Pío Baroja

Edición de M. A. García de Juan. Editor Caro Raggio. Madrid, 2014. 230 páginas, 18 euros

En los últimos años, Caro Raggio, la antigua editorial familiar de los Baroja, ha emprendido la publicación de páginas de don Pío inéditas, poco conocidas o del todo olvidadas. No hace mucho daba vida independiente a la entrega final de las memorias, Rojos y blancos, tras haber sacado un último tomo inédito, La guerra civil en la frontera, y una novela desconocida sobre la contienda, Miserias de la guerra. En el intermedio, varios volúmenes recogieron los casi ignorados artículos de Baroja en diversos periódicos de España e Hispanoamérica de fechas cercanas a la guerra civil. O, por recordar un título más, juntaba en Los contrabandistas vascos tres novelitas románticas situadas en el "País del Bidasoa". En este plan editorial se inscribe Corresponsalía de guerra y otros textos olvidados.



En esta ocasión el relativo rescate afecta a dos clases de textos muy distintos, ambos preparados por el estudioso M.A. García de Juan. El primer grupo recupera las informaciones que el todavía joven periodista vasco mandó como "redactor corresponsal" a El Globo sobre la guerra civil en Marruecos. Aparecieron en el periódico madrileño desde el último día de 1902 y durante tres semanas del mes siguiente. Se trata en su mayor parte de escuetas informaciones telegráficas de tono expeditivo y redactadas en una prosa funcional y descuidada. Las noticias van llenas de salvedades y cautelas, propias de la confusa situación militar y de las triquiñuelas de los contendientes. Solo en alguna ocasión Baroja elabora algo parecido a una crónica. El predominio de la inmediatez noticiosa se impone a cualquier otro objetivo y el autor actúa como un testigo que busca información, se toma sus molestias e incluso pretende la mayor proximidad al "teatro de la guerra".



Baroja muestra la actitud inquisitiva de un auténtico reportero y a ello sacrifica cualquier otro propósito, incluido el del esmero estilístico. Con todo, no falta alguna de esas puntualizaciones que esmaltan la prosa barojiana. Así, califica de "ridiculez épica" la demostración naval española, barrunta que la guerra quedará reducida a un "camelo" y piensa que nuestro país es el que menos "pito toca"en los intereses internacionales del conflicto africano. También hay alguna esporádica apreciación costumbrista: le parecen apetitosas las gallinejas de los mercadillos madrileños en comparación con los buñuelos tangerinos que un "moro o judío cochinísimo manosea". Poco más se saca en limpio, sin embargo, de estos despachos periodísticos, páginas menores que, por otra parte, son fácilmente localizables en otros sitios; sin ir más lejos, en las recientes Obras Completas dirigidas por Mainer. El par de minucias de pura erudición académica que García de Juan aporta no justifican en exceso la recuperación. Mayor interés poseen los textos olvidados reunidos en la segunda parte del libro. Aquí encontramos veintiseis piezas heterogéneas (artículos, un manifiesto político colectivo, contestación a encuestas o cartas al director) aparecidas en la prensa entre 1906 y 1943.



En estos escritos sí aparece esporádicamente el original observador de la vida que fue el narrador vasco. No desmerece de sus mejores páginas el primer artículo, una estampa satírica vivaz del turismo gregario de nuestro tiempo. Ni deja pequeño su habitual criticismo destemplado un divertido comentario sobre la juventud a propósito de unas declaraciones del político y "fervoroso admirador de la Pilarica" Segismundo Moret. Con característica aspereza sentencia: "España es hoy un cuarto oscuro que huele mal". A estos artículos de filiación larriana acompañan más directas impugnaciones de muchos aspectos de la vida nacional que le sublevaban: el clericalismo, el nacionalismo o las corridas de toros ("la fiesta de la decadencia española"). Y varias veces encontramos la nota distintiva por excelencia del escritor: la independencia. Fulgura, expresada con su otra gran virtud, la sinceridad, en apreciaciones polémicas sobre Galdós, Costa o Ferrer Guardia.



Los textos de prensa recuperados añaden pinceladas a la estampa establecida del autor sin modificarla demasiado. Lo que en ellos se dice no es, por otra parte, arqueología. En un artículo sobre "La moral conservadora" leemos: "las leyes son como las telas de araña, detienen a las moscas pequeñas y dejan pasar a los moscardones". Parece cosa de hoy pero lo escribió Pío Baroja el 6 de julio del año 1913 en el periódico El Imparcial.