Fernando Ónega. Foto: Asís G. Ayerbe.
Al periodista Fernando Ónega (Mosteiro, Lugo, 1947) le pasa lo que a millones de españoles: "No soy monárquico pero sí juancarlista". Le "daba pena" que el rey Juan Carlos "pasara a la Historia como el hombre de Botsuana" y por eso decidió escribir el libro que ha presentado este martes en el Espacio Bertelsmann de Madrid: Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar (Plaza & Janés). "En realidad, la idea para el libro me la dio Rajoy, cuando en la primavera de 2013 dijo que el rey había prestado grandes servicios al Estado como constructor de la democracia y paralizador del 23-F. Yo me pregunté: ¿Y qué coño ha hecho desde entonces? Este libro es una respuesta a esa pregunta".Ónega recoge en su libro las primeras declaraciones de Juan Carlos I tras su abdicación. Reconoce que tuvo que insistir mucho al rey para que aceptase participar de primera mano en esta crónica de su reinado. "Un rey no hace memorias", le dijo al autor, pero al final accedió. El monarca emérito habló con el periodista durante horas sobre muchos asuntos importantes de su reinado, tanto en el plano histórico como en el emocional. Entre los temas tratados, destacan su infancia bajo la tutela de Franco y lejos de su familia, la incertidumbre de los primeros años, cuando tenía a buena parte del franquismo en contra, su papel en la Transición y en el 23-F y su cometido como "el mejor embajador de España", expresión que a menudo se utiliza para califica al rey y que Ónega se propuso analizar a fondo. Juan Carlos I sólo se negó a contestar una pregunta: cómo se reina, para no condicionar a su hijo, Felipe VI, confiesa el escritor.
El título, que Ónega toma prestado de un cuento de Kipling, se refiere al hecho de que "nadie daba una peseta por que pudiera Juan Carlos pudiera reinar", por muchos motivos: "No había una justificación dinástica y tenía una aceptación popular del 10%. Aunque Franco lo eligió como sucesor, había una campaña antiborbónica de los altos cargos del régimen, que preferían una monarquía del 18 de julio". A todo esto hay que sumar, recuerda el autor, el hecho de que don Alfonso de Borbón, nieto de Alfonso XIII, se casó con la nieta de Franco, "lo cual prometía el sueño de muchos: una dinastía Borbón Franco". No fue hasta la llegada de Adolfo Suárez a RTVE cuando empezó a cambiar la opinión pública sobre el rey. "Don Juan Carlos tuvo que ganarse el afecto de los españoles viajando de pueblo en pueblo", recuerda Ónega.
Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar, pone ante el lector las múltiples facetas del monarca: "el solitario y el seductor; el arriesgado y el prudente; el impulsor y el moderador; el disciplinado y el rebelde. Pero rey", explica. El autor ha recabado numerosos testimonios de figuras destacadas -y dispares- de la vida social y política española, que en muchos casos han tratado muy de cerca al monarca, desde los presidentes Rodríguez Zapatero y Aznar a las nuevas promesas de la izquierda, Pablo Iglesias y Alberto Garzón.
No se puede entender la figura de Juan Carlos sin conocer su personalidad, "con sus anécdotas, sus aciertos y meteduras de pata". Por eso, la "faceta humana" del monarca aparece en primer plano: "El rey Juan Carlos es un hombre cordial y seductor, que te gana en la primera instancia. Está lleno de anécdotas, a cada cual más brillante", afirma, y destaca dos. Una de ellas se la contó al periodista el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Durante una reunión de mandatarios en la que también estaba Hugo Chávez, el rey golpeó en la espalda al entonces presidente de Venezuela. Éste se volvió, sorprendido, y el rey le espetó: "Para que veas que yo también sé dar golpes". La otra tiene que ver con el rumor que se extendió a mediados de los ochenta que decía que el rey tenía "un testículo pocho". "Nos convocó a todos los directores de informativos en la Zarzuela y apareció haciendo ademán de bajarse los pantalones y diciendo: "¿Os los tengo que enseñar o qué?". Está claro que eso fue una ocurrencia suya, a ningún jefe de comunicación se le ocurriría algo así".
Juan Carlos y los presidentes
En la presentación del libro, Ónega ha repasado la relación del rey con los presidentes del gobierno. Con Suárez, la relación fue más que cordial. Con Calvo-Sotelo, breve. Con Felipe González, magnífica. De hecho, es una de las personas que más visita actualmente la Zarzuela. Con Aznar, la relación fue institucionalmente impecable pero inexistente en lo personal -Ónega destaca que el testimonio del expresidente popular es uno de los más críticos que aparecen en el libro, especialmente en lo que respecta a la personalísima relación de Juan Carlos I con el rey de Marruecos-. Con Zapatero, cree que la relación fue "simpática" y, por último, alega que aún es pronto para analizar la que mantiene con Rajoy, aunque deja relucir cierto malestar de la Corona por la escasa información que le ha dispensado el actual gobierno en algunos momentos."En general, Juan Carlos ha tenido una buena relación con la izquierda. Siempre se ha mostrado agradecido con Carrillo -tutea a todo el mundo menos a él- porque aceptó su proclamación a cambio de la legalización del PCE, y con Felipe González demostró que puede haber una monarquía con un gobierno socialista".
¿Y si gana Podemos? "No creo que haya problemas por parte de la Corona. No veo diferencias entre el Pablo Iglesias de hoy y el Felipe González de Suresnes [Congreso del PSOE en 1974]. González acabó siendo de derechas y formando parte del sistema, y hoy mismo Iglesias reconoce en un artículo que hay poco margen para la autonomía de un país dentro de la Unión Europea".
La soledad del rey
El rey de los últimos meses antes de su abdicación, según Ónega, era un rey "arrepentido y dolido" por la polémica desatada a raíz de su accidente mientras cazaba elefantes en Botsuana. "La pérdida de la magia" de aquellos días fue, en opinión del autor del libro, la suma de una serie de circunstancias: el propio paso del tiempo, ya que las nuevas generaciones no tienen tan presente la importancia del rey en el cambio democrático; el escándalo de Urdangarín, "que fue un gran desengaño para el rey"; y su delicado estado de salud -"el rey se mueve en silla de ruedas cuando no hay cámaras", asegura, "aunque está mejor y ya ha empezado a correr unos metros"-.Después del relevo en el trono, en cambio, el rey ha recuperado su buen estado de ánimo. "La sucesión ha sido un acto de generosidad de don Juan Carlos y, al mismo tiempo, un alivio". Prueba de ello es que en la última conversación telefónica que mantuvo el periodista con el monarca, hace unos días, éste se mostró muy relajado y le dijo, con su espontaneidad característica: "Me siento cojonudo".