Ahora que de casi todo hace ya veinte años, como el poeta solía repetir, se cumplen veinticinco de la muerte de Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990). Miembro de una familia de la alta burguesía castellana, estudió Derecho en Barcelona y Salamanca, y se convirtió en alto ejecutivo de la Compañía de Tabacos de Filipinas. Al tiempo, escribía y gozaba una secreta vida canalla, de poemas, amores clandestinos, amigos y bares “últimos de la noche”.

Su obra, no muy abundante [Versos a Carlos Barral (1952), Según sentencia del tiempo (1953), Compañeros de viaje (1959), En favor de Venus (1965), Moralidades (1966), Poemas póstumos (1968), Colección particular (1969), además de sus memorias, Diario del artista seriamente enfermo (1974) y ensayos El pie de la letra: Ensayos 1955-1979] trató siempre dos temas, "el paso del tiempo y yo", lo que hizo que el propio poeta declarase a menudo que "el problema es que he escrito poquísimo, y que, por tanto, se escribe siempre sobre los mismos temas. La verdad es que estoy harto".

Y ese cansancio, incluso de sí mismo, le llevó a un silencio poético casi total en 1974. Con todo, lo vivido y escrito hasta entonces le había convertido en una de las grandes figuras, si no la mayor, de la llamada Generación del 50, y en un auténtico mito para las posteriores, que vieron en él un modelo culturalista y vital.

Su amigo Juan Marsé, que le cuidó hasta el fin, Vicente Gallego, Luis García Montero, Eloy Sánchez Rosillo, Manuel Vilas, Álvaro Valverde, Elena Medel, Juan Antonio González Iglesias y Lorenzo Oliván le rinden homenaje en El Cultural, eligiendo razonadamente su poema favorito.

Juan Marsé

"Elijo este poema por una razón descaradamente personal. Porque yo también vivo en este poema, porque fui testigo de su gestación y porque recuerdo el día feliz que su autor me leyó la última y definitiva versión del poema en el "sótano negro", y brindamos con ginebra".

Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma

En el jardín, leyendo,

la sombra de la casa me oscurece las páginas

y el frío repentino de final de agosto

hace que piense en ti.

El jardín y la casa cercana

donde pían los pájaros en las enredaderas,

una tarde de agosto, cuando va a oscurecer

y se tiene aún el libro en la mano,

eran, me acuerdo, símbolo tuyo de la muerte.

Ojalá en el infierno

de tus últimos días te diera esta visión

un poco de dulzura, aunque no lo creo.

En paz al fin conmigo,

puedo ya recordarte

no en las horas horribles, sino aquí

en el verano del año pasado,

cuando agolpadamente

-tantos meses borradas-

regresan las imágenes felices

traídas por tu imagen de la muerte...

Agosto en el jardín, a pleno día.

Vasos de vino blanco

dejados en la hierba, cerca de la piscina,

calor bajo los árboles. Y voces

que gritan nombres.

Ángel,

Juan, María Rosa, Marcelino, Joaquina

-Joaquina de pechitos de manzana.

Tú volvías riendo del teléfono

anunciando más gente que venía:

te recuerdo correr,

la apagada explosión de tu cuerpo en el agua.

Y las noches también de libertad completa

en la casa espaciosa, toda para nosotros

lo mismo que un convento abandonado,

y la nostalgia de puertas secretas,

aquel correr por las habitaciones,

buscar en los armarios

y divertirse en la alternancia

de desnudo y disfraz, dsempolvando

batines, botas altas y calzones,

arbitrarias escenas,

viejos sueños eróticos de nuestra adolescencia,

muchacho solitario.

Te acuerdas de Carmina,

de la gorda Carmina subiendo la escalera

con el culo en pompa

y llevando en la mano un candelabro?

Fue un verano feliz.

...El último verano

de nuestra juventud, dijiste a Juan

en Barcelona al regresar

nostálgicos,

y tenías razón. Luego vino el invierno,

el infierno de meses

y meses de agonía

y la noche final de pastillas y alcohol

y vómito en la alfombra.

Yo me salvé escribiendo

después de la muerte de Jaime Gil de Biedma.

De los dos, eras tú quien mejor escribía.

Ahora sé hasta qué punto tuyos eran

el deseo de ensueño y la ironía,

la sordina romántica que late en los poemas

míos que yo prefiero, por ejemplo en Pandémica...

A veces me pregunto

cómo será sin ti mi poesía.

