Jorge Bustos.
Los viejos partidos, los emergentes, Rajoy, Merkel, Pablo Iglesias, Esperanza Aguirre, el pequeño Nicolás, Susana Díaz, el rey Juan Carlos, el electorado enfurecido, el electorado alarmista, el político trincón y el currito que defrauda a Hacienda. Con cara de cerdo, zorra, cuervo o rana, todos son animales de hoy que encajan a la perfección en las fábulas de siempre, las de Esopo y Fedro, las de Iriarte, Samaniego y La Fontaine, así como en las de Bierce, Kafka o Monterroso. El periodista Jorge Bustos, uno de los últimos fichajes de El Mundo, ha echado mano a un buen número de ellas para retratar la España actual en el libro La granja humana. Fábulas para el siglo XXI, editado por Ariel. El autor lo presentará este jueves en la librería Cervantes y Compañía de Madrid, acompañado por Álvaro Pombo y Alberto Ruiz-Gallardón.Esta colección de fábulas acompañadas de lúcidos y jocosos ensayos está dividida en cinco áreas temáticas: populismo ("la demagogia en sentido amplio"), corrupción (no solo la política, también la ciudadana), vieja política (el bipartidismo y sus prácticas), ciudadanía (sobre todo sus deberes, "que también los tiene, aunque los medios a menudo recuerden solo los de los políticos") y, por último, "otras bestias", donde cabe la religión, el fútbol o el periodismo.
Bustos (Madrid, 1982) ha realizado la exégesis de las fábulas obviando en muchos casos su interpretación canónica. "Las releía con la mente en blanco, como si fuera la primera vez, y luego leía los periódicos del día. Es sorprendente que una fábula del siglo VI a.C. tenga una conexión tan clara con las noticias del siglo XXI", explica el zoósofo a El Cultural. El suyo es un ensayismo al estilo de Montaigne, sin conclusiones prefijadas. Eso le permite discrepar de la moraleja original si es necesario y hacerlo además con argumentos inéditos. Así ocurre, por ejemplo, en el caso de la hormiga y la cigarra: "La falla moral no estriba en dedicarse al artisteo, como pensarían nuestras severas bisabuelas, sino en dedicarse a ello gratis".
El tono del libro se sitúa "entre el columnismo y el ensayo", con una mezcla equilibrada de ritmo, hondura filosófica e ironía. El tercer ingrediente, dice Bustos, "es la religión del posmoderno (y yo, aunque me rebele, no dejo de serlo). Si alguien muestra en las redes sociales una convicción demasiado firme sobre lo que sea, es inmediatamente ridiculizado. David Foster Wallace, uno de los teóricos de la ironía más sagaces, decía que la ironía es un callejón sin salida, porque si lo ridiculizas todo acabas en el nihilismo". Por eso Bustos mantiene a raya el escepticismo: "Como posición de partida es cómoda, pero no deja de ser un fracaso. Yo apuesto por unos valores positivos en los que me reconozco, como joven viejo humanista que soy". De hecho, el ensayista se precia de la etiqueta "viejoven" que algunos le imponen. "Este libro no es la diatriba de un enfant terrible ni está hecho para provocar; es el libro que podría escribir con 80 años".
En las antípodas de la corrección política pero con templanza, Bustos expande sus críticas a territorios que otros no osarían pisar, porque "uno no puede aspirar a algún honor intelectual si topa con el tabú y lo rodea con cuquería". Así se explica el escritor en "Feminismo a precio justo", donde una fábula de Esopo (Las cabras y sus barbas) le da pie para condenar los exabruptos machistas de políticos como León de la Riva y Diego Valderas y también para denunciar que "la sola palabra «mujer» se ha cargado de ideología". Y en el artículo La mujer como campo de batalla, el escritor recupera una fábula de Fray Benito Jerónimo Feijóo ("que fue un adalid del feminismo ilustrado, aunque muchas feministas no imaginarían que un fraile español del XVIII pudiera serlo") para ensalzar la "legítima pugna feminista" a la vez que arremete contra el "machismo invertido" del "feminismo histérico". "Siempre pienso que el lector inteligente me concederá el beneficio de la lectura. El feminismo es un tema muy delicado y aún quedan residuos de patriarcado contra los que cualquier hombre ilustrado debe luchar".
Vindicación del auténtico Rousseau
Bustos abre el libro con esta cita de Rousseau: "Quienes quieran tratar por separado la política y la moral nunca entenderán ninguna de las dos." La falta de moral en política es, según el autor, "un problema universal y eterno" desde los tiempos de Benjamin Constant, el filósofo francés que basó su noción de libertad en la distinción entre los ámbitos público y privado. Pero Bustos no solo interpela en La granja humana a la clase política, sino que también denuncia con especial énfasis la flojera moral de toda la sociedad. "No me gusta pasarle la mano por el lomo al lector, sino agarrarlo por las solapas. Soy enemigo del discurso maniqueo y populista que le echa la culpa de todo a la casta dirigente. Aquí todo el mundo escrituraba su casa por encima del valor de mercado y votaba a los corruptos cuando la economía iba bien", recuerda.Por eso no soporta que se tergiverse la máxima de que el hombre es bueno por naturaleza y otros principios roussonianos como el de la autenticidad. "Se nos bombardea con la idea de que hay que ser auténtico, pero nadie sabe qué es eso. Al final lo que tenemos es gente troquelada en serie, que pone citas de Paulo Coelho en el muro de Facebook del vecino. Rousseau es mucho más profundo que eso. Fue un tipo contracultural e iconoclasta. Su visión del buen salvaje no es otra cosa que una apuesta por la educación".
La coherencia, dice Bustos, es un concepto clave para entender eso de la autenticidad. "Yo he entrevistado a un minero asturiano comunista que picaba por la mañana y por la tarde iba al parlamento autonómico. Eso es un hombre coherente. No puedes ser un pijo y abogar por el reparto equitativo de la riqueza. La coherencia es la revolución pendiente".
@FDquijano