Etgar Keret. Foto: Elena Palacios.

Cuando la amenaza se convierte en algo crónico, el miedo se disipa. "Aquí tenéis árboles, allí tenemos ataques terroristas". Esa es la única diferencia entre un paseo por Madrid y otro por Tel Aviv según el escritor israelí Etgar Keret (1967), uno de los autores más leídos en su país. Es conocido sobre todo por sus libros de cuentos y por su faceta como guionista de cine y televisión. También ha publicado una novela, tres cómics y un libro infantil. En esta ocasión visita España para presentar Los siete años de abundancia (Siruela), un libro compuesto por 35 crónicas de su vida personal escritas entre el nacimiento de su hijo y la muerte de su padre.



En una cotidianidad tan extrema como la de Israel, lo personal apenas se distingue de lo nacional. "Llega un punto en que asumes la realidad con naturalidad, dejas de cuestionarla", explica Keret, y pone un ejemplo muy claro de la automatización de esa doble realidad: "Mi mujer y yo estamos discutiendo y diciéndonos de todo. Suena la alarma antimisiles. Vamos corriendo al refugio, la ayudo a acomodarse, nos cuidamos. Cuando pasa el peligro, salimos y seguimos discutiendo como si no hubiera pasado nada".



Si en un escenario así colocas a una persona con una mirada única para captar esa realidad, y además es propensa a vivir situaciones inverosímiles incluso para el baremo israelí, el resultado es un material literario de primera. "Todo sucedió tal como lo cuento, salvo un sueño que tuve con Ahmadineyad, que exageré para añadirle una luz más grotesca", asegura el autor de De repente llaman a la puerta.



Los textos reunidos en Los siete años de abundancia son pinceladas conmovedoras, divertidas, dramáticas y satíricas de su vida y de la memoria familiar, desde una discusión sobre los valores morales del famoso juego Angry Bird a un accidente que sufrió por culpa de un taxista imprudente -las anécdotas con taxistas son abundantes en el libro-; de la visita de su padre, superviviente del Holocausto, a la mafia calabresa en 1946 para comprar armas para el Irgún, el brazo armado del sionismo, a la conversión de su hermana al judaísmo ultraortodoxo; del temor por un inminente bombardeo de Irán a las clases de pilates junto a bellas bailarinas lesionadas.



El libro es a la vez, como sucede con otros autores judíos, una reflexión constante sobre qué significa ser judío. "La cuestión de la identidad es central para los escritores judíos, pero no tanto para los judíos de Israel. Si estás en la diáspora, tu identidad judía es mucho más confusa. Por ejemplo, un judío secular español, ¿por qué es judío? ¿Por la tradición heredada de sus padres, por la historia? El judaísmo como concepto es muy abstracto, y ese es uno de los motivos por los que existe el antisemitismo. Si no entiendes algo, lo ves como una amenaza. En este sentido, yo sí ahondo en la cuestión de la identidad aunque viva en Israel y me siento más afín a escritores judíos estadounidenses como Jonathan Safran Foer o Nathan Englander que a escritores israelíes como Amos Oz, aunque me parezca un autor fantástico.



La mayor amenaza para Israel, desde el punto de vista de Keret, no son los misiles de sus vecinos enemigos. "Lo que más miedo me da es que Israel se convierta en un país que ya no me guste y me vea incapaz de defender sus acciones. Somos diez millones de ciudadanos rodeados por miles de millones de personas que nos ven como enemigos. Para que mi país sobreviva necesitamos una razón de ser que vaya más allá de la mera supervivencia física. Necesitamos una justificación interna, ya que Israel es el único país que conozco que no nació de una realidad existente, sino de un libro: Altneuland, de Theodor Herzl" [padre del sionismo moderno]. Lo fundaron personas de diferentes países y lenguas. Si no compartiéramos los mismos ideales, los cimientos de nuestro país se vendrían abajo".



La sociedad israelí es muy paradójica, asegura el autor de Pizzería Kamikaze. "Tenemos uno de los tribunales supremos más valientes de occidente para enfrentarse al gobierno y más libertad de expresión que en EEUU, pero al mismo tiempo ocupamos territorios donde los palestinos tienen menos derechos que nosotros. Tenemos una lucha interna entre convertirnos en un pueblo superviviente carente de piedad o una víctima que no quiere convertir en víctimas a otros pueblos. El pueblo de Israel está harto de la histeria de nuestros líderes, del miedo al genocidio como fuerza impulsora de la toma de decisiones".



La familia de Keret, retratada en Los siete años de abundancia, es tan compleja como la propia sociedad israelí, y podría ser un modelo de la solución que propone el autor para la supervivencia del país: "Tengo un hermano antisionista, mi hermana es muy religiosa, mi padre era muy de derechas y yo soy un liberal de izquierdas. Todos tenemos ideologías diferentes pero somos buenas personas y nos queremos. La clave para la supervivencia de Israel es mantener el respeto por las diferencias".



Optimista convencido, el autor de Extrañando a Kissinger cree que el aumento del fundamentalismo radical en Oriente Próximo tiene como efecto positivo el acercamiento de Israel a los países árabes moderados de su entorno, como Arabia Saudí o Qatar. "A los países árabes los unía su odio común a Israel; ahora tienen problemas más importantes de los que preocuparse, como el Estado Islámico. Nos encontramos ante la opción de realizar grandes cambios en Oriente próximo gracias a las nuevas alianzas que se pueden crear".