¿Sobre qué trata Catalanes todos (Tusquets)? Lo resume su autor: "Sobre el franquismo en Cataluña, y los catalanes franquistas, y sobre la admirable conversión de un notable segmento de estos en demócratas y catalanistas de toda la vida". Ahí está el tema, y el tono de un libro que quiere dejar al descubierto a aquellas familias que vivían tan bien con Franco como, después, cuando estaba muerto, contra él.



La obra tiene como esquema vertebrador las quince visitas del dictador a Cataluña, y a partir de ellas Pérez Andújar va registrando cómo evoluciona una sociedad, la catalana, en la que, dice, siempre mandan los mismos y en la que, a la postre, ya en democracia, aquella elite franquista abandonó lo uno (el franquismo) para alistarse en lo otro (el catalanismo), y así servir a muy parecidos intereses con las palabras, eso sí, que siempre habían utilizado: honor, dignidad, sentimiento, patriota, nación, patrimonio...



La presente obra es una reescritura a fondo del libro homónimo que el autor publicó en 2002. A continuación ofrecemos las primeras páginas:




Juego de patriotas

Introducción



Franco hizo quince visitas a Cataluña en cerca de cuarenta años, lo que sale a una visita cada 2,666666667 años. Hay quien ve menos a su familia. La cifra tiene algo de diabólica; pero no lo digo ahora para insinuar que Franco fuese un embajador de Satanás, ni siquiera que tuviese cuernos, ¡con esa mujer!, o rabo. Por cierto, algunos aseguran que, al igual que a Hitler, al Caudillo le faltaba un testículo. El huevo de Franco, el huevo de Colón, los huevos en las torres del Museo Dalí en Figueres, los huevos mandados de Trillo desde la presidencia del Congreso, los huevos pasados por agua de las piscinas Picornell... España es un país donde se usa mucho los huevos. ¡Si hasta la comida favorita de nuestro rey Juan Carlos I son los huevos!



Cuando Franco venía a Barcelona, o iba a cualquier otro sitio (tampoco mucho más lejos), las masas salían a recibirle con visible alborozo y algarabía. Muchos acudían porque los enviaban desde el trabajo: la oficina, la fábrica, el ministerio, la diputación, el ayuntamiento... Valga como ejemplo este ladillo de La Vanguardia Española del jueves 18 de junio de 1970, fecha en que tuvo lugar la última, y no por ello menos aplaudida, visita del Caudillo a Cataluña:



A PARTIR DE LAS CUATRO DE LA tarde, festivo, abonable y sin recuperar



Lo mismo hacían en las escuelas con los niños. Les daban fiesta para que llenasen las calles por donde iba a discurrir la comitiva. Pero a ciertos particulares, sospechándose de ellos que con mucho gusto hubieran asistido al evento para pegarle un tiro o cuando menos maldecir y escupir a Franco y a su séquito, iba la policía a buscarles a sus casas y les metía en la cárcel mientras duraba la visita. Hubo ocasiones en que Franco permaneció más de un mes en Barcelona.



Y sin embargo..., existió asimismo un gran número de buenos catalanes que de todo corazón salieron a las calles en mangas de camisa y con pancartas para vitorear al Caudillo que les había llevado a la victoria en la Cruzada contra el comunismo, el judaísmo, el liberalismo, el separatismo, el ateísmo, el volterianismo, el urbanismo, el botulismo, el aeromodelismo, el onanismo..., y contra toda esa España que no dejaba a los españoles serlo como Dios manda. Sobre el franquismo en Cataluña, y los catalanes franquistas, y sobre la admirable conversión de un notable segmento de estos en demócratas y catalanistas de toda la vida, trata el presente libro (dicho sea lo de presente sin connotaciones nacionalsindicalistas).



Los catalanes franquistas que salieron con vida del frente, o de los paseos, o de las checas, o del dulce exilio en la zona sublevada o en la Europa asombrada (de sombra, no de asombro) por el nazismo, serían acabada la guerra los dirigentes de la reconstrucción nacional en Cataluña. Muchos eran ricos de antes, pero otros hicieron su fortuna mediante la especulación, las influencias, la estafa, el desfalco..., aprovechándose de los privilegios que les brindaron cuarenta años de una dictadura militar llena de cárceles, torturas, exilios, fusilamientos, garrotes viles... Tales personas, tales familias son, sobre todo, las que han inspirado este libro. Y por eso salen en él.



