Image: Mafia: una historia de sangre, dinero y omertá

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Letras

Mafia: una historia de sangre, dinero y omertá

22 octubre, 2015 02:00

Imagen de una atentado mafioso. Foto: AP

El historiador británico John Dickie publica su enciclopédica Historia de la mafia, donde reconstruye la trayectoria criminal de la Camorra napolitana, la Cosa Nostra siciliana y la 'Ndrangheta calabresa.

Aquí puedes leer y descargar un capítulo del libro

La lectura de Historia de la mafia (Debate) conduce inevitablemente a la desolación. Su autor, John Dickie, reconstruye el periplo recorrido por el crimen organizado italiano desde su origen hasta nuestros días. Vemos como todos los gobiernos e instituciones con responsabilidades públicas han pactado con sus capos, siempre intentando guardar las apariencias. Esos acuerdos han sido a largo de 150 años un peaje insoslayable para controlar el mezzogiorno. Según el historiador británico, el surgimiento de los clanes tal y como los conocemos hoy (la Camorra napolitana, la 'Ndrangheta' calabresa y la Cosa Nostra siciliana) es un fenómeno más reciente de lo que se suele pensar. Empezaron a conformarse a mediados del siglo XIX, durante el desmoronamiento del Reino de las Dos Sicilias, que se extendía por todo el sur de Italia y estaba regido por la rama española de los borbones. Para controlar a los patriotas que pretendían derrocarlo y unificar el país echaron mano de tipos violentos y con mucha ascendencia en sus barrios para mantener a raya a los cabecillas del Risorgimento.

España (más concretamente su monarquía) tiene su porción de culpa en el otorgamiento de autoridad a estos delincuentes. Pero lo cierto es que esa culpa se diluye cuando se comprueba que los abanderados de la unidad italiana, en cuanto pudieron, también se apoyaron en las mismas redes delictivas para asentar su proyecto de nación. En aquel río revuelto los grandes beneficiados fueron los mafiosi. Afianzaron una posición hegemónica que fue alargando su sombra las décadas siguientes, gracias a sucesivos respaldos interesados desde las más altas esferas. Como el ejército estadounidense, que, tras arrebatar a los nazis la Italia meridional en la II Guerra Mundial, intimó con los camorristi para aputanlar el orden social, conscientes del miedo que infundían en la gente. O la Democracia Cristiana, con el sibilino y siniestro Andreotti a la cabeza. Su encuentro con el sanguinario Toto Riina es uno de los hitos más nauseabundos de la reciente historia de Italia. En esa entrevista fue donde conoció la intención de Cosa Nostra de eliminar a su compañero de partido Piersanti Matarella. Il divo advirtió que ese no era el camino adecuado pero no hizo nada para evitar que la sentencia terminara ejecutándose.

O Berlusconi, que cambió de estrategia en su relación con la mafia en los 80. Pasó de ser un empresario de la construcción amenazado a finales de los 70 (portaba una pistola por si algún sicario intentaba cazarle) a contar con la protección directa del misterioso Vittorio Mangano y la asesoría de Marcelo Dell'Utri, el principal factótum de sus negocios. El primero sería condenado a cadena perpetua por dos asesinatos y el segundo por colaboración con la 'Cosa Nostra'. "Hay muchas cuestiones sin resolver sobre su exacta conexión con la mafia. Como la procedencia del capital que empleó para mutar de constructor en magnate mediático. Sabemos que durante ese tránsito se entrevistó con Stefano Bontate, el capo de los capos, que había amasado una fortuna con el tráfico de drogas. ¿Podemos conectar ambos hechos? Eso sólo lo podría revelar Berlusconi, porque Bontate ya ha muerto. También hay que decir que Maroni, ministro del Interior de sus gobiernos, consiguió importantes logros en la lucha contra la mafia. Son aparentes contradicciones sin aclarar", explica Dickie a El Cultural.