Aunque acaso fui yo quien te enseñó.

Quien te enseñó a vengarte de mis sueños,

por cobardía, corrompiéndolos.

Luis García Montero

"Entre los poemas de Jaime, tengo especial relación con Amistad a lo largo. Se debe a motivos personales. En una tarde de 1985, lo copió para mí con su letra de buen alumno de la vida y los libros. Yo enmarqué el manuscrito y lo tengo colgado en una pared de mi casa. Así que es un poema con el que convivo desde hace muchos años. Entre las cosas que me ha dado la poesía, agradezco sobre todo la amistad y el respeto por el saber de los maestros".

Amistad a lo largo

Pasan lentos los días

y muchas veces estuvimos solos.

Pero luego hay momentos felices

para dejarse ser en amistad.

Mirad:

somos nosotros.

Un destino condujo diestramente

las horas, y brotó la compañía.

Llegaban noches. Al amor de ellas

nosotros encendíamos palabras,

las palabras que luego abandonamos

para subir a más:

empezamos a ser los compañeros

que se conocen

por encima de la voz o de la seña.

Ahora sí. Pueden alzarse

las gentiles palabras

-ésas que ya no dicen cosas-,

flotar ligeramente sobre el aire;

porque estamos nosotros enzarzados

en mundo, sarmentosos

de historia acumulada,

y está la compañía que formamos plena,

frondosa de presencias.

Detrás de cada uno

vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.

Quiero deciros algo.

Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.

A veces, al hablar, alguno olvida

su brazo sobre el mío,

y yo aunque esté callado doy las gracias,

porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.

Quiero deciros cómo trajimos

nuestras vidas aquí, para contarlas.

Largamente, los unos con los otros

en el rincón hablamos, tantos meses!

que nos sabemos bien, y en el recuerdo

el júbilo es igual a la tristeza.

Para nosotros el dolor es tierno.

Ay el tiempo! Ya todo se comprende.

Elena Medel

"Admiro la forma en la que Gil de Biedma teje la intimidad y el compromiso; me sorprenden también su punto casi visionario y la maestría en el ritmo y en ese decir que se escucha con la música compleja de la conversación".

Elegía y recuerdo de la canción francesa

Os acordáis: Europa estaba en ruinas.

Todo un mundo de imágenes me queda de aquel tiempo

descoloridas, hiriéndome los ojos

con los escombros de los bombardeos.

En España la gente se apretaba en los cines

y no existía la calefacción.

Era la paz -después de tanta sangre-

que llegaba harapienta, como la conocimos

durante cinco años.

Y todo un continente empobrecido,

carcomido de historia y de mercado negro,

de repente nos fue más familiar.

¡Estampas de la Europa de postguerra

que parecen mojadas en lluvia silenciosa,

ciudades grises adonde llega un tren

sucio de refugiados: cuántas cosas

de nuestra historia próxima trajisteis, despertando

la esperanza en España, y el temor!

Hasta el aire de entonces parecía

que estuviera suspenso, como si preguntara,

y en las viejas tabernas de barrio

los vencidos hablaban en voz baja...

Nosotros, los más jóvenes, como siempre esperábamos

algo definitivo y general.

Y fue en aquel momento, justamente

en aquellos momentos de miedo y esperanzas

-tan irreales, ay- que apareciste,

oh rosa de lo sórdido, manchada

creación de los hombres, arisca, vil y bella

canción francesa de mi juventud!

Eras lo no esperado que se impone

a la imaginación, porque es así la vida,

tú que cantabas la heroicidad canalla,

el estallido de las rebeldías

igual que llamaradas, y el miedo a dormir solo,

la intensidad que aflige al corazón.

Cuánto enseguida te quisimos todos!

En tu mundo de noches, con el chico y la chica

entrelazados, de pie en un quicio oscuro,

en la sordina de tus melodías,

un eco de nosotros resonaba exaltándonos

con la nostalgia de la rebelión.

Y todavía, en la alta noche, solo,

con el vaso en la mano, cuando pienso en mi vida,

otra vez más sans faire du bruit tus músicas

suenan en la memoria, como una despedida:

parece que fue ayer y algo ha cambiado.

Hoy no esperamos la revolución.

Desvencijada Europa de postguerra

con la luna asomando tras las ventanas rotas,

Europa anterior al milagro alemán,

imagen de mi vida, melancólica!

Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos,

aunque a veces nos guste una canción.

