Elvira Navarro.
La editorial Caballo de Troya ha atravesado el año con una interesante cosecha de libros en sus entrañas de madera. Lo ha cabalgado la escritora Elvira Navarro, que ha sido la editora invitada durante 2015. Con ella se ha iniciado una nueva etapa en el sello que hasta el año anterior coordinaba Constantino Bértolo y que lleva en su seno una paradoja: es una editorial independiente que apuesta por nuevas voces, alejadas de los criterios comerciales, pero forma parte de un gran grupo editorial, Penguin Random House. En este nuevo rumbo, la editorial será coordinada cada año por un editor invitado, que será también el encargado de designar a su sucesor para el año siguiente. Para 2016, Navarro ha elegido a Alberto Olmos.Como apuntó el crítico Ignacio Echevarría, Bértolo es experto en "descubrir y decantar valores emergentes", y entre ellos figuran tanto Navarro como Olmos. "Siempre es necesaria la figura del editor o editora que apueste por voces nuevas desde un criterio literario que no se limite a reproducir el gusto o criterio dominante, y esto por una cuestión de higiene mental, ideológica o incluso meramente estética. Si los libros fueran la repetición de ciertas fórmulas, no habría lo que yo entiendo por literatura y por creatividad, que es, cuando menos, la apertura a otros modos de pensar y hacer. Bértolo ha sido uno de esos grandes editores necesarios", opina Navarro.
La autora de novelas como La ciudad en invierno y La trabajadora solo ha tenido unos meses para montar el catálogo de todo el año. "Eso ha conllevado darme un atracón de manuscritos y tener que tomar decisiones rápidas", explica Navarro. Reconoce que esa ha sido la única dificultad, pues ha tenido libertad para publicar lo que se le antojara sin tener que atender a cuestiones comerciales. "Elegir lo que te gusta es fácil", dice. Por tanto, el catálogo solo se ha visto condicionado por su propio criterio.
Los ocho libros publicados por Navarro en Caballo de Troya son: La edad ganada, de Mar Gómez Glez; Sin música, de Chus Fernández; Yosotros, de Raúl Quinto; La vida periférica, de Roxana Villarreal; Fuera de tiempo, de Antonio de Paco; El comensal, de Gabriela Ybarra; Meteoro, de Mireya Hernández; y Filtraciones, de Marta Caparrós. Los tres primeros autores "no son voces nuevas, pero sí orilladas, y de eso también se ha nutrido siempre el sello", explica la editora. Los otros cinco es la primera vez que publican.
Así describe la editora el conjunto resultante: "Cuatro de los ocho libros publicados coquetean con la autoficción entendida no como mero ejercicio narcisista sino como un ciestionamiento de la identidad y de eso que llamamos realidad. Formalmente, tan sólo uno de los libros se atiene a fórmulas clásicas. Dos de ellos podrían definirse, aunque no de manera absoluta, como indagaciones sobre qué puede ser hoy un sujeto político. Y casi todos acontecen en la actualidad o en un pasado cercano".
El debut de Gabriela Ybarra
Uno de los que ha tenido mejor acogida por parte de la crítica ha sido El comensal, el debut literario de Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983). La autora aborda en este libro dos muertes acaecidas en su familia: la de su abuelo paterno, Javier Ybarra Bergé, asesinado por ETA en 1977; y la de su madre, causada por un cáncer en 2012. La primera ocurrió antes de que ella naciera. Había oído la historia, pero sin muchos detalles, y la almacenaba "en el cajón de la ficción de la memoria". La segunda, obviamente más dolorosa para ella, fue la que la impulsó a escribir. "Al principio no me di cuenta, pero mientras escribía descubrí que había vivido siempre rodeada por la muerte". Además del asesinato de su abuelo y de la muerte de su madre, su padre fue amenazado por ETA y durante varios años tuvo que llevar escolta. Gabriela recuerda como si fuera una película la época en la que tenían que agacharse a mirar los bajos del coche antes de arrancar.Ybarra se enfrenta en su primera novela a ese "comensal" ineludible que es la muerte y que muchas veces nuestra sociedad trata de ocultar. "Vivimos de espaldas a la muerte, y creo que esto ocurre menos en los países anglosajones. Allí, si te estás muriendo, los médicos te lo dicen sin rodeos. Aquí tengo la impresión de que se oculta incluso el deterioro físico. Por ejemplo, veo muchas menos personas con sillas de ruedas en la calle que cuando vivía en Nueva York".
Su abuelo paterno fue empresario y político, alcalde de Bilbao, presidente de la diputación de Vizcaya y de El Correo, que antes, cuando lo fundó su padre, se había llamado El Pueblo Vasco. ETA lo secuestró el 20 de mayo de 1977 y lo asesinó un mes más tarde, el 18 de junio, tras haber pedido un rescate de 1.000 millones de pesetas que la familia no pudo pagar. En El comensal, la nieta reconstruye la historia a partir de Google, hemerotecas virtuales y su propia imaginación. También en Google y las redes sociales busca datos de los asesinos y descubre que no son monstruos arquetípicos, sino personas con familia, aficiones y gustos musicales concretos. "Me resultó aterrador ver que son personas 'normales'. Me llevó a preguntarme cuáles son los pasos que me separan de ellos, qué botón se activa en la cabeza para convertirse en asesino. Me resultó terriblemente banal la manera en que estas personas alternan tomarse una copa con pegar un tiro. Algunos vivían muy cerca de mi familia y me di cuenta de que el peligro estaba muy cerca. Cuando hice esas búsquedas llegué a tener varios ataques de ansiedad".
La escritura fragmentaria de Ybarra exhibe un tono distanciado, casi aséptico, tanto en la recreación de la muerte de su abuelo como en la rememoración de la de su madre. "Me salió así, no es algo impostado, aunque es cierto que quería distanciarme para intentar comprender los hechos". Esta actitud quizá sea heredada. "En casa nunca ha habido victimismo". "Sed sencillos" es uno de los últimos consejos que oyó decir a su madre. La misma sencillez con la que, estando cautivo, su abuelo escribió a la familia: "Lo más que pueden hacerme es pegarme dos tiros".
Ybarra apenas había escrito nada antes. No tenía amigos escritores. Sus únicos contactos con la literatura habían sido algunos relatos infantiles, la lectura, la bibliofilia de su padre y un taller de Elvira Navarro que siguió via Skype desde Nueva York. Fue ella quien le ofreció publicar su novela. Ha irrumpido en el mundo editorial como aquel puñado de griegos atravesaron inadvertidamente los muros de Troya.
@FDQuijano