Sandrone Dazieri. Foto: Mario Tirelli

Si se le pregunta por qué abandonó la cocina para meterse a escritor, él da la vuelta a la pregunta: "¿Por qué un escritor empezó trabajando de cocinero?" Pues Sandrone Dazieri dice que con trece años ya soñaba con escribir novelas. "Pero nadie me tomaba en serio", dice. Años después, con quince, se fue a Roma desde su Cremona natal; tenía que sobrevivir así que aprendió a cocinar. "Me pareció que era la mejor opción, me veía cocinando en los mejores restaurantes del mundo, conociendo a mujeres guapísimas, quizás teniendo un Ferrari… entonces tendría tiempo para pensar en la novela". Y ahí se quedó diez años. Después tuvo una empresa de mudanzas y, al fin, a los treinta, empezó a trabajar de corrector de pruebas. Al mismo tiempo colaboraba con medios culturales, escribía sobre lo que le gustaba, thrillers, ciencia ficción, cómics... En 1999, con 35 años, publicó su primera novela.



Ahora, tras convertirse en recurrente superventas en su país, presenta en España su última novela, la primera traducida a nuestro idioma. Se titula No está solo, lo edita Alfaguara, es un thriller, no una novela negra (género que pretende superar), y está escrita como una serie de televisión; es decir, con un muro al final de cada capítulo que busca que el lector sea incapaz de soltar el libro. No en vano Dazieri es guionista de una serie llamada Squadra Antimafia. Dice que su objetivo es contribuir a la renovación del noir en su país, "muy gastado":



-No quiero compararme con los grandes artistas, pero ningún gran pintor se hizo famoso haciendo todo lo que hacían los anteriores. Es como la cocina. Mire Ferrán Adriá. A mí me gustan los espaguetis con tomate, pero aprecio mucho a quien los hace con un spray y añade un cubito de hielo. Creo que hay que implicarse en lo que uno hace, aportar lo que uno tiene de diferente.



-¿En qué sentido está anquilosada la novela negra en Italia?

-En Italia predomina el noir muy clásico, al estilo de Simenon o Agatha Christie; novelas con un solo personaje que investiga un caso y lo resuelve. Estos fueron grandes escritores e innovadores, pero en mi opinión el thriller narra mejor el presente, porque profundiza más en la parte oscura del mundo.



-Su novela, debido a la longitud y al modo como está estructurada, recuerda a las series de televisión. ¿Pensaba en esto al escribirla?

-Creo que mi trabajo como guionista me influye. Algunas de las mejores historias que se hacen hoy, sobre todo en ciencia ficción, terror o thriller, se hacen para la televisión. Son narraciones muy interesantes, complejas, profundas. Yo ahora, desde que escribo guiones, visualizo todo lo que escribo. Cuando escribes un guion, si eres muy abstracto, si no sabes exactamente dónde estás, no puedes llevarlo a la pantalla. Eso me queda de mi trabajo como guionista. Y luego hay otro asunto: tanto en televisión como en novela no te debes parar nunca, tienes que encontrar la forma de que el espectador o el lector se muera por saber lo que vendrá después.



-Se han adaptado al cine algunas de sus novelas. ¿Quedó satisfecho con el resultado?

-Es que el cine o la televisión y la literatura tienen un nivel de profundidad distinto. Es complicado. Me di cuenta de esto cuando escribía mi primera película a partir de mi segunda novela, La cura del gorilla. El protagonista era un detective esquizofrénico. Vivía con dos personalidades que se alternaban en su cuerpo y cuando uno de los dos se dormía aparecía el otro. En la novela yo no tuve ningún problema para representar su conflicto interior, porque podía meterme en su cabeza. Pero al escribir la película tuve que poner, a sugerencia del productor, un apoyo al personaje para que tuviera con quien hablar y hacer explícito lo que había implícito en la novela. Lo hice y el resultado no fue muy bueno; fue malo, en realidad, la película fue mala.



-¿Le gusta True Detective? ¿Cree que ha revolucionado el género en televisión?