Manuel Vilas

"Nadie conocía con precisión aritmética cuál era el número de la promiscuidad. Gil de Biedma lo halló en este poema: cuatrocientos cuerpos".

Pandémica y celeste

Imagínate ahora que tú y yo

muy tarde ya en la noche

hablemos de hombre a hombre, finalmente.

Imagínatelo,

en una de esas noches memorables

de rara comunión, con la botella

medio vacía, los ceniceros sucios,

y después de agotado el tema de la vida.

Que te voy a enseñar un corazón,

un corazón infiel,

Desnudo de cintura para abajo,

Hipócrita lector - mon semblable - mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo

quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos

a ser posible jóvenes:

Yo persigo también el dulce amor,

el tierno amor para dormir al lado

y que alegre mi cama al despertarse,

cercano como un pájaro.

¡Si yo no puedo desnudarme nunca,

si jamás he podido entrar en unos brazos

sin sentir -aunque sea nada más que un momento-

igual deslumbramiento que a los veinte años!

Para saber de amor, para aprenderle,

haber estado solo es necesario.

Y es necesario en cuatrocientas noches

-con cuatrocientos cuerpos diferentes-

haber hecho el amor. Que sus misterios,

como dijo el poeta, son del alma,

pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado

sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,

Mientras buscaba ese tendón del hombro.

Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...

Aquella carretera de montaña

y los bien empleados abrazos furtivos

y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,

pegados a la tapia, cegados por las luces.

O aquel atardecer cerca del río

desnudos y riéndonos, de hiedra coronados.

O aquel portal en Roma en vía del Babuino.

y recuerdos de caras y ciudades

apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,

de escaleras sin luz, de camarotes,

de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,

y de infinitas casas de baños,

de fosos de un castillo.

Recuerdos de vosotras, sobre todo,

o noches en hoteles de una noche,

definitivas noches en pensiones sórdidas,

en cuartos recién fríos,

noches que devolvéis a vuestros huéspedes

un olvidado sabor a sí mismos!

La historia en cuerpo y alma, como una

imagen rota,

de la langueur goutée a ce mal d'être deux.

Sin despreciar

-alegres como fiesta entre semana-

las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían

trabajos de amor disperso

si no existiese el verdadero amor.

Mi amor,

Íntegra imagen de mi vida,

sol de las noches mismas que le robo,

su juventud, la mía,

-música de mi fondo-

sonríe aún en la imprecisa gracia

de cada cuerpo joven,

en cada encuentro anónimo,

iluminándolo. Dándole un alma.

Y no hay muslos hermosos

que no me hagan pensar en sus hermosos muslos

cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida

que pueda compararla

con la pasión que da el conocimiento,

los años de experiencia

de nuestro amor.

Porque en amor también

es importante el tiempo,

y dulce, de algún modo,

verificar con mano melancólica

su perceptible paso por un cuerpo

- mientras que basta un gesto familiar

en los labios,

o la ligera palpitación de un miembro,

para hacerme sentir la maravilla

de aquella gracia antigua, fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,

Cuando pasen más años y al final estemos,

quiero aplastar los labios invocando

la imagen de su cuerpo

y de todos los cuerpos que una vez amé

aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.

Para pedir la fuerza de poder vivir

sin belleza, sin fuerza y sin deseo,

mientras seguimos juntos

hasta morir en paz. Los dos,

como dicen que mueren los que han amado mucho.

Juan Antonio González Iglesias

"Mi poema preferido de Gil de Biedma es Canción de aniversario. La habitual cercanía del poeta permite excepcionalmente comunicar felicidad, amor o serenidad. Es un poema que parece a un oasis".

Canción de aniversario

Porque son ya seis años desde entonces,

porque no hay en la tierra, todavía,

nada que sea tan dulce como una habitación

para dos, si es tuya y mía;

porque hasta el tiempo, ese pariente pobre

que conoció mejores días,

parece hoy partidario de la felicidad,

cantemos, alegría!

Y luego levantémonos más tarde,

como domingo. Que la mañana plena

se nos vaya en hacer otra vez el amor,

pero mejor: de otra manera

que la noche no puede imaginarse,

mientras el cuarto se nos puebla

de sol y vecindad tranquila, igual que el tiempo,

y de historia serena.

El eco de los días de placer,

el deseo, la música acordada

dentro en el corazón, y que yo he puesto apenas

en mis poemas, por romántica;

todo el perfume, todo el pasado infiel,

lo que fue dulce y da nostalgia,

¿no ves cómo se sume en la realidad que entonces

soñabas y soñaba?

