El centenario de Julio Cortázar se celebra estos día en el Instituto Cervantes de Tokio.
Segunda entrega del diario de Tokio de J. J. Armas Marcelo. Hoy: homenaje a Julio Cortázar, el "Gran Cronopio", en el Instituto Cervantes de la capital japonesa. Y para terminar, empanada argentina con sake "Gorrión de bambú".
Sostuve con pulso que, pese a todos los grandes relatos de Cortázar, el mejor de todos ellos era Rayuela: cada capítulo de Rayuela es un cuento maravilloso; que era, además, el más poético de todos los Beatles del Boom: que era John Lennon. Y que, por eso mismo, su literatura era la más musical. Estuvimos de acuerdo todos en que Poe, Joyce, los libros de Alicia, la poesía surrealista, le novela policial y negra, el cuento interminable y eterno de Peter Pan y la música de jazz eran los componentes fundamentales del gran juego del inventor de palabras, frases y lenguas: el Gran Cronopio. Antonio Gil, director del Instituto Cervantes, puede estar contento: el salón de actos estaba lleno de lectores tokiotas que atendían con interés inusitado las explicaciones de los profesores literarios, y dos escritores "extravagantes", como nos llamó Terao en su exposición a Fresán y a mí. Un lector japonés se atrevió a decirnos que el principio de Rayuela era un velado homenaje a Agatha Christie, una sorpresa más dentro de este episodio sorprendente. "¿Y Continuidad de los parques?", me preguntó. "El mejor poema de Cortázar", le dije: cada frase es un verso.
Al final, vinos y empanadas argentinas. A pesar de todo, cenamos cocina japonesa, con sake "Gorrión de Bambú" y otras exquisitas excentricidades. Y, encima, como escribiría Hemingway en plena batalla de París, buen tiempo en Tokio. Es decir, casi la felicidad en un día insólito.