Paul Celan
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"La prosa fue una constante en su vida", dice el traductor José Luis Reina Palazón. "Y leyendo estos textos podemos ver al Celan traductor y crítico, algo que no era posible con las escasas publicaciones que tenía anteriormente". El autor del desolador poema Fuga de muerte compaginó siempre la literatura con la traducción, y realizó canónicas versiones de poetas como Rimbaud o Valery, y otros tantos de las siete lenguas que dominaba (francés, ruso, inglés, italiano, rumano, portugués y hebreo). Celan dejó todos sus inéditos clasificados antes de morir, e indicó cuáles quería se publicaran. Pero los conservó todos. Aquí podríamos recordar lo que Borges dijo de Kafka, de cuya intención de destruir su obra nunca se fio, pues si fuera cierta, decía, hubiera hecho el trabajo él mismo. Algo semejante quiere decir Reina Palazón cuando alude al "sumo cuidado" con que Celan clasificó toda su obra, incluida la que, según él, no estaba en condiciones de ser publicada.
En los aforismos -de época temprana- se observa el lado lúdico del poeta judío de origen rumano. Son textos agrupados bajo el título Libreta de la tarde de Paul Celan, y firmados junto a su amigo Petre Salomon. "Hay que situarlos en la primera juventud del poeta, antes de que ocurrieran algunos de los hechos clave de su vida", dice el traductor; es decir, cuando todavía la guerra no había segado la vida de sus padres ni él mismo había sufrido la persecución ni contemplado la subversión de los valores de Occidente. En esa parte también hay reflexiones sobre la poesía ("En la poesía no se espera la señal cuando se telefonea") y narraciones cortas, a veces microrrelatos, que en ocasiones parecen el germen de obras mayores.
Celan fue siempre un gran lector de narrativa. Thomas Mann, Joseph Conrad, James Joyce. "Y sobre todo Kafka. Mucho Kafka", apostilla Reina Palazón. Esto es notable en sus artículos o ensayos para revistas, en los que el escritor reflexiona sobre otros autores, como Chéjov ("la indecible tristeza de su mundo y el arte de la miniatura con que él la ha tejido") o Dostoievski ("un utopista lúcido, a veces clarividente y profético, a menudo sin embargo también ciego ante tantos prejuicios, supersticiones e ignorancia del ambiente en el que él vivía"), y en varias de las entrevistas en donde habla no solo de su poética, sino también de su visión del mundo. Su estilo como ensayista es, dice el traductor, "concreto y a la vez trascendente".
"Como crítico era muy preciso; buscaba siempre el otro lado del texto, el que no suele aparecer en las reseñas. Y lo hacía también en relación con su propio arte, buscando resonancias de los temas que le interesaban, como el desastre de la guerra o la rebelión frente a las formas". Reina Palazón cita a Heidegger, y a sus teorías sobre el lenguaje, como una de las influencias más claras de este Celan; y niega, por cierto, que estuvieran enfrentados, algo que, dice, ya quedó claro con la publicación de La Biblioteca Filosófica de Paul Celan. "Fue un gran especialista en la obra de Heidegger, un intérprete muy agudo. Además tenían una relación muy cordial, casi de amistad. Intercambiaban muchos libros e incluso Celan visitó al filósofo en su cabaña de la Selva Negra. No creo que Celan le insistiera demasiado en que pidiera perdón por su filiación nazi".
Es llamativo que fuera Heidegger, precisamente, quien anotara, tras una visita de Paul Celan, el penoso estado en que lo encontró. "Desvaríos" es la palabra que utiliza, esos trastornos que persiguieron al poeta a partir de la guerra, pues nunca se recuperó de su paso por los campos de trabajo en Rumanía.
A finales de los años sesenta ocurrió el llamado Caso Goll, del que en estos textos se recogen algunas reflexiones del propio Celan. Claire Goll, la mujer del poeta Yvan Goll, acusó a Celan de haber plagiado a su marido. "Fue una tontería", dice el traductor. "La prueba que dio fue que en un poema de Celan aparecía un jabalí como el que aparecía en un poema de su esposo". Aquello hundió a Celan. Tuvo un ataque de nervios y acabó ingresando en una clínica. Se hicieron entonces frecuentes los desvaríos. Celan sufría manía persecutoria y sospechaba que había todo un montaje contra él por parte de los intelectuales. En una ocasión, una crítica negativa de Günter Grass le afligió tanto que le subió la fiebre. Su esposa tuvo que llamar al autor de El tambor de Hojalata para que acudiera a retractarse, y Günter Grass aceptó. Por entonces, Celan ya anotaba las matrículas de los coches que rodeaban su casa y veía nazis por todas partes. En 1970 se suicidó tirándose al Sena desde el puente Mirabeau.