Philipp Meyer

Las páginas de El hijo gotean sangre y huelen a petróleo. Sobre estas dos sustancias viscosas se levanta el imperio de la familia McCullough, con la que el escritor Philipp Meyer construye una intensa ficción sobre la violenta configuración de los Estados Unidos, en la que encontramos ecos de William Faulkner, John Steinbeck o Cormac McCarthy. Desde la independencia de Texas en 1836 hasta la actualidad, tres personajes de esta saga familiar nos guían por la salvaje civilización del Lejano Oeste Americano.

Philipp Meyer (Nueva York, 1974) ha logrado que la crítica estadounidense recuerde a William Faulkner, John Steinbeck o Cormac McCarthy a la hora de reseñar su trabajo, que hasta el momento se limita a dos novelas. La primera, American Rust (2009), que le colocó en 2010 en la lista de los 20 mejores escritores menores de 40 años de la revista New Yorker, sigue inédita en nuestro país pero Literatura Random House lanza ahora en España la segunda, El hijo, un ambicioso y crudo relato del ascenso de una familia texana a la categoría de imperio.



Aunque ahora el escritor es una de las sensaciones del mundo literario, el camino que tuvo que seguir hasta ver su obra publicada estuvo plagado de baches. Recién licenciado en la Universidad de Cornell, Meyer consiguió empleo en Wall Street. En esa época llevaba ya varios años trabajando en una novela y decidió lanzarse al vacío y abandonar su trabajo para centrarse en su carrera de escritor. Sin embargo, las editoriales se resistían a abrirle las puertas y tras dos años de rechazos tuvo que volver a casa de sus padres para trabajar en la construcción y como conductor de ambulancias. Una época difícil de la que logró salir gracias a una beca en Michener Center for Writers de Austin (Texas). Allí escribió buena parte de su primera novela publicada, American Rust, y allí encontró la inspiración para concebir El hijo.



Publicada en 2013 y traducida ya a 16 idiomas, el libro sigue la historia de la familia McCullough desde la creación de la República de Texas en 1836 hasta la actualidad, y nos ofrece una visión terriblemente violenta de la configuración de EEUU. En el centro del relato se sitúa Eli McCullough, conocido como El Coronel, raptado por los Comanches en su adolescencia, cautivo durante años, combatiente de la guerra de Secesión y fundador de un imperio ganadero levantado sobre litros de sangre.



Pregunta.- ¿Por qué narra esta historia?

Respuesta.- El hijo quiere ofrecer una visión honesta de la configuración de EEUU. Desde la Edad de Hielo ha habido pobladores en estas tierras y entre 10 y 20 millones de personas vivían aquí antes de que llegaran los españoles. Cuando Alvar Núñez Cabeza de Vaca desembarcó en una playa de Texas en 1528, comenzó una guerra entre europeos y nativos que duró 350 años. Creo que nos gusta olvidar este detalle porque la idea de EEUU como un edén, una tierra salvaje despoblada, es muy persuasiva.



La idea de EEUU como una tierra salvaje despoblada es muy persuasiva pero hubo una guerra de 350 años entre europeos y nativos"

P.- ¿Qué ha generado esta falsa concepción de la conquista del Oeste?

R.- Los países europeos estaban constreñidos por monarquías y diferencias de clases, pero cuando sus habitantes emigraban a EEUU llegaban a un lugar donde la auténtica libertad era posible. Tu pasado o tu apellido ya no tenían importancia. Era una tierra que ofrecía posibilidades. En el corazón de nuestro país se encuentran estos dos conflictos. Por un lado, cualquiera podía realmente reinventarse aquí porque este territorio representaba la libertad total. Pero, por otro lado, esa libertad nació de una terrible violencia. El país se levantó sobre la sangre de nativos americanos y africanos. Hasta que no seamos capaces de aceptar estas dos ideas tan contradictorias, será imposible que entendamos de verdad lo que somos los norteamericanos.



P.- Eli es raptado por los Comanches y acaba viviendo con ellos, adaptándose a su estilo de vida. ¿Cómo se documentó para hacer un retrato tan vívido de sus costumbres?

