Alia Trabucco.

La resta (Demipage), primera novela de Alia Trabucco (Santiago de Chile, 1983), arranca en un territorio devastado: Santiago de Chile amanece cubierto de cenizas el día en que regresa, metido en un ataúd, el cadáver de la exiliada Ingrid Aguirre. El cuerpo quedará atrapado en un pequeño aeropuerto de Los Andes y su hija, que viaja en otro avión camino del entierro, irá en su busca junto a Felipe e Iquela, hijos de excompañeros de lucha de Ingrid. Ese viaje será también una exploración en los meandros de la memoria: de la individual, claro, pero también de la "memoria colectiva de un país que no ha acabado de digerir" lo que ocurrió durante la dictadura criminal de Pinochet. Trabucco, hija de un cineasta y una periodista, licenciada en Derecho y residente en Londres, donde realiza un doctorado en Literatura Latinoamericana, utiliza esta novela en ruta para enfrentar el pasado de Chile, dice, con "ojos frescos y una mirada distinta".



Es la de Trabucco una visión generacional: la de los hijos de las víctimas de la dictadura. ¿Cómo enfrentar un pasado del que se levantan, como fantasmas, más de 3.000 víctimas entre muertos y desaparecidos? "No tiene ningún sentido tomar el discurso nostálgico de nuestros padres", dice la escritora. Y tampoco es cuestión de olvidar ("eso sería nefasto"); más bien, afirma, consiste en un giro en el discurso, un cambio de tono. Que las nuevas generaciones "no adopten la misma narrativa de sus padres". Que hablen "de nuevos afectos desde el humor, desde la ironía o incluso desde el resentimiento".



Lina Meruane alude en el epílogo a lo incómodo de esta novela, que plantea preguntas aún no formuladas en Chile. "Porque algo no cuadra en las cuentas chilenas de la postdictadura: demasiados muertos sin cuerpo ni memoria, demasiadas preguntas pendientes de respuesta", escribe. Trabucco lo explica así: "Me parece que la novela enfrenta a los personajes y los lectores a preguntas más difíciles que otras narrativas sobre este mismo periodo. Al final se trata de cuestionar a los padres, lo que no es fácil ya que muchos de ellos, padres en su mayoría con un discurso de izquierdas, estuvieron comprometidos contra la dictadura".



Trabucco ve similitudes entre la transición de su país y la de España. Observa un problema comparable en lo referente a la memoria. "Creo que en ambos países la mayoría de los asuntos los negociaran anticipadamente personas que no eran las más indicadas para negociar". La consecuencia principal, afirma, es que "se quedaron muchos temas vedados, intocables".



En 2013 se cumplieron cuarenta años del Golpe de Estado de Pinochet. Trabucco estaba en Chile y lo recuerda como un momento de "catarsis colectiva". Pudo ver que el pasado "aún está muy vivo, que el daño de la dictadura ha sido muy poco digerido desde el ochenta y ocho en adelante". Trabucco cree es a ellos, a sus contemporáneos, a los escritores, artistas e intelectuales de su generación, ya criados en democracia, a quienes corresponde proponer "ciertas narrativas colectivas" que sustituyan a las que, hasta ahora, sostiene, han monopolizado "los de arriba".



Ganadora en su país del Premio a la Mejor Obra Literaria de 2014 (categoría de Novela Inédita), Trabucco es sumamente crítica con el Chile actual. Dice que su país es una "pseudodemocracia". Hablamos de No, la película de Pablo Larraín, que muestra cómo la transición chilena pudo ser gracias a una campaña publicitaria en favor del cambio ("Ya llegó la alegría", era el lema). "Para mí, la película de Larraín tiene una lectura muy interesante: al final el No a Pinochet gana gracias la publicidad, lo que anticipa el neoliberalismo brutal que se ha impuesto en Chile", dice la autora, para quien "las esperanzas de cambio tras los militares, si es que realmente fueron esperanzas, nunca se consumaron".



"En los últimos treinta años no se ha construido una sociedad distinta a la que se venía construyendo en la dictadura. Finalmente lo que ocurrió con los gobiernos de después es que profundizaron en lo que se había hecho antes: siguieron vendiendo recursos naturales, siguieron privatizándolo todo. Obviamente es diferente estar en una pseudodemocracia que en una dictadura, pero sigue siendo una democracia muy deficiente. Seguimos con la Constitución de Pinochet, por ejemplo, y eso no puede ser. El Chile de hoy es un país muy complicado, sin redes de seguridad social, con una sociedad totalmente fragmentada, con un nivel de desigualdad terrible", lamenta.