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"Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con cincuenta, había muerto en mayo, y ahora se abría ante nosotros un futuro incierto pero también prometedor". De ahí, de ese momento concreto de la adolescencia de un hombre, parte el relato del protagonista de El balcón en invierno (Tusquets), un escritor fatigado ante su próximo libro que se pregunta, un día, por qué escribe, ahora, y por qué decidió hacerlo a partir de cierto momento del pasado. Asomado al balcón, debatiéndose entre la vida que bulle en la calle y la novela que ha empezado a escribir pero que no le satisface, el escritor se deja llevar por los recuerdos y se remonta a su infancia en una familia de labradores en Alburquerque (Extremadura), y a su adolescencia en el madrileño barrio de la Prosperidad.Este relato de Luis Landero quiere esclarecer, desde el origen de una personalidad, las causas por las que un chico humilde, de provincias, un chico que creció en una casa en la que apenas había un libro, decide, entrado en cierta madurez, convertirse en escritor. Y todo a través de sus vicisitudes laborales en comercios, talleres y oficinas, mientras estudia en academias nocturnas, empeñado en ser un hombre de provecho, pero a la vez tentado por su imperecedera vocación.
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