R.- Investigué muchísimo sobre la vida en aquellos días, tanto desde el punto de vista de los Comanches como desde el punto de vista del hombre blanco. Aprendí a cazar con arco, a seguir el rastro de animales y a encender un fuego con dos palos. Dormí al raso y cacé prácticamente en todos los lugares que aparecen en el libro, para conocer su fauna y su flora, para familiarizarme con el terreno y para ver como caía la luz del atardecer. Llegué a matar un búfalo y bebí su sangre. Por otro lado, dejé de ver películas y de leer libros sobre el Oeste Americano porque quería estar seguro de que todos mis conocimientos sobre el tema se apoyaban en hechos y en mi propia experiencia.



El animal y el hombre

P.- ¿Por qué cree que era tan difícil readaptarse a la vida civilizada tras convivir con los Comanches?

R.- Creo que era tan difícil porque el estilo de vida de los nativos americanos está muy ligado al tipo de vida que hemos llevado los humanos en los últimos dos millones de años. Antes estábamos poderosamente conectados con la caza y la cosecha, a la vida en pequeños grupos tribales, a la Naturaleza sin más. Todo lo que llamamos civilización hoy en día es básicamente antinatural. Creo que todavía estamos adaptándonos a esta nueva manera de vivir.



Dormí al raso y cacé en los lugares del libro. Llegue a matar a un bufalo y bebí su sangre"


P.- Eli pone los cimientos de su dinastía familiar haciendo uso de la violencia. Sin embargo no podemos evitar simpatizar con él aunque aborrezcamos sus actos. ¿Conseguir esto era un reto como novelista?

R.- Cuando creas un personaje, tienes que meterte dentro de su piel. Como muchos norteamericanos de su época, Eli es un producto de su tiempo y del lugar en el que vive, de la violencia que le rodea desde su nacimiento. Fui muy cuidadoso a la hora de representarlo honestamente, y creo que por eso simpatiza el lector con él. Cuando entiendes de donde viene, comprendes las decisiones que toma.



P.- En la familia McCullough existen dos temperamentos bien diferenciados, por un lado tenemos a Eli o a Charles; por el otro a Peter o Martin...

R.- Dentro de todos los hombres hay dos naturalezas compitiendo constantemente. Por un lado, el animal. Por el otro lado, el hombre moral que intenta rechazar al animal que tenemos dentro. Todos nos debatimos entre estas dos naturalezas, están siempre compitiendo.



P.- Peter es un personaje roto pero ni siquiera es víctima de sus propios actos sino que carga con el peso emocional y moral de los actos de su padre, Eli. En este sentido, ¿por qué optó porque su historia la contara él mismo a través de sus diarios?

R.- De manera parcial quería mostrar cómo se escribe y se perfila la historia. Peter, que no tiene ninguna otra voz a lo largo del relato, deja tras de sí sus diarios. Su padre Eli es una figura tan poderosa que son otros los que escriben su historia. Y en cuanto al tercer personaje, Jeanne Anne, está trabajando en un libro que será una historia, por supuesto falsa o incompleta, de su familia.



Todo lo que llamamos hoy en día civilización es básicamente antinatural"

P.- Jeanne Anne es precisamente la encargada de adaptar la riqueza de los McCollugh a los nuevos tiempos y a la vez el último bastión de una vida más apegada a la tierra. ¿Qué implicaciones tiene para el ser humano esta desconexión de la naturaleza?

R.- Creo que éste es otro conflicto que está muy presente en nuestro interior. Somos criaturas de la naturaleza y la naturaleza es nuestra casa. Y sin embargo gran parte de lo mejor de nosotros, las leyes, la moralidad, el arte o la literatura, son el resultado de desligarnos de ella.



P.- En EEUU hay cierta obsesión con encontrar "La gran novela americana", y a sus dos novelas les han asociado a esta etiqueta. ¿Qué opina de ese concepto? ¿Qué autores cree que se han acercado a ese ideal?

R.- De manera idealizada, describe un libro que es capaz de capturar el tamaño del experimento norteamericano y las contradicciones inherentes a nuestro país. Dentro de los autores que mejor han capturado esta esencia, no creo que tenga ninguna sugerencia revolucionaria: Faulkner, Melville, Twain, Fitzgerald, Steinbeck, Eudora Welty, Carson McCullers, Richard Wright, Bellow, y Kerouac. Más recientemente, Toni Morrison y Cormac McCarthy.



@JavierYusteTosi