La realidad -no demasiado hermosa-

con sus inconvenientes de ser dos,

sus vergonzosas noches de amor sin deseo

y de deseo sin amor,

que ni en seis siglos de dormir a solas

las pagaríamos. Y con

sus transiciones vagas, de la traición al tedio,

del tedio a la traición.

La vida no es un sueño, tú ya sabes

que tenemos tendencia a olvidarlo.

Pero un poco de sueño, no más, un si es no es

por esta vez, callándonos

el resto de la historia, y un instante

-mientras que tú y yo nos deseamos

feliz y larga vida en común-, estoy seguro

que no puede hacer daño.

Vicente Gallego

"A día de hoy, en que al lector que soy le pesa un poco el artificio conceptual que arrastra habitualmente la voz de Biedma -aunque se trate de un arrastre asumido con suma elegancia-, encuentro en el brote de este poema una raíz más honda: no hay en él conceptismo ni previsión, sino hallazgo de una mirada abierta a lo sensitivo, a su profunda y misteriosa carnalidad".

Noche triste de octubre, 1959

A Juan Marsé

Definitivamente

parece confirmarse que este invierno

que viene, será duro.

Adelantaron

las lluvias, y el Gobierno,

reunido en consejo de ministros,

no se sabe si estudia a estas horas

el subsidio de paro

o el derecho al despido,

o si sencillamente, aislado en un océano,

se limita a esperar que la tormenta pase

y llegue el día, el día en que, por fin,

las cosas dejen de venir mal dadas.

En la noche de octubre,

mientras leo entre líneas el periódico,

me he parado a escuchar el latido

del silencio en mi cuarto, las conversaciones

de los vecinos acostándose,

todos esos rumores

que recobran de pronto una vida

y un significado propio, misterioso.

Y he pensado en los miles de seres humanos,

hombres y mujeres que en este mismo instante,

con el primer escalofrío,

han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,

por su fatiga anticipada,

por su ansiedad para este invierno,

mientras que afuera llueve.

Por todo el litoral de Cataluña llueve

con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,

ennegreciendo muros,

goteando fábricas, filtrándose

en los talleres mal iluminados.

Y el agua arrastra hacia la mar semillas

incipientes, mezcladas en el barro,

árboles, zapatos cojos, utensilios

abandonados y revuelto todo

con las primeras Letras protestadas.

Eloy Sánchez Rosillo

"Mi poema favorito de Gil de Biedma es París, postal del cielo. El motivo de esta preferencia es el único que considero válido en materia de poesía: cuando he releído hoy los diez o doce poemas de Gil de Biedma que tengo subrayados en mi ejemplar de su poesía, éste es el que más me ha conmovido".

París, postal del cielo

Ahora, voy a contaros

cómo también yo estuve en París, y fui dichoso.

Era en los buenos años de mi juventud,

los años de abundancia

del corazón, cuando dejar atrás padres y patria

es sentirse más libre para siempre, y fue

en verano, aquel verano

de la huelga y las primeras canciones de Brassens,

y de la hermosa historia

de casi amor.

Aún vive en mi memoria aquella noche,

recién llegado. Todavía contemplo,

bajo el Pont Saint Michel, de la mano, en silencio,

la gran luna de agosto suspensa entre las torres

de Notre-Dame, y azul

de un imposible el río tantas veces soñado

-It's too romantic, como tú me dijiste

al retirar los labios.

¿En qué sitio perdido

de tu país, en qué rincón de Norteamérica

y en el cuarto de quién, a las horas más feas,

cuando sueñes morir no te importa en qué brazos,

te llegará, lo mismo

que ahora a mí me llega, ese calor de gentes

y la luz de aquel cielo rumoroso

tranquilo, sobre el Sena?

Como sueño vivido hace ya mucho tiempo,

como aquella canción

de entonces, así vuelve al corazón,

en un instante, en una intensidad, la historia

de nuestro amor,

confundiendo los días y sus noches,

los momentos felices,

los reproches

y aquel viaje -camino de la cama-

en un vagón del Metro Étoile-Nation.

Álvaro Valverde

"Lo escojo porque es un poema raro en la obra de un poeta urbano. Y porque habla de su infancia feliz en el campo. En lo que fue su "reino". Los cinco versos finales, donde alude a la "afinidad profunda / con la naturaleza y con los hombres", son extraordinarios. También a uno, en fin, le habría gustado hacer vie de château, como él decía".

