Cuatro de las diez mejores novelas extranjeras tocan la cuestión religiosa: como fe, como historia, como cultura. Los relatos familiares, e incluso una ficción criminal, completan la lista elaborada por los críticos de El Cultural.
1. Gran Cabaret
David Grossman. Traduccion de Ana María Bejerano. Lumen.
Dóvaleh trabaja en un bar de copas de Cesárea, una pequeña localidad costera de Israel. Es humorista y divierte al público con sus monólogos. Su salud no es buena y su aspecto es grotesco: pantalones rotos, botas viejas y sucias, camisa chillona, tirantes estrafalarios y unas grandes gafas negras que ocultan parte su rostro. Es un payaso triste que habla de las pérdidas que todavía hoy afectan al pueblo judío. No hay consuelo para algunas de ellas, no hay consuelo para las cámaras de gas, los crematorios ni los abyectos pogromos en Europa del Este. Dóvaleh, sin embargo, no renuncia al humor, en ocasiones despiadado, tierno y negro, que le sirve como válvula de escape.
Gran Cabaret, de David Grossman, es, en palabras de Rafael Narbona, "un ejercicio de alquimia que transforma lo cotidiano en lirismo descarnado y el dolor en meditación filosófica".
2. Pureza
Jonathan Franzen. Traduccion Enrique de Heriz. Salamandra.
Las correcciones lo encumbró y
Libertad lo asentó en lo más alto. Pero Jonathan Franzen no pierde el pulso, como ha demostrado con Pureza, su última entrega narrativa, otra gran novela con vocación totalizadora, hechuras de clásico y una clara intención de captar el
zeitgeist norteamericano. Para José Antonio Gurpegui, "lo que funcionó en las anteriores tal vez no siempre resulte exitoso en
Pureza". Pero no hay duda de que cada nuevo Franzen merece ser tenido en cuenta. Como han juzgado los críticos de El Cultural.
3. Hombres sin mujeres
Haruki Murakami. Traduccion de Gabriel Álvarez Martínez. Tusquets.
Es este uno de los dos libros de Murakami que hemos podido leer este año en español (el otro es
Escucha la canción del viento / Pinball 1973). Los relatos de
Hombres sin mujeres contienen, según Narbona, "la fórmula magistral de Murakami: una síntesis del Japón de la posguerra y el carácter neurótico de Occidente, aliñada con grandes dosis de pop, jazz y rock and roll". Un conjunto de historias de madurez en donde el escritor, eterno candidato al Nobel, retoma la inspiración que alentó la extraordinaria
Tokio Blues.
4. La isla de la infancia. Mi lucha III
Karl Ove Knausgård. Traduccion de Kirsti Baggethun y Asuncion Lorenzo. Anagrama.
A
Mi lucha, la serie de Karl Ove Knausgård, se le podría aplicar lo que Ferlosio ha llamado la "epopeya de la banalidad". El Proust noruego nos ha dado a leer este año el tercer tomo, en donde sigue relatando y recordando su vida en uno de los países más prósperos (y monótonos) del mundo. Una indagación, en el caso de este libro en el que reconstruye su infancia, sobre el yo, la memoria y las emociones de un narrador que va camino de convertirse en un verdadero clásico.
5. Tiempos de hielo
Fred Vargas. Traduccion de Anne-Hélène Suarez. Siruela.
Se llama Alice Gautier y aparece sin vida. Parece un suicidio, pero ciertos signos hacen pensar que podría ser un asesinato. Cada novela de Vargas es motivo de celebración para los amantes del noir, y esta, además, ha compensado la espera. "La ejecución de la pieza es impecable -escribió Laura Fernández-. Impecable en la ironía, que crece en el diálogo, en la conversación y en el interrogatorio; impecable en los personajes, pero sobre todo impecable en el desarrollo de la trama, hipnótica, hechizante, magistral".
6. El Reino
Emmanuel Carrère. Traduccion de Jaime Zulaika. Anagrama.
Había mucha expectación con el último libro de Carrère, considerado por él mismo su obra más redonda. Muchos creen que
El Reino, en efecto, sería su mejor novela. En él se hilvanan dos historias: por un lado, la conversión y desconversión a la fe católica del autor; por el otro, una historia original y documentada de los primeros cristianos. Fruto del trabajo de siete años, Carrère vuelve en este libro a reconstruir la Historia con originalidad, haciendo además lo que mejor sabe: mirar dentro de sí con honestidad y arrojo.
7. La zona de interés
Martin Amis. Traduccion de Jesús Zulaika. Anagrama.
El reto no era pequeño: no solo una novela sobre el genocidio más documentado de la historia, sino, aún más difícil, una novela ambientada en su más infame y justa representación: Auschwitz. Y ello a través de una historia de amor. Salir airoso de algo así está al alcance de unos pocos. En su crítica de
La zona de Interés, Ruth Franklin elogiaba, pese a sus imperfecciones, los solidísimos personajes de la novela y el ambicioso empeño del autor de Dinero que, una decena de novelas después, sigue en plena forma.
8. El hilo azul
Anne Tyler. Traduccion de Ana Marta Buil. Lumen.
La novela de Anne Tyler de este 2015 se desarrolla en Baltimore, escenario de muchas de sus ficciones. He aquí unos personajes sujetos a los vaivenes de la vida cotidiana, personajes a los que reconocemos por sus lazos familiares. "Tyler hila sus historias con la maestría y ternura de una sabia conocedora de nuestro corazón", escribía Germán Gullón a propósito de
El hilo azul. Una hermosa novela que desmonta ese emoticón sonriente que ponemos sobre la palabra familia.
9. Judas
Amos Oz. Traduccion de R. García Lozano. Siruela.
Shmael Ash es un joven judío, soñador e idealista, que está obsesionado con la figura de Jesucristo. A través de ella llegará a Judas, considerado por los cristianos la encarnación del mal, la traición y la perfidia. ¿Qué significa ser un traidor? ¿Se puede ser un traidor para "los tuyos" y un héroe para "los contrarios"? Oz, uno de los mejores narradores de nuestro tiempo, se plantea estas y otras cuestiones en esta novela hermosa que rehúye los tópicos y las simplificaciones.
10. La ley del menor
Ian McEwan. Traduccion de Jaime Zulaika. Anagrama.
Dos tramas paralelas, pero dispares, componen la última novela de Ian McEwan, La ley del menor. La historia de un joven testigo de Jehová, enfermo, cuyos padres rechazan una transfusión de sangre, y la de Jack, marido de Fiona, que al final de su vida decide tener una aventura extraconyugal. El escritor británico afronta en esta extraordinaria novela la dicotomía entre libertad personal y legalidad o la validez de ciertas convenciones, como el matrimonio socialmente admitido.