Christophe Ono-dit-Biot

Inmersión, la última novela del escritor y periodista francés Christophe Ono-dit-Biot (Le Havre, 1975) se adentra en las profundidades del mar y del alma humana. Su éxito fue total en Francia y le llovieron dos de los premios más prestigiosos: el Gran Premio de la Academia Francesa 2013 y el Premio Renaudot des Lycéens. La editorial Berenice publica estos días la novela en español y todo apunta a que el éxito será aún más grande. Además de ser una novela magnifica escrita, que pasa del mundo del arte al de los tiburones a través de una historia de amor, su heroína se llama Paz y es de Gijón.



Redactor jefe de la revista Le Point, Christophe Ono-dit-Biot es autor de cuatro novelas anteriores, y una de las mentes más brillantes del panorama intelectual francés. Su despacho está repleto de libros. Arte. Literatura. Mitología. Y alguno que otro en español. "¡Soy un loco de España! Mi mujer es asturiana y tengo un hijo que es franco-español -cuenta con orgullo-. Conocía España desde hacía mucho tiempo, claro, Madrid, Barcelona, Andalucía, pero cuando conocí a mi mujer, empecé a venir a Asturias y me fascinó. La novela rinde homenaje a mi mujer y a España. Quería ofrecer la imagen de una España que no respondiera a los clichés franceses. Quería darles otra España".



-¿Y cuál es esa España que se construye en el extranjero?

-En Francia por ejemplo tienen la manía de decir "toreador", ¡somos incapaces de decir "torero"! Seguimos en Carmen. Asturias es una región desconocida en Francia. Se bebe sidra, está rodeada de mar y montañas, los habitantes son tanto marinos como montañeses, uno puede pasearse por las montañas y nadar en el mar por la tarde. España es un país que me emociona y aunque sea de Normandía, soy feliz en el sur.



-Durante la primera parte de Inmersión, César, el personaje narrador, sigue a Paz hasta Gijón. Allí descubre las gélidas temperaturas del verano, la comida, los "culines" de sidra en los bares y sobre todo la historia de Asturias.

-Sí, en la novela hablo de las grutas de Covadonga, de la Reconquista Española de la mano de Don Pelayo, y por supuesto de los dinamiteros que fueron los primeros en sublevarse contra la dictadura de Franco. Es una tierra de heroísmo, que tiene estilo, garbo. Se habla fuerte, se dicen las palabras claras. ¡Me encanta!



-Parece que me está describiendo a Paz, la heroína de Inmersión, una mujer con mucho carácter, fotógrafa, mucho más joven que César, con quien vivirá una historia de amor fuerte y peculiar.

-Paz viene de una España diferente, y cuando el narrador va a Gijón, se da cuenta de que no hay corridas, se bebe sidra y se habla de la mitología celta. Además, Paz viene de una familia de mineros que también me permitía hablar de su historia. Fue también una manera de mostrar a mi hijo el orgullo de ser español, la fuerza de ese país. Es como el soplo de una bella explosión.



-César tiene mucho de su escritor pero, ¿y Paz?, ¿nace también de un personaje real?

-En absoluto. En todas mis novelas, sobre todo en Birmane e Inmersión, me intereso por los personajes de mujeres trágicos. Para mí, no hay nada más bello que lo trágico. La alianza de la gravedad y la sensualidad es muy fuerte. Pero la primera imagen de la novela, esa mujer tumbada en la orilla, desnuda, con la sal que había formado cristales sobre su piel, no sé de dónde me vino. Inmersión empieza a partir de esta imagen, de esta fotografía. Por eso, Paz es fotógrafa. Esta mujer que parece dormida, la harmonía de un cuerpo femenino, en un entorno mineral y con el mar de fondo, ésta gran pureza carnal y en absoluto glacial, es como una foto. Su nombre da la idea de serenidad que encontramos al final del libro. Paz encuentra su propia serenidad en esta búsqueda de absoluto.



-Pero entre Paz y Cesar no reina la paz en absoluto, mas bien todo lo contrario.

-Es cierto, estos dos personajes se comprenden pero buscan el conflicto. Para mí, Paz es también la idea de la mujer artista. Yo soy muy feminista. Una sociedad regida por una mujer aportaría más pragmatismo y dulzura, y menos virilidad de niño pequeño. Las mujeres, que han sufrido muchísimo en el siglo XX, son las grandes olvidadas. Es muy difícil ser una mujer artista, ser una mujer ejecutiva, en un mundo de hombres. Me interesaba la figura de una mujer que se afirma, como mujer y como artista, pero que en el fondo resiente una presión malsana del mundo que la rodea. Paz rechaza someterse. Rechaza decir que sí a todo. Un poco como Nikki de Saint Phalle, por ejemplo. Yo buscaba para la novela esa firmeza, un pilar pero esbelto. Como una Inmersión. La idea de ir a la profundidad de las cosas.