Decíamos que todos los gobiernos han negociado (y trabado acuerdos) con la mafia. Pero hay una excepción significativa: Mussolini y el régimen fascista que instauró, que combatió a sangre y fuego el crimen organizado con los métodos más expeditivos, incluidas ejecuciones sumarias y destierros. Cesare Mori fue el hombre al que encargó la limpieza. Lo acabaron apodando 'el prefecto de hierro'. Su férreo pragmatismo conquistó notables resultados. La pregunta es si hay algo que debamos aprender de aquella fórmula. Dickie lo niega: "No es una solución definitiva encerrar a los sospechosos en una cárcel ubicada en una isla perdida porque al final acaban volviendo. El fascismo necesitaba reivindicarse internacionalmente y utilizó el combate contra la mafia como una manera de legitimarse. Mussolini lanzó dos operaciones de calado. Una primera a mitad de los años 20 que fue pura propaganda. La segunda, más discreta y efectiva, recabó mucha información sustanciosa pero quedó incompleta. La idea de que los americanos trajeron de vuelta a la mafia es una falacia. La mafia no había desaparecido, el fascismo no la había aniquilado".

Giovanni Falcone y Paolo Borsellino en marzo de 1992. Foto: Tony Gentile

Dickie asegura que en las últimas dos décadas, con herramientas democráticas y bajo del imperio de la ley, se ha avanzado muchísimo más. En esta labor sobresale el legado del magistrado Giovanni Falcone, que afianzó los cimientos para arrinconar a los criminales a pesar de todas las zancadillas que le pusieron desde las instancias políticas que supuestamente debían respaldarlo. Intentaron manchar su imagen en todo momento. Era la receta mafiosa: primero desacreditar y luego matar. Especialmente lamentable fue que en ese error incurrieran mentes tan afinadas como la de Leonardo Sciascia. En un artículo publicado en el Corriere della Sera lo calificó (a él y a todos los miembros del pool de magistrados encabezado por Caponetto) como un 'profesional de la antimafia', significando que su objetivo, más que buscar el bien común, era de acumular un protagonismo personal en pos de auparse a un puesto más prominente. Luego se arrepintió pero, como afirma Dickie en su voluminoso y fundamentadísimo libro (casi 800 páginas), fue demasiado tarde: el eslogan que acuñó lo aprovecharon hasta la saciedad sus detractores.

El puesto que le esperaba en realidad era un ataúd. Falcone sabía que era un 'cadáver ambulante'. En el verano del 92 el artefacto que hicieron estallar al paso de su coche provocó una vibración que captaron los sismógrafos ubicados a varias decenas de kilómetros a la redonda. Algunos se preguntaban cómo pudo soportar tantas trampas, tantas insidias y tantas deslealtades. Paolo Borsellino, su gran amigo dentro del pool de jueces con le mani pulite, que también sería asesinado sólo dos meses después, lo explicó en el emocionante discurso que pronunció para recordarle en la parroquia Santa Luisa di Marillac en Palermo: "Por amor. Su vida fue un acto de amor hacia esta tierra que lo vio nacer. Amor, en esencia, significa dar. Así, amar a Palermo y a su gente significaba, y todavía significa, darle algo a esta tierra, dar todo lo que nuestras facultades morales, intelectuales y profesionales nos permiten darle, para hacer que tanto la ciudad, como la nación a la que pertenece, sean mejores".

Su ejemplo ha sido un resorte inspirador para los que le sucedieron. Roberto Saviano siempre que tiene ocasión lo reivindica. Ser también víctima de la 'máquina del fango' (expresión ideada por el escritor para referirse a los engranajes de difamación manejados por la mafia en connivencia con políticos venales y medios de comunicación a su servicio) le hace identificarse milimétricamente con él. El hecho de que el autor de Gomorra se vea obligado a vivir escondido prueba la fuerza que mantiene la mafia. También el incremento de periodistas bajo amenaza, o la pujanza de la Mafia Capitale en Roma (grupo resurgido de las cenizas de la Banda della Magliana y acaudillado por un antiguo terrorista de extrema derecha), o el poderío mundial de la 'Ndrangheta' (clan originario de Calabria, tan magníficamente retratado en la reciente película Anime Nere). Son motivos que inducen a sospechar la potencial perpetuidad de este venenoso engendro.

Pero John Dickie se muestra esperanzado al asomarse al futuro: "Hay razones para el optimismo. Falcone sentó las bases de una policía y de equipos de fiscales especializados. Hoy día están distribuidos por todo el país y desarrollando una labor magnífica. Hay síntomas también muy positivos en la sociedad civil, como la decisión de Confindustria [la patronal italiana] de expulsar a las compañías y empresarios que paguen por recibir protección a estos grupos. Pero circunstancias como el surgimiento de Mafia Capitale, un entramado delictivo ajeno a los viejos y solemnes rituales mafiosos, es muy preocupante". Imposible vislumbrar el punto final de esta historia de sangre, dinero y omertá.

@albertoojeda77