Que la vida iba en serio uno no siempre lo empieza a comprender más tarde. Puede sucederle con sólo diez años, al ir a un nuevo colegio y que le salgan al paso con “¿tú eres el marica?”, antes de golpearle. Lo peor no serán la humillación o el miedo, sino el dolor. Eddy Bellegueule es diferente. Su voz es más chillona que la de los demás niños, mueve las manos frenéticamente, no le gusta el fútbol, viste a escondidas ropa de mujer. Y vive en un pueblo del norte de Francia embrutecido por siglos de tradición, que sólo sabe de hombres alfa bebedores y violentos.
La primera reacción de Louis, el protagonista de esta novela autobiográfica, será demostrar, y demostrarse, que él es “normal” y puede moderar sus gestos, “volver a hacerlo todo desde el principio, volver a nacer” (pág. 171) porque necesita negarse a sí mismo. La huida del pueblo y la ruptura con su familia, a los 16 años, le permitirán descubrir quién es y sobre todo, que hay otros mundos donde la sensibilidad no es castigada. Será entonces cuando cambie su nombre por el de Édouard Louis y comience a escribir Para acabar con Louis Bellegueule, que se convertirá en pocos meses en la sorpresa editorial francesa de 2014. Quien espere pretenciosas reflexiones sobre la identidad sexual o la violencia cotidiana acabará defraudado. No son necesarias: la sencillez y honestidad del relato convierten lo que podría haber sido un drama en una novela amena y sorprendente.