Joan Perucho.

Existe una arraigada tendencia a considerar que el realismo está en el ADN de la literatura española. Tal cosa venía a sostener Ramón Menéndez Pidal en su influyente ensayo Los españoles en la literatura de 1949, donde dictaminaba que, avalado por la tradición, ese era el rasgo capital de nuestras letras. Un género que lo confirmaba, la picaresca, se convirtió, a mediados del siglo pasado, en referencia inexcusable de los jóvenes escritores de entonces, quienes, encabezados por Castellet y Juan Goytisolo, proclamaban de forma casi unánime que la sustancia para la refundación de una literatura nacional se hallaba en el realismo. De resultas de tales ideas, quienes andaban por otros caminos, los de la invención, quedaron postergados, pero no se mantuvieron mudos. A finales de los 50 se produjo una reacción que postulaba la fantasía y que tuvo su tribuna en la franquista "La Estafeta Literaria" desde donde un malhumorado Ignacio Agustí exigía que se añadiera poesía y emoción a nuestras novelas.



En aquel movimiento ideológicamente conservador figuraron Néstor Luján, Álvaro Cunqueiro o Joan Perucho, quienes apostaron por el culturalismo, la evasión y la fantasía. El propio Perucho atribuía a su primera novela, Libro de caballerías, de 1957, junto a Merlín y familia, de su amigo Cunqueiro, la inicial reacción contra la literatura social. El ambiente cultural (y político) de aquellos años más el canon dominante de nuestras letras dejaron en un segundo plano la vasta obra de Perucho, confinada su difusión a círculos reducidos, aunque no le han faltado valedores. En fechas no lejanas, Carlos Pujol hizo un maniqueo alegato a su favor al frente de una voluminosa compilación de Fabulaciones. Y Fernando Valls acompañó con un informado prólogo el rescate de Rosas, diablos y sonrisas. En esta línea de reivindicación del escritor catalán se sitúa De lo maravilloso y lo real, una antología temática preparada y prologada por Mercedes Monmany que tiene la singularidad de rastrear la veta básica de Perucho, la imaginativa, y a la vez mostrar la contraria, menos significativa, la realista. A ello aluden los dos términos del título del libro, y el resultado es una suficiente representación global de Perucho, aunque con mayor peso de la invención.



Perucho ancló su literatura en la fantasía porque ésta representa, según decía, "la pura y simple reivindicación de la poesía y lo maravilloso frente a la racionalidad excesiva de la vida". En esa órbita inscribió casi toda su obra. De dicha sensibilidad surgieron novelas, relatos y textos varios impresionistas con los que formó un universo homogéneo, aunque variado, poblado por caballeros andantes, condotieros, santos y aventureros galantes; por elfos, brujos y magos; por monstruos y bestias inquietantes; por plantas y minerales inauditos. El autor juega al apócrifo. Sus escenarios son ajenos a las imposiciones del verismo y del calendario. Cultiva la ironía y el sobreentendido. Derrocha culturalismo lúdico.



Con estos mimbres Perucho crea un mundo hermoseado, proclive al refinamiento, al apócrifo, a la sutileza intelectual, a la agudeza humorística o burlesca, onírico a veces, turbador en ocasiones y siempre evasivo; un mundo ajeno al racionalismo imperante en la cultura occidental. Tal perspectiva produjo algún texto novelesco (el más conocido y acertado, Las aventuras del caballero Kosmas, de recreación histórico fantaseadora) y, sobre todo, puesto que el autor no estaba bien dotado para la narración de amplio aliento, piezas breves agavilladas en el citado Rosas..., Botánica oculta o el falso Paracelso, Nicéforas y el grifo, Galería de espejos sin fondo o Bestiario fantástico. Estos libros producen la impresión global de una obra sustancialmente miscelánea que trasmite la presente compilación.



También la vertiente "real" de la escritura de Perucho se encuentra en la antología. Las páginas autobiográficas englobadas en "Memorias y recuerdos" informan, en especial, del entorno familiar e ideológico del escritor y de la posición histórica de los catalanes franquistas. El comentario de sus preferencias artísticas sirve de guía para la lectura del libro. Las piezas viajeras, de corte bastante celiano, confirman el esteticismo y el interés excluyente por la historia y el arte con que el escritor miraba el mundo.



La selecta y elegante Colección Obra fundamental que publica De lo maravilloso y lo real cumple bien su meritorio empeño de difundir a autores que carecen de suficiente presencia pública por tener un difícil encaje en el canon o por otras circunstancias. Perucho, que no es un escritor de los grandes, merece ocupar un espacio, aunque no sea capital, en el conjunto de nuestras letras. La antología posee, además, el interés circunstancial de ejemplificar modos opuestos -compromiso y evasión- de abordar la realidad. La crisis feroz que estamos viviendo ha dado aliento a la literatura atenta al sufrimiento humano que cultivan Chirbes, Gopegui, Isaac Rosa o Marta Sanz. Perucho, al contrario, encarna al escritor que nunca quiso saber del paro, desahucios, hambre ni penurias materiales.