Mariana Torres

Páginas de Espuma. Madrid, 2015, 129 páginas, 14€

Mariana Torres nació en Brasil hace 34 años. Vive en España desde 2011. Ha sido alumna y es ahora profesora de talleres literarios, así como autora de guiones cinematográficos. Precisamente en un taller literario comenzó a escribir estos cuentos, aunque en su nota biográfica se dice que escribe "desde siempre".



Los 34 textos que componen este libro tienen en común su brevedad. Los más largos rondan las cinco o seis páginas y aproximadamente una quincena son microrrelatos. Es en estos últimos -los más breves- donde la autora explora con valentía ciertos recursos. Los textos no ocultan su deuda con los ejercicios de escritura surgidos de un taller pero saben subyugar con fogonazos perturbadores. Así es, por ejemplo en "La planta que grita", "Pólvora" o "Época de muda", tres de los más notables. La acción no es relevante. Lo que importa es el lenguaje, y qué efectos puede causar en el lector.



La colección comparte ciertos rasgos. Uno de los más importantes: las referencias constantes a lo sensorial. Son personajes que huelen, degustan, sienten hasta sus máximas consecuencias. A menudo los sentidos sirven para explicar el dolor, muy presente. El dolor como modo de explorar el mundo. Ocurre en "Terrario" y "La máquina" dos de los mejores.



Mención aparte merece la infancia. Los niños son los protagonistas de casi todos los cuentos. La infancia es el lugar donde una simple frase puede abrir una brecha terrible en la felicidad y dejar paso al drama. Torres escribe alegorías del dolor, del aprendizaje de lo terrible, de la pérdida. Niños con los pies cosidos que juegan a balancear las piernas desde las ramas de un árbol; niños que se divierten torturando adultos en miniatura. Todos ellos, volviendo a la cita de Barrie, son capaces de volar. Pero todos comienzan a dudar que puedan hacerlo.