Thomas Piketty hoy, en el Círculo de Bellas Artes. Foto: Daniel Arjona
El escritor francés y estrella de la economía mundial presenta en Madrid El capital en el siglo XXI, el ensayo que disecciona la desigualdad en el mundo de hoy y que ha vendido tres millones de ejemplares.
Gráfico presentado por Piketty que muestra la increíble magnitud de la burbuja española
Las colas en la mañana de este jueves en el círculo de Bellas Artes de Madrid para asistir a la presentación de la edición española de El capital en el siglo XXI (FCE, 2014) eran más propias de un concierto de los Rolling que de una conferencia acerca de la llamada "ciencia lúgubre". El economista francés Thomas Piketty (Clichy, 1971) recordaba en primer lugar el horror de los atentados terroristas de París, "a pocos metros de la escuela de mis hijos". Y después reconocía una pequeña trampa en su libro: "En realidad no trata apenas del siglo XXI, la mayor parte es un análisis de los siglos XIX y XX".Al igual que en la introducción de su insospechado bestseller, Piketty ha arrancado con mil prevenciones. "El trabajo ha sido colectivo"."El objetivo era reunir pruebas y permitir que la gente saque sus conclusiones..." Pero las conclusiones del propio Piketty no se han hecho esperar guarnecidas por el despliegue militar de gráficos. Y el sortilegio de los datos brutos, tan desnudos como investidos de intenciones. En 1987 la riqueza de un rico equivalía a la de 30 adultos, hoy a la de 45 y la riqueza del 1% más próspero crece tres veces más rápido que la del resto de la gente. Es verdad que el PIB mundial se ha incrementado un 3% de media anual pero el aumento demográfico tiende a cero así que sólo una ligera parte del crecimiento ha sido asumido por los nuevos habitantes del planeta. "Si la tendencia se mantuviera, dentro de un tiempo toda la riqueza del mundo, toda sin excepción, pertenecerá a ese 1%". ¿Syriza? ¿Podemos? Hay que perderles el miedo "e inspirarse en ellos".
Ricardo, Marx, Balzac, Jane Austen
La desigualdad despierta estrepitosamente con la industrialización del siglo XIX y la detectan David Ricardo o Marx entre otros, "aunque lamentablemente no tenían datos", pero también las novelas de Balzac o Jane Austen quienes, escribe Piketty, "poseían un conocimiento íntimo de la jerarquía de la riqueza en sus respectivas sociedades; comprendían sus fronteras secretas, conocían sus implacables consecuencias en la vida de esos hombres y mujeres, incluyendo sus estrategias maritales, sus esperanzas y sus desgracias". Pero seguían faltando los datos. Datos, datos, datos. Y ¡voilá!, cuando el economista estadounidense Kuznets presenta las primeras series de datos consistentes (circunscritas a la realidad estadounidense) en 1953, la realidad borra de un plumazo los inevitables apocalipsis de los profetas marxistas. La desigualdad disminuía cada vez más, el PIB crecía de forma sostenida y beneficiaba a todas las clases sociales, el mundo (capitalista) era cada vez más igualitario, un mundomejor. "Pero sólo fue un lapsus, entre los 50 y los 70".Finiquitadas las décadas felices de la socialdemocracia de postguerra, las diferencias vuelven a explotar, especialmente en Estados Unidos pero también en Europa. ¿Por qué? La razón hay que buscarla en la mágica ecuación urdida por el economista francés comparada por su presentador, Miguel Ángel Aguilar, al inicio de la conferencia, con la mítica equivalencia de Einstein entre masa y energía. Si Einstein dedujo e= mc2, Piketty, aún más minimalista, concluye r>g, donde "r" es el rendimiento, la renta del capital y "g" la tasa de rendimiento de la economía que incluye, entre otras, las rentas del trabajo. Por ejemplo: las inversiones brindan un beneficio muy superior al que ofrecen las nóminas de los trabajadores. ¿Dónde nace semejante número áureo? Piketty se ufana de haber reunido las más extensas series de datos existentes hasta la fecha disponibles para todos los públicos en su web. Series que han recibido no pocas y contundentes críticas, como las de The Financial Times ¿Y las razones de la desigualdad acelerada? El distinto acceso a la educación y la formación, la transferencia de la riqueza pública a la privada o "los injustificables ingresos de los grandes ejecutivos que exceden del todo su productividad".
La desigualdad es nociva por muchas razones pero la principal es que hace más frágiles nuestras sociedades. Por ejemplo, el pico más alto se observó, ha anotado Piketty, justo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria. El economista francés, que no ha se ha cansado en los últimos tiempos de repetir que el espíritu que le anima dista de ser radical ni revolucionario o que, por ejemplo, no ha leído El Capital de Marx, ha reiterado en varias ocasiones hoy que "ni el progreso ni la riqueza son malos". Pero sí es muy peligroso su desigual reparto. Aunque los ricos, como ha aceptado recogiendo así algunas de las críticas a su trabajo, "no sean siempre los mismos". Y al final, el hombre que no venía a hablar del futuro, no pudo dejar de frotar con sobriedad y cierta seducción su bola de cristal: deben aumentarse drásticamente los impuestos a las rentas del capital y mitigar las del trabajo. Esos dolores que sufrimos al presentar la declaración de la renta. "Intento combatir el nacionalismo ideológico en mi trabajo", ha concluido, "las solución debe ser globales".