Nancy Kress.

Recientemente galardonada con el prestigioso Premio Nébula a la mejor novela corta por Yesterday's Kin, y bien conocida en nuestro país gracias a su trilogía iniciada con Mendigos en España (Ediciones B), Nancy Kress (1948, Búfalo, Nueva York) es uno de los grandes nombres invitados por el festival Celsius 232 de ciencia ficción, fantasía y terror que se celebra estos días, del 29 de julio al 1 de agosto, en la asturiana villa de Avilés, y que se ha convertido ya en cita obligada y esperada para aficionados, autores y figuras internacionales del género. Con ella hablamos de literatura, ciencia, feminismo y del futuro de la ingeniería genética... Un futuro que ya está aquí.



- Usted empezó escribiendo novelas de fantasía o, mejor dicho, de fantasy, pero después se pasó a la ciencia ficción, lo que resulta curioso ya que, en los últimos años, lo que suele ocurrir es el proceso inverso.

- No fue nada premeditado. Yo era una gran admiradora de las novelas de fantasía de Peter S. Beagle y, de hecho, la primera novela que publiqué del género, The Prince of Morning Bells, era una imitación de las suyas... Lo que los críticos no dejaron de hacer notar en su momento, por cierto. Pero eventualmente acabé perdiendo interés por la fantasía y moviéndome hacia la ciencia ficción. Sobre todo por mi interés en los avances de la ingeniería genética, que es un tema fascinante, sobre el que gira la mayor parte de mi obra actual. En realidad, yo nunca planeé dedicarme a la literatura. Soy profesora de primaria y procedo de una familia italoamericana muy tradicional. En ningún momento me animaron a convertirme en escritora. Recuerdo perfectamente a mi madre diciéndome de niña que eligiera lo que quería ser cuando fuera mayor: maestra, niñera o secretaria. Elegí ser maestra. Empecé a escribir durante mi primer matrimonio, cuando estaba embarazada de mi segundo hijo. Estaba la mayor parte del tiempo sola en casa, con un niño pequeño y otro a punto de llegar, sin poder hacer prácticamente nada más que ver continuamente Barrio Sésamo... Necesitaba hacer algo para no volverme loca, así que empecé a escribir.



- ¿Es realmente la ingeniería genética la ciencia del futuro?

- Creo que más que del futuro lo es ya del presente. Se dice que el siglo XX fue el siglo de la física, ya se sabe: Einstein y los demás. El siglo XXI será el de la biología y la ingeniería genética, sin duda. Los avances que se han hecho y se están haciendo son espectaculares: se pueden crear bacterias para convertirlas en medicinas, se pueden diseñar cultivos de grano resistentes a todo, algo que en un mundo cada vez más superpoblado y hambriento es fundamental. Y, desde luego, se puede aplicar a los animales y eventualmente a las personas... Sé que hay quienes se oponen a ello, pero es algo inevitable. En Estados Unidos la experimentación con células madre está prohibida, pero se sabe que se está llevando a cabo en secreto o fuera de sus fronteras. No se puede frenar. Porque si hay provecho en algo, ocurrirá se quiera o no.



- Habitualmente, la ciencia ficción popular suele mostrar más bien los aspectos negativos y peligrosos de estos temas.

- Sí, normalmente la experimentación genética en la ciencia ficción está llena de monstruos y científicos locos. Con mi trilogía de Mendigos en España yo quería hacer justo lo contrario. Quería mostrar las posibilidades de la ingeniera genética bajo una luz positiva... Naturalmente, para que haya una buena historia debe haber también conflicto, y trato de exponer también todos los puntos de vista, las ambigüedades y peligros. Porque obviamente hay muchos peligros. Se cometerán fallos, errores y hay usos potencialmente terribles para la ingeniería genética... Pero lo mismo puede decirse de todos los avances científicos a lo largo de la historia. La ciencia siempre es una espada de doble filo. Con el descubrimiento del fuego aparecieron los pirómanos, la medicina que cura nos da también el veneno que mata, con los cultivos de grano genéticamente mejorados vienen también las armas biológicas... Pero tiendo a ser optimista. Me da mucho más miedo el cambio climático que la experimentación genética. Solo hay que leer las novelas de Paolo Bacigalupi, como La chica mecánica, El cementerio de barcos o, sobre todo, su más reciente The Water Knife, en las que trata del agotamiento de las fuentes de energía naturales, de la alteración ecológica y el cambio climático que está sufriendo nuestro planeta.



- Su obra explora también el efecto sociopolítico y económico de esos cambios tecnológicos, y muestra una sociedad inquietantemente parecida a la nuestra.

- Mi escritora favorita del género, Ursula K. LeGuin, suele decir que toda ficción sobre el futuro habla del presente, hasta en sus aspectos más aparentemente fantásticos. Cuando yo escribí la trilogía de los Mendigos me interesó mucho la idea de una división cada vez más profunda en la raza humana entre los que tienen mucho y los que no tienen nada, algo que cada día es más real. En los Estados Unidos la distancia entre ricos y pobres es cada vez mayor. Tengo la sensación de que se cierne sobre nosotros una especie de revolución. Los extremos se están polarizando. La crisis actual se parece demasiado a la que se vivió en 1928, y la única solución es potenciar las políticas sociales. Lo que hizo Roosevelt en su día fue una verdadera revolución. Aquí, en España, como en otros países europeos, hay una mayor tradición de políticas sociales, pero en Estados Unidos hace falta aumentarlas mucho más si no queremos volver a vivir las tragedias del pasado.



- Sus novelas son a veces una especie de fresco histórico, como las grandes novelas del siglo XIX, solo que en lugar de hablar del pasado lo hacen del futuro.

- La buena ciencia ficción es la heredera de la gran tradición de la novela victoriana, de escritores como Jane Austen, Dickens o Thomas Hardy. Eran autores que presentaban un gran panorama de su tiempo y de su mundo, complejo y con muchos personajes. Ahora hay demasiados escritores que se ocupan de problemas pequeños, conflictos individuales, personales, como el matrimonio, la familia. Pueden ser muy buenas novelas, por supuesto, pero a mí me interesa más otro planteamiento.



- A diferencia de otras escritoras de ciencia ficción, en sus obras los hombres no son siempre estúpidos brutos o misóginos.

- Estoy casada, tengo dos hijos varones, hermanos y un padre... ¡Me gustan los hombres! Bromas aparte, me considero feminista, pero no una feminista radical, nunca lo he sido. Sin embargo, reconozco que tengo la suerte de haber comenzado a publicar en los años 80, cuando las mayores conquistas para la mujer ya se habían conseguido, muchas de ellas gracias, precisamente, a feministas radicales. Hubo tiempos muy duros para ser escritora, aunque ahora ya no lo sean. Por otra parte, creo que hay dos maneras de escribir ciencia ficción feminista: una, muy directa y combativa, como, por ejemplo, la de Joanna Russ. Otra, que es la que yo prefiero, es la que muestra una sociedad en la que las mujeres tienen ya posiciones igualitarias y de poder, en la que toman decisiones. Es más tranquila, pero igualmente feminista y más realista. Afortunadamente, en ese sentido el mundo ha cambiado mucho y muy rápidamente.