Imitadores de Elvis Presley en Yoyogi Park, Tokio

Llega J. J. Armas Marcelo a Tokio. Una semana en Japón para tomar el pulso a la ciudad. El traductor Ryukichi Terao es su cicerone en este viaje que narrará en este diario de impresiones y andanzas literarias. Hoy: del Yoyogi Park a una comida con carne de cangrejo y té verde.

En Tokio hay 80 personas hospitalizadas por "dengue". Creen que el brote se produjo en el Yoyogi Park, en el extremo oeste de la gran avenida Omotesando (que significa "Camino de peregrinación"). El Yoyogi Park es un gran jardín tokiota donde habita dormido en el tiempo el templo Maiji. Estuvo cerrado en el verano por el brote de la enfermedad tropical y hace unos días han vuelto a abrirlo. En una de sus explanadas, a la salida del parque, se reúnen todos los fines de semana decenas y hasta cientos de imitadores del Rey, Elvis Presley, que bailan enloquecidos al son de la música. Con sus uniformes de cuero negro, rockeros de todas las edades, sus botas negras de charol, sus camisas negras y sus pañuelos rojos al cuello, y sus canciones estridentes.



Es un espectáculo único de música y danza, que dice hasta qué punto la influencia del mundo occidental, exactamente norteamericana, es inmensa. La gente joven se arremolina, se divierte y aplaude a los Elvis tokiotas. Hay que ver ese fenómeno para creérselo. Un país tan profundamente tradicional que se abrió al mundo entero tras la Segunda Guerra Mundial y se puso a la cabeza en muy pocos años. Un país organizado, sin olvidos, con memorias e identidad, con sus manías y sus grandes virtudes. La limpieza, la educación y una cierta exquisitez y condescendencia en el trato cotidiano y urbano.



¿Quién es el escritor más conocido en Japón de todos los que escriben en español?, García Márquez, me contesta Ryukichi Terao, traductor de Carlos Fuentes, Cabrera Infante (¡Tres tristes tigres en japonés!), Vargas Llosa, Sergio Ramírez, Jorge Edwards; traductor al español de Kenzaburo Oé, a quien conocí personalmente de su mano hace un par de años en esta ciudad. ¿Y de España?, vuelvo a preguntarle. Tal vez Ruiz-Zafón, tal vez, me dice con ciertas dudas. ¡Y, por supuesto, Cervantes, de eso no hay duda!, exclama riéndose. La última novela de Murakami, añade Terao, ha sido un éxito, un triunfo editorial y literario, pero del anterior se comieron la edición completa.



Lo demás hoy, una gran fiesta: conversación y comida japonesa: Sabhu-Shabu, deliciosa carne de cangrejo y carne, cocidas en caldo ardiente con verduras japonesas. Y té verde. La frontera de la felicidad para un escritor occidental recién llegado a esta hermosa ciudad, una frontera de cristal, siguiendo el título del libro de ensayos de Carlos Fuentes.