Milo J. Krmpotic. Foto: Mario Krmpotic
Se le podría describir como un "todoterreno" pero quizás sería más ajustado, y menos tópico, tratarlo de "hombre orquesta". Porque Milo J. Krmpotic (Barcelona, 1974) ha tocado todos los instrumentos a mano, y a trasmano, que ofrece la república de las letras. Es redactor jefe de la revista "Qué Leer", coordinador del portal Blisstopic y ha escrito tres libros juveniles y tres adultos en los que irrumpe en géneros dispares por senderos poco habituales. Su última novela, El murmullo (Pez de plata, 2014) se resume en la tapa como un "thriller sobrenatural", una de esas historias que comienzan donde los adultos concluyen abruptamente los cuentos infantiles para no estimular la producción de pesadillas en sus pequeños y excitados oyentes. La niña Anabel Prat desaparece un día. Sólo queda una mancha de sangre y una periodista inestable, Gloria Casavella, a la que se le presenta el caso menos idóneo en el peor de los momentos. Y quedan los fantasmas, claro...Pregunta.- A Nietzsche le sorprendía que fueran los griegos más plenos y felices los que inventaron, sin embargo, la tragedia. ¿Por qué a un próspero habitante del primer mundo le tientan las oscurísimas profundidades que habitan su novela?
Respuesta.- ¿Me tientan o me inquietan? Hay bastante de exorcismo en El murmullo. Y no creo que exista geografía o etnia inmune al miedo. Cierto es que hay ansiedades y ansiedades, que un iPhone que no se enciende aquí no es la falta de lluvia en otras partes del mundo. Pero nada hay más humano -generalizando- que mirarse el ombligo y sentirse el centro del universo. Entrando en materia, siempre he disfrutado con los géneros negro y fantástico, mi propuesta quiere sumarse humildemente a su tradición, integrarla, además de dar salida a experiencias personales que de otro modo no dejarían de rondarme la cabeza.
P.- Anabel Prat desaparece y sólo queda "un reguero de sangre y semen". Un asesino en serie al acecho. Y el policial y el fantástico compiten a partir de entonces. ¿Cómo agitar ese cóctel sin mezclarlo?
R.- El equilibrio resultaba primordial y ahí el gran referente fue Otra vuelta de tuerca, aunque evidentemente no tengo la habilidad de James para jugar con los puntos de vista, para afianzarlos por un lado y ofrecerles puntos de fuga por otro. El caso es que la experiencia de lo sobrenatural resulta... entre muy personal y objeto de suspicacia. No quería apostarlo todo a esa carta para mantener cierta objetividad sobre la historia y, de paso, no renunciar a ningún lector. Aunque soy consciente de que algún hilo ha quedado suelto, me siento bastante satisfecho de que haya quien se explique la trama en términos realistas y quien la entienda desde razones sobrenaturales.
P.- Los requiebros narrativos y las exploraciones anómalas que caracterizan su literatura están también aquí presentes. ¿Le preocupa convertirse en un autor de minorías o le da igual?
R.- No me da igual, no, pero tampoco sé hacerlo de otro modo. El murmullo, a priori, era el libro con el que iba a probar qué tal se me daba acercarme a lo mainstream. Lo planteé en un momento de mucha incertidumbre laboral y no me hubiera importado que luciera maneras de best seller. Pero entonces uno se sienta ante el ordenador y, entre que la historia tiene sus propias necesidades y que seguir los caminos transitados por otros me parece sumamente aburrido... Bueno, que mi experiencia de la escritura apunta más a la exploración y el descubrimiento que a cualquier otra voluntad. De últimas, ser autor de minorías tiene su lógica pero serlo de mayorías también puede obedecer a un accidente, así que no está todo perdido.
P.- Los homenajes y cariños son frecuentes en El murmullo, de Poe a Casavella. ¿Escribir es la mejor manera de dar gracias por lo leído?
R.- Sí, para mí es bastante automático. Me gustan los juegos, los guiños, los homenajes, y El murmullo está en consecuencia plagado de ellos. En lo que a Casavella respecta, no obstante, la admiración literaria se suma al agradecimiento personal. Tuve la suerte de tratarlo... no diría que fuéramos amigos, pero las entrevistas y su reacción a mis críticas se tradujeron en una cierta relación, principalmente a través del correo electrónico, en la que él siempre acababa recordándome que debía escribir, me invitaba a seguir haciéndolo. Le estoy tremendamente agradecido por ello y, en general, me acuerdo muy a menudo de él.