A pesar de estar los dos personajes en el mismo mundo del arte, lo viven de forma totalmente opuesta. Paz no soporta la presión del mundo del arte, no hace compromisos, es una artista de verdad y el valor de sus fotografías sube de forma vertiginosa... "Y todo por un artículo, escrito por César, que no tiene nada que ver con el mensaje que lanza la fotógrafa. ¡Es muy grave lo que ocurre! -explica-. A Paz no le interesan los honores. No quiere hacer carrera. En cambio César está obsesionado. "El mundo del arte actual es como un teatro hoy en día".



-Al revés que Paz, César parece preocupado por el devenir de Europa. Habla de la muerte de Europa, de la literatura, de la cultura, del periodismo.

-Europa vive un momento muy duro. Después del boom económico de hace varios años, ahora se desmorona el proceso artificial que vio nacer ese auge. Hoy en día, hay un problema de identidad, lo hemos visto con Escocia y en Francia con el último libro de Eric Zemmour, El suicidio francés. ¡Es desesperante! Un libro con ese título y que encima la gente lo compre significa que existe una tensión mortífera en Europa. Hoy hablamos de repliegue, el repliegue regional, el repliegue nacional como en nuestro caso, y hemos dejado de hablar de Europa lo que me produce mucha tristeza.



-¿Y cuál sería la postura de un hombre internacional como usted, casado con española, ante los procesos separatistas que se están viviendo en algunos lugares de Europa?

-El regionalismo, como nos ocurre con los bretones en Francia, nos parece un poco ridículo. Lo único que puedo decir es que yo me siento profundamente europeo. Si tuviera que definirme diría que soy europeo. Soy francés y, a la vez, tengo puntos en común con un italiano, con un español, tengo la misma cultura, leo a Dante, a Cervantes, a Shakespeare. Creo que hay una identidad europea muy fuerte y, todo lo que es regionalismo, me cansa muchísimo. Es una actitud completamente pueril. Desde aquí no entendemos para nada los actos del gobierno catalán, sabiendo que existe ya en España una autonomía de las regiones. ¿Qué es lo que buscan con una ruptura total?



-La historia de amor que cuenta en Inmersión es una verdadera tragedia. Los dos personajes tienen sus diferencias y, desde el principio, se sabe que Paz ha muerto. ¿Es un mensaje de amor dramático que le quiere dar a su hijo?

-El amor siempre tiene un final dramático. Aunque pases toda tu vida junto al ser que amas, uno se va siempre antes que el otro. El amor es un largo combate. No se pueden hacer trampas. Pero el mensaje de la novela no es triste. El padre le dice "tu madre era una persona buena y de la que debes sentirte orgulloso". Y, para mí, no hay nada más bello que contarle a su hijo la historia de amor que le dio la vida.



-La mitología recorre las páginas de Inmersión. La Ilíada, La Odisea, los mitos de Asturias. ¿Esta trágica historia de amor tiene sus raíces en la mitología griega?

-La historia de Paz y César tiene mucho del mito de Orfeo que va a buscar a su amada Eurídice al mundo de los muertos. Lo único que le prohíben los dioses a Orfeo, es darse la vuelta y mirarla. En un momento dado, Orfeo oye un ruido, inquieto se da la vuelta y la pierde. En la novela, Cesar va a buscar el cuerpo de Paz a Arabia que, en la novela, representa el mundo de los muertos. Trae de vuelta a Paz, a través de las palabras, para su hijo. Las palabras son como la arena de esa playa que se le escapa de entre los dedos. Es conjurar la muerte a través de las palabras.



-El título Inmersión, Plonger en francés, se refiere a un movimiento hacía el agua, hacía abajo. Pero sus personajes salen más conscientes y maduros de la experiencia.

-Claro. El movimiento es a la inversa. Al ir a ver lo que hay debajo del agua, Paz se purifica de todo lo que le estorba en la modernidad. Paz se vuelve pintora, cuando era fotógrafa, va a buscar la pureza, pero no la pureza en el sentido moral, la pureza del gesto. Aleja de ella la superficialidad. El título en francés es un verbo porque es una decisión que toma el personaje. Paz no padece nada sino que decide. Plonger es ahora o nunca. La palabra española Inmersión es una palabra más líquida, más inquietante.



-¿Entonces, en la caída, en la inmersión, Paz, sigue existiendo en la realidad?

-No, pero "La gracia es caer hacia arriba", decía Simone Weil. Creo que Paz tiene esa "gracia". Para mí, Paz cae, se tira, hacia arriba. Aunque se dice en la primera página que Paz ha muerto, para mí sigue viva. Es más, le confesaré que no consigo sacármela de dentro.



Quizá por eso ahora estén trabajando en la adaptación de la novela al cine con Melanie Laurent y buscan -"póngalo en la entrevista por favor", nos pide- una joven actriz española para hacer el papel de Paz. Ya saben.