Edición de Andreu Jaume, Lumen. Barcelona, 2015. 672 páginas, 24'90€

Muchos sabíamos que Jaime Gil de Biedma (1929-1990) era partidario de la "literatura del yo". Y en especial del "diario" personal o íntimo. Por esa misma intimidad solía juzgar que sus diarios no se publicarían viviendo él, y no sólo -aunque fundamentalmente- por el lado homosexual, sino por las alusiones acaso no gratas para amigos (ex amigos) o personajes conocidos. Con todo, su deseo por este estilo o modo literario era tan fuerte que en 1974 publicó la parte menos comprometedora del futuro Diario de 1956 con el título de Diario del artista seriamente enfermo. Por Ana María Moix era conocido que Jaime tenía otro diario acabado de 1978. En realidad esta edición prologada y cuidada por Andreu Jaume revela dos diarios más, el llamado "Diario de Moralidades" (1959-1965) y un muy breve "Diario de 1985", escrito en el otoño de ese año, cuando Jaime está enfermo de sida en París, enfermedad de la que morirá y que le había sido diagnosticada en el verano de ese 1985. Es un diario que hubiera podido ser altamente singular pero que es muy breve y termina abruptamente.



A mí me contó un día que el buen diarista tomaba notas, apuntes, que (más tarde) a la hora de hacer del diario literatura volvían a ser redactadas con más precisión y estilo. Según esta teoría del diario, el más acabado y mejor de todos estos sigue siendo el de 1956: es un diario con intimidad sexual que incluso se juzgó escandalosa, con temas literarios, asuntos laborales de la Compañía de Tabacos de Filipinas, y muchas páginas de tema amistoso, a menudo vinculadas con lo literario, aparte de su convalecencia tuberculosa en la casa familiar de Nava de la Asunción (Segovia) con su célebre fórmula de vie de château. El "Diario de 1956" se publicó en 1991, apenas un año tras la muerte de Jaime, y está claro que se trata de un texto complejo y elaborado. Contrariamente a tantos diarios españoles incluso más recientes, en este sí se habla de cintura para abajo, como Jaime decía. Para mí este es el verdadero gran diario de Gil de Biedma, lo que no obsta para que tratándose de un personaje y poeta que ha alcanzado casi cotas de mito en nuestra cultura, el resto no resulte de alto interés.



El "Diario de 1978" es mucho más breve pero Jaime lo daba por concluso. Redactado y vuelto cuerpo literario tal como Jaime lo entendía, este diario es menos abarcador o si se quiere mucho más intimista que el de 1956. Yo conocía bien a Jaime en 1978 y supongo que no soy el único que puede asegurar que su vida social, literaria o promiscua era mayor que la anotada. No hemos de ver pudor ahí: sale mucho su casa ampurdanesa de Ultramort -su refugio- y su relación con uno de sus novios, el actor Josep Madern, que sobrevivió a Jaime apenas un par de años. Salen otros amores (el sevillano Juan Enrique), su otro novio José Antonio y muchos momentos literarios, entre libros y amistad, sea Gil-Albert, sea el siempre cercano Carlos Barral, pero lo que ante todo domina es un claro afán introspectivo, mucho más que la vida exterior, aunque le parezca "divertidísima" la boda de Jesús Aguirre con la duquesa de Alba, o tenga unos párrafos de claro desafecto y distancia con Juan Goytisolo, amigo de juventud: "Juan era hace veinte años un malísimo escritor" (...) "El elogio más justo que de él [Goytisolo] he oído o leído lo escuché una vez a Salvador Clotas: lo mejor de Juan es que sigue siendo un joven novelista que empieza".



Lo mejor de Gil de Biedma debiera haber sido el "Diario de Moralidades", donde en apuntes breves -según otros teóricos la verdadera esencia del diario íntimo-, Jaime anota cómo va escribiendo los poemas que terminarían componiendo el mejor de sus libros. Hay cosas personales, pero lo que atrae, aparte de las lecturas reflejadas, es cómo muy lentamente (diría que ha sido uno de los poetas más lentos que conozco) Jaime va elaborando, al inicio no sin cierta torpeza o excesivo prosaísmo, los poemas que concluirán convirtiéndose en piezas brillantísimas. ¿Quién reconocería cabalmente, en este inicio de copla, lo que después sería la espléndida sextina "Apología y petición"? Leamos: "¿Y qué decir de este país,/ España de cien mil pares/ de leones (...) martillo/ de pobres y luz de Trento?" ¡Qué flojo parece aquí Jaime (y abundan los casos) si lo comparamos con lo que llegó a ser! Vemos, poco a poco, cómo se va logrando el poema final: "Nuestra llevada y traída pobreza,/ cuyo origen se pierde en las historias/ y dicen que no es culpa del gobierno/ sino terrible maldición de España,/ triste precio pagado a los demonios/ con sangre y con trabajo de sus hombres". Va subiendo el nivel, pero cuánto tardará en llegar el gran poema que hoy leemos. Yo sabía de la famosa lentitud de Gil de Biedma, pero una cosa es oír hablar y otra ver el proceso con la lentitud de sus detalles...



Lo mejor de este diario es el desarrollo de Moralidades, cómo se forma y cuánto piensa su autor en él. En este sentido estamos ante un texto impagable, pero sabemos que esa sucesión de apuntes no elaborados no es lo que Jaime consideraba un diario publicable.



Entre 1965 y 1978, Jaime no volvió a sentir o anotar pulsiones diarísticas, y se le nota cada vez más cansado. Cree que ya ha escrito, que no debe volver a escribir. "He sido poeta pero hubiese preferido ser poema". Y no deja de ser singular, por el miedo y la alarma, que Jaime Gil regrese al diario cuando le diagnostican una enfermedad mortal.



Con la primera mejoría, el lunes 21 de octubre empieza a anotar, medicinas y angustias (y lecturas también) hasta dejarlo, cansado ya de verdad, el 1 de noviembre. Muy poco, muy corto. Pero nos estremece pues ya sabemos: "Mantener mi enfermedad en secreto, salvo para unos pocos íntimos, me parece cada vez más difícil". Sólo hay nombres de medicamentos y este final: "JGB ha seguido un tratamiento de sarcoma cutáneo, tratado actualmente con inyección intramuscular diaria. Las precauciones a tomar en estas inyecciones son las mismas que se recomiendan para la prevención de la hepatitis B". No hay nombre, hay valor.



Pero considerando todo como muy loable y positivo por un motivo u otro, el lector deberá convenir que literariamente el mejor diario de Jaime (y el más ajustado a su propia teoría) era y sigue siendo, no me cabe duda, el "Diario de 1956". Pero todo es un alto ejemplo.