La noche y su artificio
Creo que Elena Poniatowska acierta al destacar los riesgos literarios asumidos por Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941). Desde sus primeros libros de poemas, publicados en los años setenta, la autora de origen uruguayo intenta no repetir fórmulas expresivas. Y menos aún si se refiere al motivo central de su obra: el erotismo. En el poemario anterior, Playstation (Premio Loewe en 2008), hizo un interesante ejercicio por plasmar los juegos tecnológicos. Con dicho recurso consiguió una forma diferente de reflejar las relaciones amorosas.
Paralelamente a la búsqueda de diversidad, Peri Rossi sigue fiel a dos de sus constantes: la escritura clara y la naturalidad para describir experiencias lésbicas. Los treinta y cuatro textos de La noche y su artificio lo confirman. Las cuatro composiciones con el vocablo “comunión” en el título son un ejemplo de audacia. Siempre con nitidez verbal, la poeta nos enumera las perplejidades, los deleites, los tormentos del amor. Tras advertirnos de que los descuidos rompen “la tenue membrana del paraíso”, persiste en la rebeldía. Afirma que “desde el fondo del abismo / surge una isla edénica o paraíso / donde habitamos brevemente”.
Cristina Peri Rossi sitúa su mundo poético en un ambiente urbano, entre el “soliloquio de semáforos” y el “alarido de una sirena célibe”. Mencionada o intuida, Barcelona es la ciudad donde suceden las historias que narran sus páginas. Los letreros luminosos de un edificio, un triángulo de cemento o las terrazas nocturnas componen el decorado. Tampoco faltan las alusiones a asuntos políticos. No cede al simplismo.
En “El gran espectáculo del mundo”, los lirios de Robert Mapplethorpe o los lienzos de Gustave Courbet simbolizan la oposición a una lista de tiranos, pero la poeta considera que el gesto íntimo de delicadeza es más eficaz contra las infamias históricas. Esta convicción va unida a la intensidad con que observa el cuerpo de su amada, con “la pequeña cicatriz de tu pie / invisible / para los amantes bruscos y desatentos”. Una intensidad que llega hasta el último poema del libro.
Editado con gusto y sobriedad, La noche y su artificio propone el disfrute de los goces efímeros. No es casual que uno de los títulos reproduzca la célebre frase de Goethe en Fausto: "Detente, instante, eres tan bello".