P.- Gloria Casavella, por cierto, es el desafortunado personaje al que le adjudica la desdicha de encarnar una profesión, el periodismo, arrasada. Juraría que, si le pregunto qué sentiría si mañana cerrara el último medio, me respondería que, pese a todo, habría merecido la pena. Ya sé que somos los últimos monos pero, tanto romanticismo y suficiencia… ¿no nos ha amodorrado?
R.- El lamento por la desaparición de cierta forma de periodismo (esas redacciones en las que había diálogo y convivencia, tiempo y medios para hacer las cosas, y figuras tan razonables como, por ejemplo, la del corrector) no está reñido con la búsqueda de nuevas formas de hacer periodismo. Claro que si mañana cierra el último medio diré que valió la pena, y claro que sentiré un brutal acceso de melancolía. Pero el romanticismo no estará reñido con alguna forma de reacción. El pasado año cerraron consecutivamente dos revistas de tendencias, Go Mag, en la que colaboraba, y H, en la que tenía amigos. Pero de ambas surgió el grupo que ha montado Blisstopic.com, un portal desde el que estamos explorando las posibilidades del periodismo cultural y de tendencias desde internet. No digo que seamos la respuesta al cambio de paradigma, ni mucho menos. Digo que el mono amodorrado es mono muerto.
P.- El libro, por cierto, es un primor. Las ilustraciones de Leticia Vera, la factura, el papel, incluso. ¿Es este tipo de experiencia sensible la que nunca podrá lograr imitar la digitalización?
R.- Ante todo, gracias. Y sí, sin duda. Sin duda es un primor (puedo afirmarlo sin ruborizarme porque eso sucede como fruto del trabajo de otros, las ilustraciones de Leticia y las decisiones del editor, Jorge Salvador Galindo) y sin duda no hay texto digital que pueda competir con esa aspiración de libro-objeto, aquí claramente conseguida. Me siento muy afortunado al respecto. Sobre el proceso de trabajo, Leticia y Jorge me permitieron opinar, aportar alguna pincelada aquí o allá sobre la adecuación de tal o cual elemento al texto, pero el cuadro es todo suyo.
P.- Ha escrito libros infantiles, novela negra, fantasía gótica y ahora una suerte de thriller sobrenatural. Por no hablar del trabajo diario en las galeras del periodismo cultural. ¿Va a sentar cabeza y centrarse algún día?
R.- Uf, no lo sé... ¿Falta mucho para el Nobel? Tonterías al margen, la escasez de tiempo para hacer todo lo que quiero hacer es precisamente lo que me obliga a hacer a muerte todo lo que logro llevar a cabo. Intento mezclar el rigor con la diversión. Y centrarme, me centro, de verdad. Pero entonces regresan las voces y...
P.- Le ha abierto un espacio a El murmullo en Facebook, una "trastienda" en la que va desgranando inspiraciones y expiraciones que de alguna forma permiten multiplicar e incluso redescubrir lo leído.
R.- Las redes sociales son sumamente educativas, una fuente constante de descubrimiento y aprendizaje… a la que, en efecto, muchos acuden vestidos de hinchas de fútbol (junto a las trampas de la inmediatez, de su carácter recurrente y doméstico, del consiguiente desencuentro entre las esferas íntima y pública, etc.). Pero los vicios son los mismos, que lleguen condensados no debe conducirnos a magnificarlos. Y las posibilidades, en cambio, admiten opciones muy novedosas. La página de Facebook de El murmullo tiene un componente promocional, es evidente. Pero, por pudor, creí necesario que aportara además algo a quien la visitara. De ahí las apostillas al proceso creativo del libro, que en efecto aspiran a crear líneas de diálogo con él, a proyectarlo más allá de sus páginas. La verdad es que me siento cómodo explorando ese camino metaliterario y me llenan las aportaciones de familiares, amigos y lectores en general. Que el proceso solitario de escribir se transforme en una experiencia comunitaria me parece una consecución maravillosa.