José Mª Merino (La Coruña, 1941) se ha convertido desde hace años en un maestro de la narración breve. Y lo ha hecho por partida doble, pues alcanzó la excelencia primero como autor de cuentos, contribuyendo a la revitalización del género en los años ochenta del siglo XX y, a la vez, como estudioso de la teoría y la práctica del cuento, cuyos entresijos compositivos ha explicado en lúcidos ensayos agrupados en Ficción continua (2004) y Ficción perpetua (2014). Igual magisterio ha ejercido el autor considerado leonés en el cultivo del microrrelato, cuya producción completa, hasta entonces, reunió en La glorieta de los fugitivos (2007) y cuya teoría y práctica analizó en importantes trabajos incluidos en los dos volúmenes antes citados.
Si antes había publicado varios libros de cuentos en volúmenes concebidos como ciclos, llegando a organizar los relatos de una misma obra con una leve trama novelesca (El libro de las horas contadas, 2011), ahora ha reunido en La trama oculta veinte cuentos y quince microrrelatos (diecisiete, si contamos los dos brevísimos del comienzo) que ilustran sus diversas maneras de concebir y practicar estas dos modalidades de la narración corta. Los cuentos se agrupan en dos partes (diez en cada una), según su naturaleza realista (primera parte) o fantástica (segunda). Y en ambas partes el autor antepone a cada texto una interesante información personal acerca de la génesis del cuento, salvo en los cuatro últimos relatos fantásticos, protagonizados por el profesor Souto, heterónimo del autor, con un breve prólogo común a los cuatro.
Los cuentos confirman el alto mérito literario alcanzado por Merino en el género, en la estirpe de sus maestros, empezando por Maupassant y Chéjov. Entre los de naturaleza realista, agrupados en “De este lado”, hay relatos dignos de figurar en las mejores antologías por su naturalidad, su oralidad y su armonización de memoria e imaginación en su ambientación preferentemente leonesa. Por citar algunos, destacaré “La trama oculta”, el primero, por su ejemplaridad en el arte de sugerir en un texto cuya exploración en el pasado renace a partir de una obra chejoviana; dicha gravitación del pasado en el presente reaparece en otros cuentos, también excelentes, como “La mirada de Flora”, narrado en segunda persona autorreflexiva, inspirado en un retrato de Lucrecia Borgia y asociado a los temas clásicos del Carpe diem y Ars longa, vita brevis. En otros cuentos se abordan temas e inquietudes característicos del autor, como leyendas, mitos y supersticiones, viajes y lecturas. Y entre los mejores hay que resaltar “El filtro de Venus”, por su pudoroso tratamiento elíptico de la iniciación amorosa de un tímido mozalbete embelesado con una pintora madura; así como también “La degollina”, magistral relato policíaco cuyo suspense va creciendo con la intriga creada por la narración de crímenes que el abuelo trasmite al nieto de acuerdo con lo que el bisabuelo le había contado antes, lo cual da lugar a un excelente relato in fieri construido según el modelo de cajas chinas.
Los diez cuentos de la segunda parte, “De aquel lado”, ilustran las más genuinas maneras del autor en su tratamiento de lo fantástico. Junto con cuentos de ciencia ficción (“Prisa”) y vampiros (“El relevo”), publicados antes en antologías, hay relatos que abordan situaciones y motivos merinianos como el sueño, el doble o la intuición de lo fantástico en misteriosos pliegues de la vida cotidiana. Mis preferidos son los primeros: “El peregrino”, por su visión fantasmal del peregrino entre las nieblas del noroeste; “Una tarde de buceo”, por la fantástica complementariedad de sus “tres variaciones” de una misma historia en tres tiempos; y “Extravíos nocturnos”, fantasía onírica en una ciudad centroeuropea con modélica integración de hechizo legendario y realidad del autor-narrador.
Lo mismo debe decirse de la tercera parte, “Silva mínima”. En sus microrrelatos, ajustándose a las exigencias del género, Merino renueva su tratamiento de temas, motivos y obsesiones recurrentes, desde incursiones en lo fantástico hasta la reescritura de episodios de obras muy conocidas, pasando por el doble, el sueño y la muerte. Y también aquí hay microrrelatos antológicos, como “Convivencia”, “Habitación 201”, “La poza en el atardecer” y “Origen nonato”, entre otros modelos de intensa concentración y narratividad en busca de la sugerencia y el quiebro final