A principios de los 80, en México DF, Antonio Ramírez (Medellín, 1960), creador del grupo de librerías La Central, estaba curioseando en el stand de los editores suizos en una feria del libro cuando escuchó a hurtadillas una conversación entre dos personajes "de aquellos que uno presiente que son alguien importante". No sabía de quiénes se trataba, pero con el tiempo ha llegado a suponer "que uno era Sergio Pitol y el otro quizás Vladimir Dimitrijevich, el mítico editor de L'Age d'Home". Su curiosidad le cambió la vida, porque hablaban con entusiasmo, casi con vehemencia, "de un libro voluminoso, ancho y de portada negra, Vie et Destin, de Vassili Grossman. Al día siguiente logró el último ejemplar que quedaba en la Feria mexicana. Aunque su francés era "bastante limitado", se empeñó en leerlo con ayuda del diccionario y paciencia, y tardó "algunos meses" que le exigieron "un compromiso que me marcó para el resto de mis días". Ese volumen cruzó el Atlántico con él, y siempre ha estado "en una especie de punto nodal".
Ramírez, que no se siente un fetichista del libro, suele volver a comprar una nueva edición de un libro ya leído cuando le gusta por su aspecto físico. Y, "como librero en activo que soy, procuro aprovechar la ventaja, inherente a mi oficio, que me permite devolver todos los libros que no me han gustado. Así que mi biblioteca contiene sólo los libros que para mí han significado algo. El resto prefiero no conservarlos".