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En Monterrey, México, un anciano toma un taxi para ir a Linares, su ciudad natal. Durante el trayecto el viejo contará su historia, y la de su familia, los Morales Cortés, desde principios del siglo XX hasta hoy. Así el lector irá atravesando el siglo XX mexicano a través de la historia privada de esta familia, en cuyo origen está un niño sabio que no puede hablar, pero que mira el mundo con ojos limpios, oye lo que otros no oyen, o no saben, o no quieren oír, y anda todo el día rodeado de abejas.



Ellas, las abejas, son sus aliadas, y guardan también el secreto del vetusto caserón de la familia, un lugar en el que rige el patriarcado, y que está habitado por mujeres tercas y hermosas. Un lugar, cuenta este narrador improvisado, donde las naranjas tienen un sabor especial. Todo es diferente en Linares, hasta la muerte. Con una precisa descripción de las sensaciones y las texturas del tiempo que se recobra -el olor a lavanda, a ropa hervida con jabón blanco, a naranjas y miel- la escritora mexicana, que publicó en 2010 su primera novela, Noche de huracán, teje una historia de amor y de entrega por una familia, por una tierra que permanece y por un hermano al que ha esperado siempre, pero también la historia de una traición que amenaza con propiciar el desastre.



"En esa madrugada de octubre el llanto del bebé se mezclaba con el ruido del viento fresco circulando entre los árboles -arranca la novela-, el canto de los pájaros y la despedida de los insectos de la noche. Salía flotando de la espesura del monte, pero se apagaba a unos cuantos metros de su origen, como impedido por una brujería a salir en busca de cualquier oído humano".