aspectos como la audacia de la construcción o "su relojería", pues bien mirado, dice, hay más sorpresas ahí que en la palabra. "Detesto la expresión matar al padre", completa Soto Ivars. "Se abusa de ella y oculta ignorancia, desprecio y desinterés. Pero en el caso de Umbral es quizás una expresión pertinente. Entre los del gremio de la columna hay cierta tendencia a Umbral, que es tendencia a Camba y a Larra. Pero tiene una necesidad de matar a Umbral quien vive obsesionado con la originalidad. Yo no quiero ser original. Diré a los alumnos que estudien a fondo a los maestros antes de tomar la decisión de rebelarse contra ellos. Prefiero medirme con los grandes, aunque resulte humillante la mayor parte de las veces, a poner la mano sobre mi cabeza, mirar la marca de la mano en el vacío y considerar que he dado un buen estirón".



Prosista libre



Umbral, junto a la tumba de Larra en 1998. Foto: El Mundo.



Dicen los ponentes que se echa de menos la actitud de Francisco Umbral. Su visión libérrima del oficio de escritor. Su arrojo en el folio, o, como le afeó una vez Pérez Reverte, su valentía "desde el cobijo de la tecla". Para Manuel Vilas, "su legado no solo es literario, también es moral, en el sentido de que Umbral fue un escritor sin miedo, sin penumbras, sin límites". Y por ahí se ganó Umbral sus antipatías. Él atribuía los ataques recibidos (polémicas como la que tuvo con Marsé, que acabó diciendo aquello de la prosa-sonajero) a la envidia. "Todos los días noto quién me plagia -decía en una entrevista con El Cultural por Un ser de lejanías-, quién me roba una palabra, un adjetivo, un giro sintáctico, pero no me molesta en absoluto..." También, en otra ocasión, declaró: "Escribo para blindar de literatura mi soberbia". Así era Umbral.



De Umbral nos gusta su libertad, decíamos. O como dice Marta Sanz, "su intrepidez en el uso del lenguaje, su falta de complejos para desarrollar una escritura lírica y, sobre todo, su capacidad para transformar la materia autobiográfica en un tema interesante". Y su estilo libre, de escritor que escribe como mea (Delibes) y busca la poesía donde, en principio, no tendría que estar. "Es un autor consciente de que, al utilizar la propia vida en los libros, su pacto es con la literatura y no con la verdad, y de que el lenguaje saca del espacio de la pornografía el poco interesante exhibicionismo del selfie", dice Sanz. La prosa le viene de un oído extraordinario que educó a fuerza de contar versos con los dedos y recitar en voz alta. Umbral era un gran prosista, pero, como dice Vilas, "no se es un buen prosista, ni se es un buen narrador, si no se es antes buen lector de poesía". A Umbral hay que buscarlo en su prosa, pues ahí está su verdadero "sentido poético del mundo".



Vilas hablará de Umbral y de España, de Umbral en España, de su relación con un país cuyo retrato contribuyó a perfilar durante décadas de textos casi diarios. A Umbral le preocupaba España porque era su alrededor. "En esto era un poco el heredero de Valle-Inclán", dice el autor de Aire nuestro. "Le interesaba España por una razón bien sencilla: vivía en España. Su relación con España fue de amor y de odio, pero con indulgencia, y con pasión". Y todo ello, y junto, añade Lucas, dio como resultado "una obra que alcanzó cotas extraordinarias de acierto en el retrato social del país". Así que la idea es escarbar ahí: "Hasta ahora se ha hecho de él una estatua ecuestre entre el lugar común y el academicismo de ciertos exégetas profesionales. La idea de este curso es reunir a un grupo de escritores y periodistas muy dispares, de distintas generaciones, y ver qué sucede con la obra y la estela de Umbral entre aquellos que lo conocimos ya como mito del articulismo, pero o le tratamos poco o no le trataron nada. Desde esa distancia en limpio es más interesante la aproximación".