-En mi opinión no ha revolucionado nada. Está muy bien escrita, es muy buena, todo esto sí. Es una serie que bebe de la literatura, como tantas. La televisión y el cine tienen un constante intercambio con la literatura; más hoy que las referencias de todo el mundo están mezcladas. Sin La isla misteriosa de Verne no existiría Lost, sin Bram Stoker no existiría True Blood. En este momento ya existe la madurez del producto televisivo y el intercambio es mucho más intenso, aunque las series de televisión jamás tendrán el nivel de profundidad que tiene una novela.



-¿Y cree que las series han reducido aún más el tiempo que dedica la gente a la lectura? Quizás es que no se leyó nunca...

-Estoy más por lo segundo. Seamos sinceros: es más difícil leer que ver la tele, en la televisión lo absorbes todo, pero cuando lees una novela te tienes que imaginar un mundo. Y esto es una cosa compleja. No es una casualidad que sean muchos más los que ven series de televisión que los que leen. Leer exige participación y por eso hay que aprender a hacerlo bien desde pequeño.



-¿Y ha bajado la literatura el nivel para igualarse a la televisión? Parece que ya a ningún escritor se le ocurriría hacer una descripción como las de Balzac.

-Yo creo que hay que distinguir bien entre la literatura pura y las novelas de género, las novelas de género se basan fundamentalmente en el argumento y en la construcción de los personajes, se pueden construir más o menos bien, pero no hay que equivocarse: la literatura pura sigue existiendo: Balzac sigue, pero es poco leído. Dumas era mucho más leído, seguro, porque escribía novelas de género. Yo trato de escribir bien, pero trato también de dejar solo lo necesario para la historia. Eliminar lo que no sirve, aunque a mí me parezca bellísimo, forma parte de mi trabajo.



-Se dice a menudo que el género negro o el policiaco ha servido, en oposición a la literatura más abstracta, para denunciar las carencias de la sociedad, la corrupción… ¿También usted lo concibe así?

-No. Eso es puro marketing. Yo escribo siempre sobre un mundo que no es nuestro mundo, pero que lo representa. Recuerdo que, después del atentado de las Torres Gemelas, la primera novela que contó de verdad las sensaciones de los neoyorquinos fue Tan fuerte, tan cerca, de Safran Foer. No era una novela negra, pero hablaba de la realidad, del presente. En la línea de autores como Don DeLillo, que han indagado en el corazón de la América contemporánea. Por eso no creo que hablar del presente sea algo propio de la novela negra. Es una estrategia editorial para decir "eh, que estamos aquí los escritores de novela negra y te hablamos a ti, lector, de lo que te rodea".



-En ese sentido, ¿su novela podía haber transcurrido en cualquier otra ciudad que no fuese Roma? ¿No hay en su historia particularidades de Italia?

-Siempre que fuera una gran ciudad, supongo que sí. Pero tenía que terminar en donde nace Dante, una pequeña ciudad, mi ciudad, Cremona, en donde nací yo. Yo creo que el horror se puede producir en cualquier lugar del mundo. Pero sentía en ese momento la necesidad de hablar de Roma, porque es una ciudad que yo vivo intensamente y quería fijar ciertos lugares. Para mí escribir novelas es una manera de fijar en la memoria lo que he visto, vivido.



-Ha dicho de los dos personajes principales, Colomba Caselli y Dante Torre, que son dos "veteranos heridos por la vida". ¿Le atraen los perdedores?

-Me atrae todo de ellos. Nunca me han gustado los ganadores, a mí me gustan los perdedores que tienen la capacidad de levantarse. Son ellos quienes han aprendido lecciones de la vida y por eso consiguen ver las cosas mejor que nadie. Desde luego mejor que quien nunca ha tenido ningún problema. Los perdedores son capaces de llegar al final, de resolver la historia, porque su experiencia hace que estén abiertos al mundo. El mundo ha destruido todas sus certezas y eso los lleva hasta la verdad.



@albertogordom