Ilustración del libro El barco de los niños de Mario Vargas Llosa

Nadie duda de que a cualquier abuelo se le cae la baba con sus nietos. Les gusta sacarles de paseo, jugar con ellos, leerles cuentos. Se les ilumina la cara cuando los más pequeños de la casa dicen su nombre o corren a la salida del colegio cuando estos van a buscarles con la barra de pan bajo el brazo. Un beso, una chocolatina y rumbo a casa. Y es que la relación que les ata va más allá cuando los veteranos tienen la oportunidad de leerles un cuento a sus renacuajos. Más aún si ellos mismos conocen la historia porque anteriormente les ha emocionado y cautivado. Este es el objetivo del proyecto Save the Story del escritor Alessandro Baricco, que toda la familia pueda disfrutar de grandes historias universales revisadas bajo el prisma de grandes autores contemporáneos para el público infantil. La última entrega es El barco de los niños (Alfaguara Infantil) reinventada por Mario Vargas Llosa e inspirada en La cruzada de los niños de Marcel Schwob.



La historia que Vargas Llosa cuenta está ambientada tras la Cuarta Cruzada del año 1212. Corre el rumor y noticia de que varios niños han tenido la visita de Jesucristo quien les encarga armar una cruzada para retomar la Ciudad Santa y emprender así la reconquista cristiana de Jerusalén de mano de los musulmanes. De esta manera, en poco tiempo y bajo el fervor religioso, 30.000 niños franceses comienzan una Quinta Cruzada, en la que les acompañan adultos y peregrinos, que se torna en un caos ligado a la hambruna del trayecto. Esta historia aterradora deja en el camino a la gran parte de los jóvenes cegados por su fe. Arrasan los campos cultivados que se encuentran a su paso de camino a Niza, ciudad en la que debían poner rumbo a Egipto. Pero son pocos los que llegan, tan solo 3.000 son los supervivientes en esta primera etapa del trayecto.



Una vez en Niza continúan la aventura hacia la Ciudad Santa en siete barcos. Pero la espeluznante travesía causa el hundimiento de dos de los buques en aguas de Cerdeña. El resto, cinco navíos, consiguen llegar a tierra firme en Alejandría donde los niños son vendidos como esclavos. A lo largo de 96 páginas el escritor de La ciudad y los perros cuenta una historia que mezcla leyenda con hechos históricos que ha sobrevivido gracias a la tradición oral en la que se advierte cierto paralelismo con El flautista de Hamelín.



Ilutraciones de Zuzanna Celej para el libro El barco de los niños de Mario Vargas Llosa

Es, por tanto, esta delicada destreza de Schwob el punto de partida del cuento de Vargas Llosa al que acompaña las ilustraciones de Zuzanna Celej con su característico estilo delicado y detallista con sutiles pinceladas que dotan de textura a las imágenes. Historias morales de lo que supone ser humano y la justicia. Una larga lista de autores han accedido a participar en el proyecto que Baricco comenzó el pasado año 2013 con La Historia de Don Juan y que cuenta con el beneplácito de Scuola Holden de Turín para futuros escritores (fundada y dirigida por el escritor italiano). Por este bien hacer han pasado ya Umberto Eco con Los novios, Andrea Camilleri con La historia de La Nariz, Dave Eggers con La historia del capitán Nemo, Yiyun Li con La historia de Gilgamesh, Ali Smith reescribe la Antígona de Sófocles, Cyranno de Bergerac por Stefano Benni o Jonathan Coe que hace lo propio con La historia de Gulliver.



Con esta última entrega, ya son 11 las revisiones de historias universales por grandes de la literatura contemporánea, se añade a la lista uno de los más aclamados de la literatura en español, Mario Vargas Llosa. Revisita, de esta manera, las escenas y pasajes más importantes y significativas de La cruzada de los niños de Schowb y la reinterpreta con un lenguaje actual, fresco y dirigido a un público infantil.



Se trata de un proyecto que tiene como objetivo firme no perder de vista ni olvidar esas historias que han emocionado a varias generaciones. Una manera, dicho sea de paso, de fomentar la buena literatura entre los rugrats y apoyar la lectura de textos universales antes de que caigan en el olvido.

Así empieza El barco de los niños

Érase un viejecillo que

cada mañana muy

temprano, sentado en

una banca de un pequeño

parque de Barranco,

contemplaba el mar



Fonchito lo divisaba desde su casa, mientras se alistaba para ir al colegio. Aquel viejecillo lo intrigaba: ¿qué hacía allí, solo, a estas horas, todos los días? Y sentía por él un poco de pena. Un día, sin poder aguantar más la curiosidad, apenas se levantó y, antes de que pasara el ómnibus del colegio a recogerlo, salió de su casa y fue al parquecito. Se sentó en la misma banca que el anciano y, luego de un momento de vacilación, tomando fuerza murmuró: "Buenos días". Aquél se volvió a mirarlo. Fonchito advirtió que en la cara llena de arrugas del anciano destellaban unos ojos vivos y todavía jóvenes. Unos ojos tan intensos que parecían haber visto todas las maravillas que hay en el mundo. Sus cabellos eran muy blancos, al igual que sus cejas, y su tez, rasurada con esmero, lucía muy pálida, casi translúcida. Se lo notaba muy fr ágil; su extremada delgadez le daba un aspecto casi aéreo. Vestía con modestia pero gran corrección, un traje gris, un suéter azul, una corbatita oscura con un nudo pequeñito y unos zapatos negros algo ajados por el tiempo que parecían recién lustrados.