Sam Byers
- Aquí puedes leer y descargar el comienzo del libro
Mordaz, irreverente y divertida, Idiopatía narra la historia de Katherine, una mujer entrada en la treintena cuyos traumas emocionales la han convertido en un ser cínico y desorientado, marcado por freudianas tensiones familiares y por una ruptura amorosa. Detesta su trabajo y se arrepiente de haberse mudado de Londres a Norwich -de donde es oriundo el autor-. Desencantada de todo, rompe sus propias normas y entra en la espiral de lo que ella considera "caer bajo".
"Katherine apareció completa en mi cabeza desde el primer momento. Tuve clarísimo que iba a ser un personaje duro y complicado, y ha sido muy divertido escribirlo. Siento frustración cuando veo personajes femeninos escritos por hombres desde un punto de vista condescendiente. Antes o después aparece un personaje masculino, como si fuera una especie de epifanía para la mujer. Eso da lugar a patrones demasiado obvios", explica Byers, que colabora habitualmente en Granta, The Times Literary Supplement y The New York Times.
Claustrofobia mental
El nudo de la trama surge cuando Nathan, amigo común de Katherine y de su ex novio, Daniel, regresa de una larga y misteriosa desaparición. Entonces se produce un encuentro entre los tres para ajustar cuentas con el pasado. Byers trata a sus personajes con una mezcla de acidez y ternura, ya que ellos mismos son un compendio de emociones contradictorias, y a menudo muestran una personalidad al exterior que no se corresponde con lo que sienten en su fuero interno. "Katherine es dura, difícil y hostil por fuera, pero por dentro es vulnerable y solitaria. Daniel, por su parte, es sensato, racional y correcto de cara a la galería, pero por dentro está hecho un lío y es incapaz de ser honesto consigo mismo", detalla el autor.Como contrapunto de la trama principal, sobrevuela por la novela una extraña enfermedad que afecta a las vacas: "Este elemento me sirve para mostrar la claustrofobia interior de los personajes. Por muy grande que sea el riesgo exterior, a ellos les da igual y siguen encerrados en sus problemas y sentimientos". Además, el autor aprovecha la enfermedad del ganado para hacer una sátira del ecologismo radical: "Soy conservacionista, por supuesto, pero desde que el ecologismo se ha convertido en una moda, hay gente que se aprovecha para abanderar una causa noble cuando lo que quieren en realidad es alimentar su ego y creerse moralmente superiores a los demás", critica el escritor.
Diálogos fallidos, diálogos realistas
Uno de los objetivos del libro, explica Byers, es mostrar el fracaso de los personajes a la hora de entender a los demás, lo que los aboca a la soledad y el aislamiento. "Quería que quedara claro cómo funciona ese mecanismo a través de diálogos fallidos. Estoy harto de ver novelas con magníficos diálogos, con frases muy largas, donde los personajes se entienden de maravilla y hay una empatía enorme". En cambio, los diálogos de Idiopatía son realistas, directos, entrecortados, con influencia del guión audiovisual. "Soy un gran fan de las series cómicas de televisión y, especialmente, de los diálogos trepidantes de las películas y series norteamericanas. Soy gran admirador de Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casa Blanca), de Glengarry Glenn Ross, de David Mamet, y de Larry David (Seinfeld, Curb Your Enthusiasm). Mi generación ha crecido con los diálogos televisivos. Creo que, en comparación, los diálogos de la novela más tradicional empiezan a parecer un poco forzados. David Foster Wallace fue un gran renovador en este sentido, tanto sus diálogos como su prosa han sido una importante influencia para mí".Idiopatía no nació de un "flash de inspiración", sino de "pequeños fragmentos de vida diaria" que, de repente, encontraron un sentido y se unieron. "Mucho surgió de las conversaciones con mis amigos acerca de los cambios en nuestras vidas, de cómo es estar en la treintena, de las nuevas sensaciones que experimentamos y de dónde estamos ahora y dónde pensábamos que íbamos a estar cuando tuviéramos esta edad".
Byers intenta ignorar todo lo posible este éxito inesperado: "Me queda mucho por escribir y no quiero caer tan pronto en la autocomplacencia". Además, después de tres años y medio de escritura, la relación con la novela se vuelve tóxica, como las que se relatan en sus páginas, y lo mejor es romper. "Desde el instante en que entrego el original al editor, lo bueno o malo que le pase al libro, es mérito o culpa del libro, no míos".