El origen de este libro se sitúa en el encargo que el Fondo de Población de Naciones Unidas hace en 2005 a Martín Caparrós. Se trataba de armar diez historias de vida de jóvenes repartidos por todo el mundo con el fin de averiguar sus opiniones sobre distintos problemas de actualidad. En la entrevista que Caparrós concede a A. Scarpelli y M. Libertella para el diario bonaerense Clarín leemos que dicho encargo le llevó a viajar por todo el mundo. De ese periplo salieron dos libros, Una luna, sobre la inmigración y Contra el cambio, relacionado con problemas ambientales. Pero lo importante fue la percepción de que mucha gente estaba subalimentada.
El hambre como causa de muerte y de infinitas desgracias comenzó a representarse en todas sus dimensiones y se convirtió en un resorte que llevó a viajar a nuestro autor por la geografía mundial de la hambruna. En Níger, país rico en uranio, el mijo se acaba en agosto y no hay otra cosa para paliar el hambre. India y Bangladesh albergan bolsas desesperantes de hambrientos. Madagascar ejemplifica una gestión alimentaria desastrosa. Entre tanta calamidad aquí y allá, Martín Caparrós va escribiendo historias de vida que ejemplifican uno de los problemas actuales más sangrantes y dan un enorme vigor a este volumen.
Tras viajar y documentarse, los datos que maneja Martín Caparrós son demoledores sin excusa ni pretexto. Asegura que ahora mismo viven sobre la Tierra 1.400 millones de personas gastando menos de 1'25 dólares al día. 25.000 pobres mueren cotidianamente a consecuencia del hambre. 50 millones sufren anualmente distintas formas de hambrunas y la “malnutrición estructural” en forma de “inseguridad alimentaria” afecta a 2.000 millones de seres humanos. Dicho de otro modo, entre 800 y 900 millones están pasando hambre ahora mismo.
Las cifras no lo dicen todo. Las mujeres representan el 60% de los que padecen hambre y sufren más sus consecuencias. Una de ellas es la anemia por falta de hierro en su alimentación y de ahí que una de cada cinco mujeres fallezca a causa de dicha carencia. La anemia acaba diariamente con 300 parturientas. Veinte millones de las que sobreviven dan a luz a bebés que no se han formado del todo y comienzan a vivir con un peso por debajo del debido, crecerán con una madres que no pueden dar el pecho en buenas condiciones. “Madres mal alimentadas criando hijos subdesarrollados”.
Caparrós nace en Buenos Aires en 1957. Comienza a trabajar como periodista hasta que Argentina se le pone difícil y se exilia en París mientras se licencia en Historia en La Sorbona. A continuación se traslada a Madrid, escribe su primera novela y comienza a colaborar en el diario El País. Derrocada la dictadura vuelve a la Argentina y ejerce el periodismo hasta que lo deja para hacer radio en España y seguir escribiendo novelas y lo que se le ponga por delante. Tras descubrir que sus idas y venidas por el mundo podían incluirle en la apasionante nómina de escritores de viaje, acierta de pleno con Crónicas de fin de siglo y gana el Premio de Periodismo Rey de España 1992. Su bisabuela Gustava, antes de morir en el campo de exterminio de Treblinka, sufrió la dieta de 184 calorías que los nazis proporcionaban a los judíos del gueto de Varsovia. Vestido de negro, alto, con un mostacho impresionante y su cráneo rapado, este argentino universal, tocapelotas e incómodo para cualquier gobierno, consiguió una beca de la Agencia Española de Cooperación Internacional, “generosa en más de un sentido”, para escribir este libro.
El Hambre está planteado desde un calculado esfuerzo de persuasión, desde una voluntad que quiere hacer presente un problema escandaloso, un problema que, sin embargo, para buen número de ciudadanos de los países industrializados, pasa inadvertido. En Europa parece haberse olvidado que el hambre ha sido consustancial a su desarrollo. La hambruna de 1315-1317 causó una brutal mortandad, disminuyó de forma dramática la natalidad desde el mar Báltico hasta el Mediterráneo, provocó un raquitismo que arruinó infinidad de vidas, originó epidemias y, de forma indirecta, fomentó robos y violencia. Lo peor es que, como han descrito los cronistas, sus consecuencias se vieron exacerbadas porque los tratantes subieron los precios de cereales y alimentos más allá del alcance de los pobres. La segunda gran crisis de subsistencias que diezmó Europa tuvo lugar entre 1692 y 1694. Después llegarían las de 1816-1817 y la llamada Hambruna de la Patata en 1846-1847 que arrasó la población de Irlanda y forzó emigraciones en masa.
El problema del hambre en la actualidad está vinculado para Caparrós a una mala gestión pública y privada de los recursos existentes. Por eso, tras recorrer la geografía del hambre armado con su grabadora y su aguda capacidad de observación, se traslada a Chicago para visitar el Chicago Board of Trade y entrar en la Bolsa de Chicago. Ahí se rebela contra la afirmación de que el “mercado” es el mejor mecanismo de regulación para controlar los precios y los costes de la alimentación a nivel planetario. Su sentido de la justicia se viene abajo y clama contra las políticas públicas regidas por el neoliberalismo malthusiano. En esas páginas desfilan numerosos villanos y Goldman Sachs aparece como uno de los grandes culpables al estilo de los mercaderes que ya en el siglo XIV potenciaban la hambruna en Europa para su desconsiderado beneficio.
La perspectiva de Caparrós, la de alguien que ha palpado el hambre, la malnutrición y las enfermedades derivadas, es crítica y está llena de pesimismo. Sin embargo, es forzoso reconocer el progreso de las últimas décadas. Si un tercio de la población global estaba sumergida en la extrema pobreza en 1990, en 2011 esa cifra había descendido al 14'5%, debido sobre todo al crecimiento económico de los países asiáticos. Etiopía es otro de los países africanos cuyo desarrollo sube de forma apreciable. Desde el año 2000 la mortalidad ocasionada por la malaria ha descendido en torno al 47%. En 2003, en la África subsahariana, sólo 50.000 personas recibían el tratamiento antirretroviral contra el VIH/SIDA; ahora están tratados más de nueve millones. Desde 2000 al 2012, 57 millones más de subsaharianos fueron escolarizados. En los años setenta, menos del 5% de los niños de todo el mundo recibían las vacunas esenciales, ahora son vacunados más del 80%.
Que hayamos mejorado no quita potencia al grito de advertencia lanzado por este volumen.