Veterana en el mundo de la edición, Sandra Ollo (Pamplona, 1977), editora de Acantilado, no olvida los consejos de Jaume Vallcorba, con el que trabajó más de cinco años. Tampoco dos de los libros esenciales de su biblioteca: una edición de principios del siglo XX de cuentos basados en las obras de teatro de Shakespeare, escrita por los hermanos Lamb, ilustrado por Rackham ("una auténtica preciosidad") y El Aleph, de Borges. Ninguno de ellos fueron regalos, pero el primero es especial "porque lo compré la primera vez que visité Budapest, un viaje que recuerdo con gran cariño. Lo encontré en una librería de viejo y me enamoré de él". El segundo supuso el descubrimiento de Borges, que le fascinó, más aún, "me cambió como lectora, me abrió las puertas de un horizonte que no conocía". En cualquier caso, los dos "me ayudaron a abrirme camino, a ser más curiosa, a querer saber más".
Como sigue construyendo su propia biblioteca -que "se va haciendo poco a poco y refleja nuestra evolución como lectores"-, tiene "más libros de los que la casa puede acoger", pero sabe que cada uno lleva la huella de lo vivido, así que "no sólo nos proporcionan un contenido extraordinario, sino que son evocadores". Y, a diferencia de sus rivales digitales, del e-reader o del ipad, "es tangible, está siempre a nuestra disposición, no se queda sin batería, no depende del grado de cobertura, tiene un mantenimiento bajísimo, es ‘transferible' y estéticamente bonita".
Secciones
- Entreclásicos, por Rafael Narbona
- Stanislavblog, por Liz Perales
- En plan serie, por Enric Albero
- A la intemperie, por J. J. Armas Marcelo
- Homo Ludens, por Borja Vaz
- ÚItimo pase, por Alberto Ojeda
- Y tú que Io veas, por Elena Vozmediano
- iQué raro es todo!, por Álvaro Guibert
- Otras pantallas, por Carlos Reviriego
- El incomodador, por Juan Sardá
- Tengo una cita, por Manuel Hidalgo
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