Se ha vuelto lugar común decir que los estudiantes de hoy apenas conocen que en España hubo una guerra civil declarada y ganada bajo la bandera del fascismo. ¡Pues menuda barbaridad! No resulta muy bonito enterrar la Historia en la fosa común de la ignorancia. Me parece que no hay herencias recibidas sino memorias históricas (las herencias son cosas de los ricos). Cada generación reescribe la historia como le toca, y cada gobierno la subvenciona a su manera. Ha cobrado auge la interpretación histórica que presenta la contienda del 36 como una guerra de España contra Cataluña. Contra esto también está escrito este libro. Por la misma razón que el Tercio Nuestra Señora de Montserrat no era Cataluña, Franco nunca fue España. Cataluña y España tuvieron que hacer el mismo viaje hacia el exilio, hacia la nada; eran Carles Riba (este con su mujer, la poeta Clementina Arderiu) y Antonio Machado (este con su madre y su hermano José, el pintor) andando juntos, hombro con hombro, dedicándose versos voz con voz, el mismo camino del éxodo, rumbo a Francia. Me da rabia que los vivos quieran saber más que los muertos. El victimismo es la usurpación del dolor de las víctimas. En Cataluña, muchos catalanes llevaron al paredón a otros muchos catalanes y persiguieron enconadamente (algunos, encoñadamente) el uso público de su propia lengua. El victimismo es el otro lado del espejo del tan rastrero "y tú más" de la política actual. Es el "y yo más". ¿A qué nos ha llevado en Cataluña este "y yo más"? Pues a eso, a yo y a Mas. Permítanme una última nota, esta sobre la confección de los capítulos que componen el libro (caramba, ahora escribo a la manera de Federico Carlos Sainz de Robles). Bueno, aquí va la nota. Durante los cuarenta años de dictadura franquista, permaneció en Cataluña un grupo social que vivió a cuerpo de rey (o de general). Era nuestra alta sociedad, incapaz de ponerle punto final a la guerra del mismo modo que se veía incapaz de acabar la Sagrada Familia. Para recrear muchas de las escenas aquí pintadas en las que esta gente aparece, me he documentado en los ecos de sociedad que en aquellos años publicaba la revista ¡Hola! Las puestas de largo en el Liceo de las niñas pertenecientes a familias bien, las peticiones de mano de las más rimbombantes dinastías catalanas, los torneos y las competiciones del exclusivo Real Club de Polo, la junta de damas de la obra Mejoramiento Moral y Material de la Clase Obrera, las magníficas cenas y bailes en los salones del Ritz... Así era el estilo de vida de los que apoyaron a Franco cuando se sublevó y durante los cuarenta años en que gobernó con mano incorrupta y brazo de hierro, y ninguno de ellos estaba dispuesto a perderlo, ni antes ni durante ni ahora. Al fallecer el Caudillo, muchas de estas personas siguieron con vida (pues tampoco era plan de inmolarse como la corte del faraón); pero tuvieron que asumir los cambios que traía el nuevo régimen político. (Sirva como metáfora de dichos cambios el anuncio de cera abrillantadora de la época: "¿Qué, Manolo, coche nuevo? ¡No, hombre, no, Rally!".) El caso es que una gran parte de los antiguos franquistas encontró un camino de salida respetable (no como el doloroso camino pirenaico de los poetas Riba y Machado) en el nuevo catalanismo democrático. Lo defendieron, eso sí, con las mismas palabras que siempre habían utilizado: honor, dignidad, sentimiento, patriota, nación, patrimonio... Y lo hicieron desde los ayuntamientos en los que nunca habían dejado de mandar, desde las diputaciones donde jamás habían dejado de intrigar, desde los liceos y los palacios que tenían como exclusivamente suyos, y también desde los puestos de responsabilidad que acapararon en las nuevas instituciones, tanto creadas como recuperadas. En todos esos sitios han seguido hasta el final de sus vidas, y algunos todavía siguen.



Y ahora sí, para poner punto final a esta introducción, sólo me resta precisar que buena parte de los acontecimientos que dan pie a las escenas narradas es verídica. El baile de los Italianos, la encuesta de las Camitas Blancas, la corrida de toros en el Ensanche, el baile de disfraces infantil, el tributo a Juanita Reina..., todo eso sucedía en la Barcelona franquista, por lo menos, una vez al año. Y se tra ta tan sólo de una pequeña porción entre todo lo que se podría contar. Lo que sí me he sacado de la manga ha sido el motor dramático, es decir, las aventuras y los diálogos. A lo mejor he acertado en algo; pero eso debe atribuirse a la casualidad. Pura chiripa.



Quiero advertir, también, que los nombres y apellidos que aparecen en estas páginas pertenecen, en su mayoría, a personas de carne y hueso, aunque de muchas de ellas hoy sólo queden los huesos. Y un poco de polvo, mas no enamorado. Para saber cuándo uno de los nombres citados ha sido tomado de la realidad basta con hojear un periódico actual o leer algunas listas electorales. Si están ahí, es que existieron. Si no aparecen, también existieron. De la historia no hay manera de zafarse. Sin embargo, otros sólo han existido en estas páginas. Y en mi imaginación. Y espero que, a partir de ahora, en la de ustedes.