Ribera de los alisos

Los pinos son más viejos.

Sendero abajo,

sucias de arena y rozaduras

igual que mis rodillas cuando niño,

asoman las raíces.

Y allá en el fondo el río entre los álamos

completa como siempre este paisaje

que yo quiero en el mundo,

mientras que me devuelve su recuerdo

entre los más primeros de mi vida.

Un pequeño rincón en el mapa de España

que me sé de memoria, porque fue mi reino.

Podría imaginar

que no ha pasado el tiempo,

lo mismo que a seis años, a esa edad

en que el dormir descansa verdaderamente,

con los ojos cerrados

y despierto en la cama, las mañanas de invierno,

imaginaba un día del verano anterior.

Con el olor

profundo de los pinos.

Pero están estos cambios apenas perceptibles,

en las raíces, o en el sendero mismo,

que me fuerzan a veces a deshacer lo andado.

Están estos recuerdos, que sirven nada más

para morir conmigo.

Por lo menos la vida en el colegio

era un indicio de lo que es la vida.

Y sin embargo, son estas imágenes

-una noche a caballo, el nacimiento

terriblemente impuro de la luna,

o la visión del río apareciéndose

hace ya muchos años, en un mes de septiembre,

la exaltación y el miedo de estar solo

cuando va a atardecer-,

antes que otras ningunas,

las que vuelven y tienen un sentido

que no sé bien cuál es.

La intensidad

de un fogonazo, puede que solamente,

y también una antigua inclinación humana

por confundir belleza y significación.

Imágenes hermosas de una historia

que no es toda la historia.

Demasiado me acuerdo de los meses de octubre,

de las vueltas a casa ya de noche, cantando,

con el viento de otoño cortándonos los labios,

y la excitación en el salón de arriba

junto al fuego encendido, cuando eran familiares

el ritmo de la casa y el de las estaciones,

la dulzura de un orden artificioso y rústico,

como los personajes

en el papel de la pared.

Sueño de los mayores, todo aquello.

Sueño de su nostalgia de otra vida más noble,

de otra edad exaltándoles

hacia una eternidad de grandes fincas,

más allá de su miedo a morir ellos solos.

Así fui, desde niño, acostumbrado

al ejercicio de la irrealidad,

y todavía, en la melancolía

que de entonces me queda,

hay rencor de conciencia engañada,

resentimiento demasiado vivo

que ni el silencio y la soledad lo calman,

aunque acaso también algo más hondo

traigan al corazón.

Como el latido

de los pinares, al pararse el viento,

que se preparan para oscurecer.

Algo que ya no es casi sentimiento,

una disposición de afinidad profunda

con la naturaleza y con los hombres,

que hasta la idea de morir parece

bella y tranquila. Igual que este lugar.

Lorenzo Oliván

"Tiene una profunda ironía y un ritmo convincente, y nos recuerda la necesidad de cuestionar las grandes palabras del poder, las tradiciones heredadas. La mejor educación pasa por construir un pensamiento crítico".

Las grandes esperanzas

Las grandes esperanzas están todas

puestas sobre vosotros,

así dicen

los señores solemnes y también:

Tomad.

Aquí la escuela y la despensa, sois mayores,

libres de disponer

sin imprudentes romanticismos por supuesto

La verdad, que deberíais estar agradecidos.

Pero ya veis, nos bastan las grandes esperanzas

y todas están puestas en vosotros.

Cada mañana vengo

cada mañana vengo para ver

lo que ayer no existía

cómo el Nombre del Padre se ha dispuesto,

y cómo cada fecha libre fue entregada,

dada en aval, suscrita por

los padres nuestros

de cada día.

Cada mañana vengo para ver

que todo está servido (me saludan,

al entrar levantando un poco los ojos)

y cada mañana me pregunto,

cada mañana me pregunto cuántos somos

nosotros, y de quién venimos,

y qué precio pagamos por esa confianza.

O quizá

no venimos tampoco para eso.

La cuestión se rduce en estar vivo un instante,

aunque sea un instante no más,

a estar vivo

justo en ese minuto

cuando nos escapamos

al mejor de los mundos imposibles.

En donde nada importa,

nada absolutamente -ni siquiera

las grandes esperanzas que están puestas

todas sobre nosotros, todas,

y así pesan.