Para construir el universo de Hogwarts el ilustrador británico ha trabajado a partir de maquetas que le han permitido visualizar el armazón de la escuela y recrear esa luz irreal que vuelve extraordinarios los escenarios donde habita la magia, mientras que a la hora de retratar a las principales figuras, el reto ha sido -confiesa Kay- volver la mirada hacia niños reales que le pudieran servir de inspiración para hacer suyos a estos conocidos personajes. Multitud de acuarelas en las que el diseñador atrapa la atmósfera del texto y se permite ciertos guiños de su cosecha, como ese repertorio de huevos de dragón que la escritora no mencionaba.
Pero, ¿cuáles son las claves que han inmortalizado esta novela juvenil y nos han hecho sucumbir tanto a grandes como a pequeños lectores? Al igual que otros clásicos, Harry Potter esconde distintas capas de interpretación que irán aflorando si nos detenemos en un análisis algo más pormenorizado. Pues más allá del mero relato de iniciación -el niño que ingresa en una prestigiosa escuela de magia para formarse en estas maravillosas artes- Rowling nos enfrenta a todo un juego de espejos en el que no solo se lidia la batalla entre el mundo real y el universo de la magia, sino que presenciamos una guerra más trascendente entre las fuerzas del mal y del bien encabezada por un chico de once años frente al perverso Voldemort.
No obstante, el aparente desequilibrio desaparece si tenemos en cuenta los orígenes míticos del pequeño héroe que, amén de pertenecer a una estirpe de magos, fue el único superviviente frente a los maleficios de este hechicero que acabó con sus padres. Sin embargo, y aquí se encuentra uno de los lazos que conquistará con mayor facilidad la empatía del que lee, Potter se perfila al comienzo de la novela como un chaval normalucho, con unas gafas que esconden la magia de sus ojos verdes y una cicatriz en la frente que le previene del peligro y señala como un joven especial. Visto así, lo maravilloso no solo puede encarnarse en la figura de este personaje de aspecto corriente sino que se manifiesta en escenarios tan cotidianos como una sencilla ciudad inglesa o en el andén de la estación de King Cross donde tomará el tren que va a revolucionar su existencia.
Así lo confirmaremos cuando Harry reciba la visita de Hagrid -el gigantesco guardabosques de Howarts- para revelarle su verdadera identidad, sacarle de la deprimente casa de sus tíos y entregarle la carta de ingreso para esta reputada escuela de magia. Todo cambia a partir de entonces, pues más allá del fantástico castillo, Hogwarts se dibuja como un organismo vivo en el que los pasadizos se multiplican y nos hacen desconfiar de nuestros sentidos. Pero ante todo, este inolvidable colegio va a ser el espacio propicio para que Potter empiece a perder sus complejos y destape su personalidad heroica.
¿Quién no se entusiasma al ver cómo aquel muchacho apocado de los primeros capítulos es capaz de defender a un compañero frente el acoso de Draco Malfoy? Así, el personaje se va revistiendo del valor y la nobleza necesarios para luchar contra los aliados del mal, aunque a veces se precipite hacia situaciones peligrosas de las que suele salir airoso gracias a la ayuda de sus amigos. Y he aquí unos de los pilares que sostienen a nuestro querido Potter en Hogwarts ya que, sin el apoyo incondicional de Ron y la inteligencia de la mandona Hermione, este triángulo de aprendices de mago jamás se equilibraría.
Asimismo, cabe destacar que Rowling no solo es habilidosa construyendo a un héroe de carne y hueso que se equivoca y aprende como cualquier niño, sino que sabe dosificar las intrigas a lo largo de una trama que enfrenta a sus criaturas de ficción y se sirve de episodios mitológicos que revelan a Harry como una suerte de figura mesiánica cuya misión es librar al mundo del lado oscuro. Todo ello, manteniendo vivo el ritmo de la narración para que vaya creciendo cuando se acercan las páginas finales, que seguro sorprenderán al que se acerque por primera vez a esta célebre historia.
Podemos concluir entonces con el sabio director de Hogwarts que, tras este curso, Potter es mucho más que un gran mago, pues ha descubierto que no hay que tener miedo a llamar a las cosas por su nombre, que las apariencias pueden confundirnos y que las promesas de la piedra filosofal no eran más que una quimera, ya que ni la inmortalidad ni el dinero nos aseguraran la felicidad.