Jorge Zepeda
A Jorge Zepeda, ganador del Premio Planeta 2014 con Milena o el femur más bello del mundo, se le ensombrece el gesto al recordar a la protagonista de su libro, o a la mujer que se la inspiró: "Era una mujer de una belleza absolutamente inaudita. El ser humano más hermoso que yo haya visto nunca. Encontré paradójico que alguien que había sido bendecido así, y además con la belleza, de la que todo el mundo es tan devoto hoy, al mismo tiempo viviera esa tragedia; es decir, que su belleza fuera su desgracia". Por eso escribió este libro que, según el jurado del premio mejor dotado de la literatura española (601.000 euros), merece el galardón por delante de los más de cuatrocientos manuscritos que se presentaron. Viejo conocido de España -se formó como periodista en el diario El País-, Zepeda ha escrito antes media docena de libros de no ficción y una novela, Los corruptores, algunos de cuyos personajes ha recuperado ahora para apuntalar la historia de Milena.-¿Existe Milena?.
-Milena es una joven croata que a los dieciséis años es secuestrada y puesta a trabajar en la forma más abyecta de prostitución, que es la esclavitud sexual. Pero no existe, claro. Es una historia que subsume una casuística que se está dando. Me documenté muchísimo al respecto. Milena tiene aspectos de varios casos que pude conocer; otros aspectos los recojo de la bibliografía. Tengo un par de amigas activistas en estos temas, también. Ahora, sí que hay un esfuerzo literario para meterme en la piel, sobre todo para dibujar al personaje de Milena, lo que siente, por ejemplo, cuando tiene encima a un cliente deleznable.
-Tengo entendido que por la trama circulan mafias de varios países europeos.
-Milena va a parar a Marbella. Sus proxenetas acaban trabajando para las mafias ruso-ucranianas y en un momento dado esas mafias llegan a ser un instrumento de las políticas de Moscú para participar en el suministro a los rebeldes de Ucrania del Este.
-Trabajar en sus ficciones con conflictos reales y de actualidad, como ya hizo en su primera novela, ¿es un vicio de periodista?
-Debo decir que en esta segunda fui infinitamente más ambicioso que en la primera. En la primera yo escribí de cosas que me resultaban mucho más cercanas, casi testimoniales. Pero en esta he abordado temas que implicaban mucha más construcción narrativa.
-¿En qué sentido?
-Quiero decir que yo nunca he sido un hombre que frecuente puteros, pero tenía que contar y meterme en esos ambientes. Por ejemplo: qué pasa por la cabeza de una mujer sometida, pero también del hombre que la somete.
-¿Cómo dio el salto del periodismo a la literatura?
-Por varias razones: primero, una larga trayectoria de lector voraz. Antes de periodista, cronista, soy un lector voraz. Es lo que he hecho en mi vida. Lo demás es un soporte para poder seguir leyendo. En esa medida uno tiene siempre la espina clavada de si será capaz de crear una historia como tantas que has vivido, porque la literatura es eso: poder vivir otras vidas. Y por otro lado, porque, en efecto, había fenómenos que carecen de vida con la sola descripción, que es lo que hace el periodismo. Las pulsiones, los resortes que llevan a alguien a corromperse, etcétera. De eso ha de ocuparse la literatura. Las pasiones humanas son opacas al trabajo periodístico. Hay momentos en que, como periodista, cuando das cuenta por enésima vez de un linchamiento, de un asesinato, de una fosa común, etcétera, después de hacerlo cinco veces tienes la sensación de que ya no estás comunicando nada, de que tú mismo estás apilando cadáveres sin sentido. Ahí es donde encaja el cuento de lo que sienten la víctima o el verdugo.
-Aún así escoge la novela negra, que, de todos los géneros literarios, puede que sea el más periodístico.
-Sí, pero ojo, uno tiene que entender que esa denuncia o explicación de un mundo corrupto no ha de ser el leivmotiv de la novela. Si uno quiere ser leal a la literatura, tiene que ser congruente con el código fundamental, que es escribir una historia literaria verosímil que permita al lector inteligente moverse y conmoverse con los personajes. Nunca la literatura debe servir a un discurso político o periodístico. Para mí fue una consigna permanente a la hora de escribir, porque me podía ganar muy fácilmente el periodista. Los periodistas operamos en un código narrativo que es el de la explicación y la novela no puede operar en ese terreno; las emociones de los personajes tienen que ser comunicadas a través de una empatía, de la identidad. Uno tiene que subordinar y mantener a raya al periodista explicador. La literatura, a diferencia del periodismo, no ha de dar explicaciones.