Goncalo M. Tavares. Foto: Archivo
Si la lectura de un libro de Gonçalo M. Tavares (Luanda, 1970) es un deleite para la inteligencia y la sensibilidad, la experiencia con El barrio multiplica por diez ese placer porque lo componen diez obras fascinantes prologadas por Alberto Manguel e introducidas por una breve nota del autor. A pesar de la premura que a veces demanda el trabajo del crítico, he seguido el consejo de Tavares en la nota y he leído El barrio dejando espacios para la reflexión entre cada una de sus partes. Creo que es así como hay que acercarse a esta obra maravillosa y que es conveniente recapacitar sobre esas historias, paladeando su mensaje desde la calma.Inclasificable desde el punto de vista del género (como ya sucediera con Un viaje a la India), el texto recoge diez libros breves escritos en diferentes épocas (desde 2002 hasta 2010), cada uno de los cuales lleva como título el nombre de un autor que forma parte del canon de Tavares: el señor Valéry, el señor Henri, el señor Bretch, el señor Juarroz o el señor Eliot, entre otros. Todos ellos conviven en un barrio peculiar y cada uno tiene alguna característica que lo define: la lógica, el conocimiento, el pensamiento, el arte de la entrevista, la ciencia política, las investigaciones geométricas o la destreza para impartir conferencias. A pesar de los diferentes tiempos de escritura, todos comparten cierto aire de familia y el lector los percibe como creados en un mismo momento vital. Ese es el motivo de que habiten en el barrio, que es el lugar desde el que escribe Tavares y, sobre todo, desde el que mira el mundo. Partiendo de una sólida base filosófica pero también literaria, el escritor crea un espacio propio, basado en una concepción poética de la realidad y desde una evidente sencillez en las formas. Así consigue llegar fácilmente al lector, pese a la complejidad que constituye la raíz de su pensamiento.
Porque en el fondo, y a pesar de toda la parafernalia que nos envuelve, lo que verdaderamente nos importa son cosas muy simples, como sentirnos queridos y querer, o saber que nos comprenden y comprender a otros. Para expresar estas verdades inapelables, Tavares construye su universo poniendo del revés la realidad en la que vivimos cómodamente instalados. Solo así podemos pararnos, observar lo absurdo que es el mundo que nos hemos construido y reflexionar sobre si queremos que nuestra vida siga siendo de este modo. O que cambie. Por eso, los personajes que residen en el barrio le dan la vuelta a los acontecimientos pequeños (a veces a los grandes) de la vida cotidiana hasta que la irracionalidad o su forma paradójica de ser queda en evidencia. Y esto se consigue por medio de quiebros en el sentido, de piruetas lúdicas o de dibujos simples. En una palabra, desautomatizando esa realidad a través del absurdo, la mirada poética, la ironía sutil y el humor.
El barrio es un conglomerado de novelas cortas, cuentos, minicuentos y aforismos, y, según avanza en páginas, introduce elementos que vinculan esos géneros y todas las historias que los conforman. Pero fundamentalmente es un libro excelente (a veces genial) con el que el lector redescubre el placer de la lectura, de la reflexión tranquila y del encuentro consigo mismo.