Uno de los cuadernillos cosidos de la copia de Los caprichos de la suerte de Pío Baroja

Espasa publica Los caprichos de la suerte, novela inédita de Pío Baroja y cierre de su trilogía sobre la guerra civil titulada Las saturnales

Vera de Bidasoa está en el norte de Navarra, a siete kilómetros de Guipúzcoa y a cinco de Francia. A la salida del pueblo se encuentra el caserón de Itzea, propiedad de la familia Baroja. El 23 de julio de 1936, don Pío tuvo que tomar el camino que hay justo enfrente, y que sigue el curso del arroyo de Xantelerreka, para huir de la guerra civil. Los carlistas habían amenazado con fusilarle y Baroja, contrario a unos y otros (abominaba de la República y los nacionales consideraban que era un anticlerical y un blasfemo), supo que tenía que marchar. "Aquí la gente asegura -escribió- que no se puede ser más que rojo o blanco. Yo, como siento entusiasmo por la libertad individual, no me decido por una cosa ni por la otra. En los dos extremos me parece descubrir intransigencia y dogmatismo".



Pío Baroja (1872-1956) llegó a París pocos días después, mismo destino al que, tras un rodeo algo más largo, llega el protagonista de Los caprichos de la suerte (Espasa), novela inédita del autor de La busca para cuya presentación la familia Baroja ha abierto a la prensa las puertas del viejo caserón de Itzea. Es Pío Caro-Baroja, sobrino nieto del escritor, quien nos recibe esta mañana. Viene de Málaga, en donde la familia compró una casa por recomendación del famoso hispanista Gerald Brenan. Itzea, dice, pese a parecer un museo, "es una casa vivida"; él mismo pasa, aun hoy, diez días al mes en ella, lo cual sorprende, pues el caserón guarda, al menos en algunas de sus salas, el aspecto que tenía en vida del literato. Hay regalos de Azorín, está la habitación de Pío Baroja como la dejó, el comedor donde hacían las tertulias y que, para Gregorio Marañón, "era el más bonito de España", cuadros y un sinfín de grabados (y un retrato temprano de Pío que dibujó Picasso), además de la impresionante biblioteca, que ocupa toda una planta y en la que hay unos 30.000 libros entre los de Pío Baroja y los de su sobrino, el gran antropólogo Julio Caro Baroja.



Los caprichos de la suerte es, con toda seguridad, dice Caro-Baroja, la última novela de su tío abuelo, aunque en Itzea aún se conservan "algunos textos menores que podrían ser publicados en el futuro". El manuscrito no apareció de pronto en un cajón. Se sabía de su existencia, ya que es el cierre a la trilogía sobre la guerra civil Las saturnales, que un Baroja crepuscular escribió al final de su vida en Madrid. El cantor vagabundo, la primera parte, se publicó en 1950, aunque Miserias de la guerra tuvo que esperar hasta 2006. En el posfacio a esta última Miguel Sánchez-Ostiz menciona Los caprichos de la suerte. ¿Por qué entonces no se ha publicado hasta ahora? "Creímos que no era el momento", responde el representante de la familia. Y detalla la peripecia de la copia que se conserva en Itzea (el manuscrito ha desaparecido), en una carpeta gris, mecanografiado y anotado por el autor: "Por razones obvias, el libro era impublicable en la época en que lo escribió Baroja. Miserias de la guerra ya había sido rechazado por la censura, así que hubiera sido inútil intentarlo".



En cuanto a la posición de su tío abuelo durante y después de la guerra, Caro-Baroja asegura que "no quiso saber nada de bandos" y que, cuando comenzó la guerra, "no tenía ninguna intención de significarse". Pero el 22 de julio le identificaron "unos fanáticos requetés", que casi lo matan, y "se dio cuenta de que no estaba a salvo". Cuando volvió del exilio, continúa el también escritor y editor de Caro Raggio, Baroja "siguió sin tener fe en los políticos ni en los militares. Nunca se manifestó a favor de la República, porque no creía en ella, así como otros la defendieron hasta que les tocó bajarse del carro. Tampoco creía en la solución de Franco. De regreso se instaló en Madrid, en la calle Ruiz de Alarcón, y se mantuvo en una especie de exilio interior, rodeado de cuatro o cinco amigos y admiradores y de espaldas al régimen. Eran los años finales de su vida, y él era consciente de ello. Así que organizó sus escritos, redactó sus memorias y escribió estas novelas".



Pío Baroja murió en 1956 sin ver publicadas las dos continuaciones de su trilogía. En 1972, año de su centenario, la Biblioteca Nacional expuso un borrador de Miserias de la guerra, pero con otro nombre. Hay diferencias entre esta primera parte y Los caprichos de la suerte, que sería la última. Miserias... transcurría en España, en los años de la guerra, por lo que Baroja no pudo utilizar su experiencia. Caro-Baroja destaca que en Los caprichos de la suerte, en cambio, "el testimonio es de primera mano". Baroja vivió en aquel París, en el mismo París de los años treinta que reconstruye en el libro, y, como Luis Goyena y Elorrio, protagonista de la novela, "se relacionó con el exilio y pudo ver cómo era su día a día".



¿Una novela sin terminar?

Vista del desván de Itzea, que Julio Caro Baroja reformó para convertirlo en su estudio

El profesor José-Carlos Mainer sostiene en el prólogo que a Los caprichos de la suerte le falta "una última mano, a veces tiene aire de esbozo vertiginoso, otras es un atropellado memorial de agravios y a menudo se trueca en una tertulia donde ya se ha hablado todo". Pero, añade, "en la traza certera de un personaje secundario y efímero, en cualquier réplica apasionada o escéptica, en una ráfaga vivaz del paisaje o en la complacida evocación de un barrio de París, reconocemos siempre al mejor Baroja".



Caro-Baroja no está de acuerdo con que la novela no esté terminada: "Eso es lo que dice Mainer, pero el libro está acabado y corregido por Baroja. Hay que tener en cuenta que Baroja no era como estos prosistas de ahora que pulen y perfilan el adjetivo una y otra vez. Era un escritor telegráfico, que daba más importancia al contenido que al continente. La labor que ha hecho Mainer ha sido básicamente paleográfica, de interpretación de algunas palabras que eran ilegibles".



Lo cierto es que la copia que se conserva en Itzea tiene zonas muy deterioradas, papeles y banderillas con aclaraciones, y una gran cantidad tachones y adiciones escritas a mano por el autor. Son exactamente tres cuadernillos cosidos, según aclara en la nota previa Ernesto Viamonte Lucientes, encargado de la edición, de los que faltaría un cuarto. Viamonte encontró una segunda copia de Los caprichos de la suerte "entre los papeles de Baroja", que le sirvió para reconstruir "algún pequeño tramo de la novela". Para fijar el texto, los filólogos utilizaron también Aquí París, de 1950, el libro en el que Baroja repasa su exilio en la capital francesa. Al final de su vida, sobre todo debido a la arterioesclerosis que padecía, eran frecuentes en Pío los fallos de memoria y las reiteraciones; lo cual se ha corregido también, así como la numeración de los capítulos, el nombre de algún personaje, extranjerismos y la ortografía y la puntuación, "bien cuando era defectuosa, bien cuando daba lugar a lecturas dudosas", concluye Viamonte Lucientes.



@albertogordom