Emilio Calderón gana el Stella Maris de Biografía con un retrato del poeta, figura "clave" de la Generación del 27 que sin embargo está "en un limbo" institucional "inaceptable"

Todo el mundo conoce la historia de Rimbaud y Verlaine. Todo el mundo ha oído hablar de su apasionadamente violento romance, que tuvo lugar, en parte, sólo en una pequeña parte, en un apartamento londinense. Hoy, ese apartamento es de interés cultural. En España, la casa que fue el centro neurálgico de la Generación del 27 está en venta. La casa es la casa de Vicente Aleixandre, conocida comúnmente como La Velintonia, porque en esa calle se encontraba, la calle que es hoy calle Vicente Aleixandre. Allí se leyeron por primera vez los Sonetos del Amor Oscuro de Federico García Lorca, allí recibía Aleixandre, cada domingo, a Pablo Neruda y su esposa, y de vez en cuando también a Miguel Hernández. Hoy, "cualquiera podría comprarla, tirarla y hacer un bonito edificio de apartamentos", dice Emilio Calderón, que ayer se hizo con el II Premio Stella Maris de Biografía y Memorias por, precisamente, una biografía de Vicente Aleixandre, La memoria de un hombre está en sus besos, con la que espera "reivindicar" la figura del poeta, a su juicio, injustamente olvidada.



El hecho de que su casa, conocida como La Casa de la Poesía, se encuentre en las "pésimas condiciones en las que se encuentra, prácticamente derruida", es una muestra, dice, del poco interés que parece tener el poeta, que fue Premio Nobel en 1977, "algo que no debemos olvidar", para las instituciones. Calderón, que ni siquiera ha podido tener acceso al archivo del escritor, hoy en día en manos de la viuda del que fuera su amante, Carlos Bousoño, porque en tanto que archivo privado "en venta" (por la misma cuantía que la casa, cinco millones de euros) no está a disposición de investigadores. "Lo más probable es que acabe en una universidad americana", asegura el biógrafo, que presentó el original al premio (dotado con 10.000 euros) bajo el seudónimo de Andrés Acero, el amante más conocido de Aleixandre. "¿Que por qué quise escribir una biografia de Aleixandre? Porque llevaba demasiado tiempo esperando que alguien lo hiciera", contesta.



Concretamente desde 1977. "Cuando ganó el Premio Nobel pensé que no tardaría en publicarse una biografía completa. Y al final, viendo que nadie vinculado a él acometía la tarea, decidí aventurarme", confiesa. Pese a que no existe un vínculo que lo una al poeta, sí es cierto, dice, "que soy malagueño, y que él pasó su infancia en Málaga, y veraneaba en un pueblo conocido por mi familia". Cuando empezó a investigar, ya con la intención de armar él aquello que nadie se había atrevido a armar (el rompecabezas de la vida del poeta), se encontró con que "una guardia pretoriana" escondía "la verdad de su vida íntima". "Me encontré, desde el principio, con muchas dificultades. Vivimos en un país que todavía oculta su propia historia. Había gentes que creían que ocultando la verdadera identidad sexual de Aleixandre le estaban haciendo un favor", relata Calderón que, en sus investigaciones, llegó a la conclusión de que nada era más importante que el amor y la amistad para Aleixandre.



"El amor era el motor de su vida", dice. Llegaba allá donde la poesía no podía llegar. "Su ambivalencia sexual, su bisexualidad, le convertía en un panteísta, algo que tiene mucho que ver con su propia obra, en la que el amor es también algo grande que todos llevamos dentro", asegura. "Aleixandre fue fiel a su amigos, pero su fidelidad no fue correspondida", añade. Al parecer, el poeta pedía expresamente a aquellos con los que se escribía, que destruyeran sus misivas. Y él lo hacía, pero algunos de ellos no lo hicieron. Aunque es gracias a ellas que Calderón ha descubierto muchas cosas. Entre los documentos inéditos que aparecen mencionados en la biografía figuran precisamente algunas de esas cartas, la que escribió al pintor Gregorio Prieto, y al propio Carlos Bousoño. Entre aquello que hace especial a La memoria de un hombre está en sus besos (título extraído de uno de los poemas de Aleixandre) figura la especial relevancia que otorga el autor a Andrés Acero.



Para Ignacio Martínez de Pisón, miembro del jurado que ha otorgado el premio, jurado que preside Luis Racionero y en el que también figuran la editora Maria Borràs, José Carlos Somoza y el periodista Carles Geli, el retrato de Andrés Acero es un gran acierto. "Vicente Aleixandre no tuvo la vida más apasionante del mundo. Sus aventuras más importantes no pasaron de un par de mudanzas. Vivió enfermo muchas etapas de su vida, y su pequeño mundo quedaba reducido a su casa, desde donde irradiaba su influencia en la poesía española de posguerra", apunta Pisón. El resto de miembros del jurado coinciden en señalar que el libro era "necesario" porque, como señalaba Somoza, "el silencio ha cubierto su nombre desde su muerte". Aunque lo peor, para Calderón, es que la casa de Velintonia, se encuentre, hoy por hoy, desprotegida. "Lo único que hay protegido allí es el cedro que Aleixandre plantó en su jardín en el año 40, como símbolo de que todo debía crecer después de la guerra", señala. Lo demás, está en manos de cualquiera que pueda permitirse pagar los cinco millones de euros que pide la viuda de Carlos Bousoño.



El libro, puede, dice, que haga tomar conciencia de lo valioso del lugar. "Es curioso, pero España no es un país de biografías. Son los hispanistas extranjeros quienes las escriben", apuntaba Racionero, para quien el Stella Maris de Biografías es, en ese sentido, "un premio necesario". Un premio que el año que viene doblará su dotación (pasará de los 10.000 a los 25.000 euros) e institucionalizará la figura de un finalista, que este año ha existido, pero de casualidad, porque el jurado ha recomendado la publicación de otra de las biografías presentadas: Aviones de papel, un repaso a la vida de Antoine de Saint-Exupéry, de Montse Morata. El galardón, que este año celebró su segunda edición, reunió a más de un centenar de profesionales del mundo de libro en el Hotel Casa Fuster de la capital catalana.