Harold Bloom señala a los poetas
Páginas de Espuma publica 'Poemas y poetas. El canon de la poesía', de Harold Bloom. El crítico Germán Gullón y el traductor y poeta Antonio Rivero Taravillo dan sus versiones enfrentadas acerca de la pertinencia de establecer un canon de literatura occidental
4 junio, 2015 02:00A partir de 1994, año en que se publicó su célebre Canon occidental, todo libro de Harold Bloom viene acompañado de polémica. Así que con el último, Poemas y poetas. El canon de la poesía, editado por la misma editorial, Páginas de Espuma, que antes hizo lo propio en sendos volúmenes con el cuento, la novela y el ensayo, es de esperar que ocurra lo mismo. Acercarse a Bloom, ya se sabe, es sobre todo acercarse a una tradición concreta, que es la suya; la de un judío nacido en el Bronx que con cuatro años leía poemas en yidis, que aprendió inglés estudiando la poesía angloamericana, que a los doce ya había memorizado, por amor, a Blake y a Hart Crane, y que de éstos pasó a Shelley, Wallace Stevens, Yeats, Milton o William Shakespeare. Y de ahí hacia delante, hasta llegar a Anne Carson.
A estas alturas es relativamente fácil imaginarse, poeta arriba o abajo, quién está y quién falta en esta nueva colección, cuya versión en inglés -conviene aclararlo- estuvo al cuidado del propio autor. Los textos provienen de prólogos y artículos dispersos, lo que explicaría su, en apariencia, arbitraria extensión: Shakespeare, sobre cuyos hombros hace recaer Bloom todo el peso de la literatura occidental, está despachado en tres páginas frente a las más de cincuenta en que se ocupa, por ejemplo, de Lord Byron. También es cierto que a Shakespeare (como a Yeats, como a Blake) ya le ha dedicado algún libro aparte. "No creo que Bloom haya querido hacer nunca una especie de manual que sirva a todo el mundo", explica Antonio Rivero Taravillo, traductor del volumen. "El libro se publica para el mercado norteamericano y, por extensión, para el británico. Y bien está que introduzca a dos poetas de nuestra tradición [Octavio Paz, Neruda], a varios franceses [Rimbaud, Valéry] o a Pushkin".
Para Germán Gullón, crítico de El Cultural, en tanto que en sus obras Bloom pretende establecer un canon, las omisiones no son irreprochables. "Por ejemplo, en su libro Genios incluye a Lorca y a Cernuda, pero deja fuera a Juan Ramón Jiménez. Si hay un genio de la poesía europea del XX ése es JRJ. En fin, Bloom no sabe español". Además, continúa el catedrático, el autor de Anatomía de la influencia, "al hablar de genialidad o canon, aleja al lector de los textos, pues los pone fuera de su alcance". Y concluye: "La literatura está escrita por hombres, como Miguel de Cervantes o William Shakespeare, que supieron contar, cantar, la realidad humana".
Bloom falla, opina Gullón, al jerarquizar a los autores en función del valor trascendente de su obra. "En esto se diferencia de la mayoría de los grandes críticos contemporáneos, que creen en el valor social de la literatura". Para el americano, estos forman parte de lo que, maliciosamente, ha llamado escuela del resentimiento, según él la principal causante del abaratamiento de las humanidades, y en donde entran en juego el feminismo radical, el tardomarxismo, el postestructuralismo, etcétera. Bloom cree que el estudio de la literatura está siendo sustituido por los estudios culturales y, contra eso, en palabras de Rivero Taravillo, "él reivindica el valor de la obra independientemente de sus condicionantes sociológicos o políticos. Por eso es un autor incómodo, sobre todo para los relativistas que han ido copando los puestos de poder en las universidades americanas". O, por decirlo con el propio Bloom: "Si no puedes olvidar a Shakespeare, Milton, Wordsworth, Keats, Tennyson, Walt Whitman o Emily Dickinson, entonces no te sientes muy tentado por los pronunciamientos resentidos según los cuales ciertos poetas insuficientes son dignos de estudio por causa de su género, orientación sexual, origen étnico, pigmentación de la piel o criterios similares".
Catedrático Sterling de la Universidad de Yale, Harold Bloom ha enseñado durante décadas a sus privilegiados alumnos cómo leer y por qué. Según Gullón, que Yale pertenezca a la llamada liga de hiedra, un conjunto de universidades del norte del país conocidas por su antigüedad y su excelencia, condiciona la orientación crítica del autor de Mapa de las lecturas erróneas: "En estas instituciones, donde predominan los alumnos ricos que han asistido a colegios privados, donde el currículo incluye a los clásicos, el elemento realidad suena poco, pues los estudiantes no acuden a aprender de la sociedad, sino a aislarse de ella y a formar las redes de amistades que les permitirán mantener el estatus económico familiar. La literatura supone un lujo, no una necesidad para aprender de la vida".
Y si Bloom no vale, ¿entonces quién? Gullón cita a Steiner, un crítico superior, opina, porque parte de "una idea del hombre básica para las Humanidades, alejada del maniqueísmo que nos divide en buenos o malos, y, en cambio, nos concibe como lo que somos, seres que actuamos según las circunstancias en que nos ha tocado vivir". En opinión de Rivero Taravillo, sin embargo, Bloom es "probablemente el mejor crítico de poesía del mundo". Y lo recomienda sobre todo en un libro como este, en donde hay sugerentes, insospechadas lecturas de cientos de poemas fundamentales: "El lector se va a encontrar con una antología de poesía cuya interpretación siempre es acertada; de este modo podrá acceder a poemas muy complejos que están entre lo más alto de nuestra tradición".